Desde Devoto, Córdoba
Giselle atiende un bar ubicado en una esquina del pueblo de Devoto. El domingo el "Bendito Café" estuvo abierto, entonces no pudo ir al gran festival de cultura comunitaria que hubo en la plaza principal. Le hubiera gustado. Se tuvo que conformar con ver historias de Instagram. “Somos un pueblo familiero. Nos gustan las peñas. Antes se hacían más cosas, ahora hace un tiempo que la parte cultural está descuidada”, cuenta. Para graficar la situación menciona que donde había un cine ahora hay una concesionaria. Mientras, su perra Lola corretea y los productores de la zona se reúnen para tomar el café de la mañana. Lunes feriado, el pueblo está semi vacío, porque en la vecina Miramar se realizó el fin de semana la inauguración de la temporada, evento que compitió con el festival.
A este pueblo principalmente agrícola -“es todo soja y agrotóxicos”, según un hombre que fue camionero-, también industrial -uno de sus motores es una fábrica de plásticos- y ajeno al turismo, llega el domingo un festival organizado por el Movimiento Argentino de Cultura Viva Comunitaria. Devoto se encuentra en el departamento de San Justo, a 190 kilómetros al este de la capital provincial. Hasta las 3 de la mañana del lunes en un escenario montado frente a la hermosa plaza se suceden números variados, de malambo, teatro comunitario, rap, cumbia, danza contemporánea, entre otras expresiones. Los vecinos se ubican en sillas de plástico y en reposeras propias para disfrutar de un acontecimiento que revoluciona la tranquilidad habitual. La calle donde está el escenario está cortada al tránsito. La luna brilla entre los árboles y muchos la señalan.
Las organizaciones del Movimiento, que llegaron de todo el país, se instalan en la plaza por la tarde. El tremendo calor, explican desde el micrófono, retrasó el evento. Al comenzar, una susurradora de El Chaltén invita a escuchar un cuento de Laura Devetach a través de un tubo de cartón. Utiliza distintos instrumentos. Chicos y grandes se entusiasman. Un poco más tarde hay una función de títeres. En otro sector de la plaza, un payaso de la Patagonia, “Cachivache”, propone a los chicos hacer burbujas y malabares. “Esto es hermoso”, expresa Mario, un hombre de unos sesenta años que no abandona el celular un segundo. Quiere captar el momento en que su hija haga burbujas. Mario fue policía durante 35 años. “Los 'piamonteses' somos conservadores”, desliza, al registrar cómo a los adultos del pueblo no les es tan fácil integrarse a la movida cultural. Cecilia, de 25 años, llegó de una localidad vecina --Colonia Marina-- de la que dice que no se iría. Coincide con Mario. Cree que lo que está pasando es “hermoso”. Su hermanito también espera para hacer burbujas.
En el frente de la Municipalidad hay un grupito de jóvenes de Córdoba que está pintando un mural. “Munay pacha”, dice la leyenda. La acordaron con Ruthy, una mujer quechua que durante el encuentro fue la encargada de las ceremonias de apertura y cierre espiritual. Alguien cuenta que iban a escribir una consigna contra el gatillo fácil, pero dada la idiosincracia del lugar se optó por otro mensaje.
Una mujer pasa vendiendo algodón de azúcar; no es la única. “Se vendió bastante bien”, se alegra. Es de un pueblo cercano; llegó el día anterior para asistir a una peña. Supo del festival y lo vio como una oportunidad. En el paisaje los puestos de emprendedores locales se mezclan con los stands de las organizaciones. La ludoteca del bachillerato trans de Lomas de Zamora es una de las atracciones que más curiosidad despierta. Rodrigo, alumno del bachillerato y payaso, invita a los que se le cruzan a tocar objetos que hay dentro de una urna y adivinar qué son, y si se acierta premia con preservativos. También hay un juego con cartas subido de tono que desata carcajadas. El grupo está sorprendido: la idiosincracia conservadora del lugar sólo se plasmó en cierta vergüenza.
Frente a la plaza hay una heladería prácticamente todo el tiempo llena. Al costado izquierdo del escenario un puesto del club cultural y deportivo El Faisán no para de vender hamburguesas, choripanes y bebidas. Fernet, por supuesto. “¿Pasadito?”, preguntan antes de entregarlo.
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A Devoto llegan entre el viernes y el sábado integrantes de más de 100 organizaciones de cultura comunitaria. El sábado, en el único teatro que hay en el lugar, la Sociedad Cosmopolita de Devoto, se desarrolla una asamblea. Es un hecho importante porque es una reunión que sigue a la parálisis de la pandemia, que a la fuerza reconvirtió el rol de algunos de estos grupos, obligándolos, por ejemplo, a realizar ollas populares (“la situación no explotó en la Argentina porque estamos en la calle", se escuchó en un momento). Divididos por regiones, los asistentes tienen acalorados debates sobre el presente del colectivo.
La principal novedad es el lanzamiento del Instituto Argentino de Promoción de la Cultura Viva Comunitaria, un organismo que se propondrá brindar protección legal, asistencia en gestión de proyectos y formación a las organizaciones de esta especie. El Culebrón Timbal, una de las referentes, obtuvo recursos económicos que puso a disposición de todo el sector para empezar a encarar acciones en esa dirección. "Es un nuevo paso, con un trayecto en la espalda, pero con ganas jóvenes de transformación", dice en las puertas del teatro María Emilia de La Iglesia, de La Comunitaria (de Rivadavia).
Una parte del grupo duerme en las instalaciones de El Faisán, que trabaja en conjunto con el grupo anfitrión, Clericó, integrante de la Red de Cultura Viva Comunitaria del Este Cordobés. El SUM del club está habitado por pallets sobre los que artistas y gestores despliegan sus bolsas de dormir. Afuera hay carpas. Este es el territorio de almuerzos y cenas (guiso de lentejas y arroz con jardinera, por ejemplo) preparados amorosamente por la gente del club, así como también de guitarreadas, algún asado envidiado, largas charlas, camarines en la previa del festival, y hasta un carnaval de bombuchas que entretiene a los nenes que llegaron al encuentro. El sábado a la noche, a pesar del cansancio de las horas de asamblea, para muchos ocurridas apenas bajar del micro, se arma el baile al aire libre. Comienza con chamamé y chacareras y después pasa por diversos ritmos. Mucha cumbia y reggaetón. El movimiento levanta la tierra.
Otro grupo duerme en el Sportivo Devoto, que tiene un sistema de cuchetas, y uno reducido en el único hotel del pueblo (Gran Devoto), que se está preparando para la llegada de Abel Pintos. Parte de quienes vinieron de CABA lo hicieron en el Che Bondi de la Fundación Che Pibe, de Villa Fiorito. "Cuarta generación de micros", cuenta el referente Sergio Val, que estuvo manejando, y recuerda que el segundo que tuvieron se compró con recursos donados por Diego Maradona. Dice esto antes de que el micro pinche muy cerca de Devoto pasadas las 3 de la mañana. Solucionado esto hay otro percance: se queda sin energía. Hay bromas sobre un posible gualicho al vehículo. El obstáculo entrega la posibilidad de ver una estrella fugaz. "El de Córdoba es el mejor de los cielos", sentencia un visitante.
Otro eje del encuentro es la propuesta de “Mil Pueblos Jóvenes”, que buscará articular con movimientos sociales y gobiernos una estrategia de "repoblamiento participativo" de la Argentina para los próximos años, favoreciendo la creación de comunidades productivas y comunitarias. Juan Carlos Abdala, de la comunidad de Clodomira, de Santiago del Estero, trae al evento una experiencia que incluye una moneda específica para feriantes, construcción natural y agroecología. Por otro lado, se celebran los diez años del programa oficial Puntos de Cultura. }
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En el pueblo todos parecen conocer a Evelin Chiavassa, joven gestora, coordinadora de Clericó, que en su momento fue directora de Cultura. Ahora, en la Municipalidad --gobierna el macrismo-- no hay un área específica. "En esta zona los eventos públicos son las fiestas patronales y alguna que otra celebración en algún pueblo más organizado; pero no hay posibilidad de escenario o encuentros como este", cuenta. Tal vez por esto a las organizaciones de la región les costaba reconocerse como tales, y por esto a Evelin le cambó la vida conocer al Movimiento. Clericó comenzó haciendo talleres y funciones en el espacio público, luego tejió su alianza con El Faisán. Finalmente, el diálogo entre pueblos cercanos originó la red. "Siempre fue en diálogo con el pueblo y sintiendo la necesidad de transformación", afirma mientras en el camping entonan "Murguita del sur". La historia continúa: la asamblea determinó la sede de un congreso nacional para el año que viene (Entre Ríos), paso previo a un congreso latinoamericano a desarrollarse en octubre.