“Este es mi alfabeto”, dice Cecilia Ivanchevich, y dispone cajas-pinturas, pinturas-luz, líneas corpóreas de color que, nada azarosamente, sugieren desplazamientos y proponen vínculos y recorridos. Formas y colores, luz, movimiento e interrupciones, ritmos y contraposiciones. En algunos objetos rompe la lógica esperada del marco para expandir el plano pictórico; en otros, el plano expulsa y recorta en volumen un nuevo cuerpo geométrico cuya sombra quiebra la lectura que parecía concluida.

Se trata de signos pintados, suspendidos algunos, que instalan al espectador en un espacio que opera entre un ejercicio de percepción visual y la invitación gozosa a un recorrido lúdico. Un sitio de levedad envolvente generado por la dinámica establecida entre los diferentes elementos que propone Ivanchevich.

En ocasiones, para señalar en los trabajos de la artista el recorrido que ella misma plantea entre las vanguardias de la abstracción geométrica europea y latinoamericana, se han mencionado los nombres de Vasili Kandinsky, Piet Mondrian o Kasimir Malevitch a quienes nosotros agregaríamos Raul Lozza y Luis Tomasello, entre otros. Una genealogía acertada en tanto los constructivistas como los artistas del Bahaus y quienes los siguieron aspiraron a utilizar colores y cuerpos geométricos para modelar el entorno de la vida. La revista De Stijl, por ejemplo, señalaba que su objetivo era “una nueva sensibilidad para la belleza”.

Nos interesa incorporar en esta lectura el nombre poco frecuentado (y pensado) de Sophie Tauber Arp y más exactamente en su trabajo (asociada con Jean Arp) para el desaparecido albergue L´Aubette, en la ciudad de Estrasburgo, un lugar en el que paredes, techos, pisos y mobiliario fueron soporte de su propuesta artística. Una referencia lejana aquella, pero que pone en foco un aspecto central de la obra de Ivanchevich. Nos referimos a su deseo de intervención en la totalidad del espacio, que aparece como un punto claramente distintivo en su producción actual. En efecto, hace años que el espacio y la obra, o la obra en el espacio, son para ella motivo de reflexión; pensemos en instalaciones realizadas en la sede anterior de esta galería, su intervención en las salitas de la Fundación Osde o quizás la inquietante y abrumadora belleza de su instalación en las grutas defensivas de las montañas de Daba, en China. La obra de la artista se ubica así en uno de los debates más estimulantes del arte contemporáneo, a saber, la relación de la obra con el sitio. En esta exposición, Cecilia Ivanchevich construye a partir del sitio: obras y propuestas claramente diferenciadas entre una planta concebida como caja de cristal y un subsuelo en el que el protagonismo es concedido a la música y las luces atenuadas.

Cuando señalábamos referencias históricas, se aludía de manera implícita a épocas y acontecimientos: guerras, revoluciones, esperanzas transformadoras y también catástrofes que rodearon al arte. En ese sentido, es imposible ignorar hoy lo que probablemente sea el acontecimiento traumático que marcará al siglo XXI y definirá a varias generaciones. En tiempos ¿post? pandémicos su impacto se irá midiendo en las producciones quizás muy lentamente. Mientras, Ivanchevich señala: “a la hora de pensar en mi obra, necesité levedad, optimismo y potencia vital. Como consecuencia, el deseo de lo 'bello', más allá de los términos canónicos, tiene más sentido que nunca. Necesitamos reconstruir y resignificar la vida”. Entonces el título escogido para su exposición amplía su sentido. Si antes la artista abrazaba el espacio, hoy pareciera ejercitarse en su desdibujamiento y en la construcción de lugares nuevos, sostenidos en sus objetos artísticos, no en su individualidad -que también la tienen-, sino en una constelación que envuelva serenamente el cuerpo del espectador para convocarlo a restaurar las fracturas múltiples a las que lo sometió nuestra época.

* Historiadora del arte, crítica y curadora. Directora artística de la Fundación ArtHaus. Texto especialmente escrito para la exposición, que sigue hasta el 15 de diciembre en la galería Cecilia Caballero, Suipacha 1151, de lunes a viernes, de 14.30 a 19, con entrada libre y gratuita.