Cuando Conociendo Rusia anunció su primer recital, las entradas se agotaron instantáneamente. De hecho, corrió como pólvora la existencia del artista tras semejante sorpresa. Pero lo curioso del caso es que su disco debut, titulado de forma homónima, había aparecido dos meses antes, lo que lo convirtió en un suceso sin igual en la escena porteña. Había dos respuestas para eso: o era la viva encarnación del hit de Roberto Carlos (por lo del millón de amigos que lo bancaban) o sus canciones eran demasiado seductoras. Si bien Mateo Sujatovich, el alquimista de este proyecto, tenía pasado y abolengo en el rock argentino, no apeló a ninguno de esos recursos para su incipiente laboratorio musical. Tres años más tarde, y con un tercer álbum recién parido, ahora se aventura a su debut en calle Corrientes con cuatro teatros Gran Rex por consumar (el primero sucedió el martes, siguen miércoles y jueves, y el último será el 28 de este mes). Eso no hace sino alimentar aún más el fenómeno que gira en torno a él.

-¿Tenés alguna explicación para esto?

-No se sabe muy bien. Fue una sorpresa tanto para mí como para los que participamos todo lo que se generó y lo que se sigue generando. Desde que empecé, seguí componiendo y siempre tiré para adelante con el proyecto. Esto en parte se debe al trabajo, a las canciones y a la magia. La música no tiene sentido sin la magia.

Si bien su segundo álbum, Cabildo y Juramento (2019), lo consolidó como una de las figuras del pop argentino de esta época, Mateo se animó a salir de su lugar de confort, y el 12 de noviembre puso a circular en plataformas digitales La dirección, disco en el que se vuelve a conectar con sus raíces en el rock. Al fin y al cabo, es hijo de Leo Sujatovich, tecladista de Spinetta Jade, entre otros pergaminos. “A veces, los proyectos dan la sensación de que están muy pensados. En mi caso, no soy bueno pensando los discos, soy mejor haciéndolos. En el camino voy enterándome de qué tratan. Me subo a lo que me proponen”, explica el exintegrante de la banda Detonantes. “En La dirección la propuesta me la marcaron las canciones. Empecé a entender de qué iban para poder defenderlas. Es muy difícil calcular un tema. Debe haber un montón de gente que seguramente lo sabrá hacer, pero no es mi caso. Voy probando, voy encontrando, y creo que este proyecto es un digno tercer disco”.

-¿Por eso lo titulaste así?

-Mis canciones me marcan la dirección. Me dejo llevar por eso, que elijan mi camino, que me digan para dónde ir, cómo estoy y qué quiero hacer. Y sí, por eso se llama así el disco: porque estoy al servicio de las canciones y de su decisión.

-En La dirección conviven dos formas de encarar la canción. Sin embargo, cuando la rockeas, tus influencias quedan expuestas. Otro quizá las hubiera maquillado, vos no lo hiciste.

-Conociendo Rusia no esconde sus influencias. Más que esconderlas, las resalta. Creo que tengo un montón de canciones que tranquilamente pueden no hacerte recordar nada, y otras que te pueden hacer acordar a tal y tal. Claro, porque están las influencias ahí y yo disfruto de escucharlas en mis canciones. En ese sentido, el disco está claramente marcado por dos partes. Un lado A que es un poco más tranquilo, intimista, y que tiene los sentimientos puestos en otro lugar, mientras que en el lado B sale el rock and roll para afuera. Si bien en general soy tranquilo, también soy como ese rock and roll que me gusta componer y tocar. Es la escuela más grande que tuve cuando empecé a tocar la guitarra.

-¿También al momento de hacer blues?

-Me di ese gusto. Tenía un blues cuadrado, de tres tonos, y así termina el disco. Cuando compuse “Vos y yo” quería que fuera como un rock and roll al estilo de Pappo. Recuerdo los brasses que le hizo Javier Malosetti para “Rock y fiebre”. Entonces pensé en buscarlo a él para hacer lo mismo: guitarra, bajo, batería, gospel y rock and roll. Aprendí a tocar la guitarra sacando música de esos discos. Aproveché mi pasado y lo traje al presente.

-Ese Lado B imaginario abre con “No aguanto más”, toda una oda a Calamaro en su etapa en Los Rodríguez.

-Cuando compuse esa canción, un par de días antes había escuchado un disco de Andrés. O algo así. Me senté en el piano y apareció este tema. Y fue como si por un rato yo me hubiera agarrado a su ADN. La producción fue obligada, no había otra manera de hacer esa canción. Como el tema parecía de ellos, pensé que debíamos hacerlo igual. Cantado por mí, escrito por mí y con un idioma de 2020, ese rasgo rockero en esta época es un desafío. Me pareció un buen experimento.

-Según lo que publicita Spotify, el público joven sólo consume pop, música urbana y géneros tropicales, no le interesa el rock.

-Hay muchísimo público joven que está escuchando rock, y que quiere hacer rock, tocar la guitarra o cantar. Para mí hay un error grosero cuando se dice que no hay público para eso. Que haya otros estilos que están en auge y que sean las carátulas de las palylist de Spotify no significa que no haya gente con ganas de escuchar otra música. Hay una confusión ahí. Las plataformas musicales son las que consumen los más chicos, ¿viste? Y eso es lo que reflejan los números. Por eso los nuevos géneros, que son los que consumen ese target, son los que están arriba de todo. Hay público para el rock and roll, a full, y confío en esa gente.

-¿Cómo sentís que reaccionó tu público frente a este semi volantazo? Podrías haberle sacado provecho a la fórmula de Cabildo y Juramento.

-Primero me dijeron que la fórmula de mi primer disco era la que tenía que hacer y que sería difícil de superar. Luego, Cabildo y Juramento fue la buena. Vamos a ver qué pasa con el tercero. Los dos discos que tengo están buenísimos y yo creo que éste también está muy bueno. Además, me parece que no podía haber repetido la fórmula de Cabildo y Juramento porque no sé cuál es. No puedo volver a hacer esa canciones. Y repetir los temas que uno ya hizo es un embole, para eso me dedico a otra cosa. La gracia de ser músico es correr riesgos y jugársela para otro lado. Y La dirección toma ese rumbo.

-Vos decís que no tenés la fórmula, pero artistas como Coti, que es un hacedor de hits, se deshace en halagos ante tu forma de componer.

-Si bien es cierto que hay un modo para encarar las composiciones, es imposible repetir las que uno ya hizo. Sólo voy a tener un Cabildo y Juramento, no creo que pueda hacer un Las Heras y Pueyrredón. Lo bueno de este tercer disco es que es diferente al anterior. Esa es la gracia. Escucho el disco nuevo de una banda y si me gusta, seguramente al próximo le voy a hacer resistencia, aunque sé que luego me gustará. Es un clásico. Cuando salió AM, de los Arctic Monkeys, a nadie le gustó. Yo dije: “¿Qué hicieron estos pibes?” Y hoy lo considero el mejor de su obra. Aún no puedo creer lo discazo que es. Todos tienen que atravesar el duelo para escuchar el siguiente disco de un artista y después empezar a quererlo.

Una vez que Moris desembarcó en España, a mediados de los '70, sentó las bases no sólo para una nueva comprensión de la canción en castellano en el pop y rock de ese país, sino que también allanó el camino para que otros cantautores argentinos continuaran con ese aporte. A Mateo Sujatovich se lo considera el sucesor de lo que Ariel Rot, Alejo Stivel, Sergio Makaroff, Calamaro y más recientemente Coti legaron en esa escena, tras su desembarco en la nación europea en julio de este año, donde llevó adelante ocho recitales. “Se sintieron identificados con ese rock argentino que escuchaban de chicos o que escuchaban sus padres. Volvieron a escuchar a un cantante argentino, pero más joven. Era como un déjà vu”, comparte el músico. “Fue una novedad, un desafío y un viaje increíble. Volví muy estimulado. Es un terreno súper increíble para desarrollar, para ir muy seguido. Nos complica la distancia. Montarse una gira allá es una batalla complicada, aunque es algo que pretendo hacer”.

-En “Mundo de cristal”, de tu nuevo disco, colabora un cantante español muy popular, Leiva. ¿Sucedió a partir de esta serie de shows?

-Es música mía y letra suya. Ya lo conocía. Cuando era adolescente y vivía en Madrid, en 2002, era un artista de estar en los canales tele y en la radio, un artista popular. Me pasó estando en pandemia que había una canción que creí que le iba a venir bien su aporte. Intentamos contactarlo, no lo conocía personalmente. Escuchó el tema y me dijo que la hiciéramos. Fue una producción a la distancia, pero con mucho ida y vuelta. Lo terminé conociendo cuando fui para allá.

-¿En qué te inspiraste para hacer las canciones de este disco?

-Por supuesto que la pandemia lo atravesó. Compuse cosas en la cuarentena, y también en ese hueco de verano en el que hubo giras y vacaciones. Es un disco bastante atravesado por los vínculos. Tengo muchas canciones que le escribo a amigos, que me escribo a mí también. Conversaciones conmigo... Es un disco muy vincular y en el que hablo sobre mi amor hacia estos vínculos, tanto de pareja como familiares y amistosos.

-Justo la canción más beatlesca del disco se llama “Los amigos”... Al igual que sucede con Santiago Motorizado, que se atrevió a experimentar con géneros ajenos a su obra, ¿fantaseas con la idea de ser un músico popular cuyos temas sean capaces de adaptarse a cualquier estilo?

-No me considero un músico de rock. Soy un músico que puede hacer rock o folklore, o adonde la vida me lleve. “La dirección” o “Mi casa es tu casa” son canciones que tienen raíces súper tradicionales argentinas. La primera es una chacarera, mientras que la otra viene de ser compuesta como un carnavalito. Creo que sí. Al final, lo que importa son las canciones. Y sí: me siento muy cómodo haciendo música popular.

-¿Tu papá escuchó el disco?

-Está chocho. Le encantó.

 

Leo Sujatovich

 

La evolución de la fe

Además de Patricia Sosa, Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale, el cuarto invitado a cantar el himno argentino en el reciente partido de la Selección contra Brasil fue Mateo Sujatovich. Eso habla de su presente y su popularidad, aunque también es toda una paradoja porque los otros tres músicos son contemporáneos al padre del líder de Conociendo Rusia, Leo Sujatovich, extecladista de Spinetta Jade y Tantor, y músico acompañante de PorSuiGieco y Nito Mestre. “Me gustó mucho La dirección, aparte de que fui viendo la evolución de la maqueta que nos mostró a su mamá y a mí”, afirma el músico, que llegó a ser tecladista suplente de Conociendo Rusia en la fecha que ofreció en diciembre pasado en Mandarine Park. “Evolucionó su fe en las canciones. La inseguridad en el arte está a la orden del día. Llevamos una carga de incertidumbre y de salto al vacío que esperamos que se disipe. Lo pude percibir en mi hijo, que es muy sensible, y ya vemos el resultado”.

Al momento de especular sobre el fenómeno que gira en torno a su hijo, el artista explica. “Me parece que lo que sucede con Mateo es que su carisma es viral. Toda la vida fue así. Fue una persona especial, muy querida por sus amigos. Un fecundador del arte de la amistad. Eso es lo que hizo que la gente quiera verlo y escucharlo. Si escuchás las letras de las canciones nuevas, hablan de eso. Mateo conserva a sus amigos desde la escuela primaria. Y la gente se siente bien cuando se profesa ese arte”. Y de paso agrega, a manera de dato: “Es rockero de alma, le gustó toda la vida. Un poco la historia mía siempre le atrajo. Le gustó saber quién era Spinetta. Claudio Gabis fue mi maestro de guitarra, cuando tenía la edad de él. Y esa transmisión del rock y del blues le abrió los ojos y las orejas. Le abrió una energía que es la que se puede escuchar hoy”.