Cualquier lector/a habrá vivido en carne propia algún que otro rezongo de sus vecinos porque el perro propio ladra cuando se van sus dueños. O si no lo vivió lo habrá escuchado de alguien que tuvo ese tipo de entredicho. Con una reunión de vecinos, que tiene bastante de absurda, en donde le cuestionan a otro –incluso al borde del llanto- que su perra ladra cuando él se va, así comienza El perro que no calla, sexto largometraje de Ana Katz como directora y que tiene a su hermano, el actor Daniel Katz, como protagonista absoluto. 

A diferencia de lo que sugiere el título, a la perra de Sebastián no se la escucha ladrar. Pero las vicisitudes de su mascota las sufre en el trabajo ya que los dueños de la empresa no le permiten llevar a su perrita a la oficina. El carácter de Sebastián parece imperturbable, pero como dice el refrán, la procesión va por dentro. Si bien el inicio de El perro que no calla alude a un cierto tono costumbrista, la ficción deriva después hacia otra dimensión ficcional más dramática, donde sucede algo que sí vivieron todos los lectores y lectoras: una pandemia. Pero lo interesante es que Ana Katz había realizado la película antes de la llegada del coronavirus. Y la película juega con la transformación de un joven en un mundo que también se está transformando. El film se estrena este jueves en salas.

"Lo primero que me interesó fue la propuesta de Ana porque estaba pensando en hacer una película. Estaba intuyendo ese momento. No era tanto una realidad más formal sino una idea en el aire y me propuso si me daban ganas de protagonizarla. Y me subí al tren sin tanto conocimiento de qué vendría", cuenta el actor a Página/12. "Cuando fue apareciendo la historia el entusiasmo fue mucho mayor porque es una historia que me toca de cerca y que me encantó hacer. Pero de entrada, de la historia no había tanto para saber como para que ese fuera el primer atractivo para acercarme al proyecto", expresa Katz.

-¿Es una película sobre la incertidumbre del futuro, tal como le sucede al personaje?

-Del futuro y de la vida, porque hay algo de no saber qué es lo que vendrá, pero en algún punto, termina siendo una idea que atraviesa a la historia en general de lo imprevisible que es la vida y también de la necesidad que tenemos de poder adaptarnos y tomar decisiones repentinas en escenarios que pueden ser inesperados, poco frecuentes o, a veces, comunes, pero que también requieren de decisiones importantes.

-¿Cómo fue la construcción del personaje?

-Con una historia que se fue construyendo de a poco. Y un poco fue seguir la intuición de Ana e ir descubriendo con ella qué era lo que íbamos a contar. Fue ir un poquito a ciegas. En principio, sí había algunas pautas que ella me fue dando y fui interpretando. Había algo que yo sabía de mi personaje: era un tipo bien predispuesto que ante las situaciones que pudieran ocurrirle, su primera reacción era de buena predisposición, de escuchar y de intentar llegar a algún acuerdo que tuviera en cuenta sus intereses pero también los de los otros o de quienes estuvieran implicados en cada escena o partecita de la historia. Y después fue ir conociendo más a este personaje a medida que íbamos filmando. Y fui entendiendo que era un hombre que es más de escuchar que de hablar. Y no por eso trataría de tomar una posición a la deriva sino que Sebastián tiene una construcción en su lógica de cómo ir decidiendo las distintas cosas. Tiene un hilo conductor fuerte que tiene que ver con un costado más humano de la vida, de priorizar cosas que tienen una mirada humana, de encontrar los valores más puros en cuanto al amor por un perro, al amor por una persona y no tanto desde una idea más capitalista. Tenía que salir de esa idea de que el éxito fuera crecer en una empresa. A medida que yo lo iba haciendo, el éxito para el personaje era intentar ser lo más feliz posible desde un costado de las cosas más elementales que pueda tener un ser humano.

-¿Y eso está relacionado con cierta falta de expresividad del personaje? Porque le sucede de todo y pareciera que nada lo afecta.

-Algo de eso hay, por supuesto, pero no es que no lo afecte. Hay algo de un tipo de persona que las cosas le van por dentro, y que uno encuentra en la vida. Pero también es una las jugadas más interesantes que propone Ana: poner en foco a un protagonista masculino cuyas reacciones no sean tanto las que el cine nos acostumbró a tener cuando un hombre protagoniza hechos que muchas veces son de injusticia o de mucho dolor, donde es un hombre que reacciona tomando partido y acción de grandes expresiones. Ana propone un tipo de hombre con una nueva mirada, donde la reacción no va tanto por el lado de “un día de furia” sino por una idea de construcción social. Me parece que hay un punto ahí que Ana pone en foco al poner a Sebastián como quien conduce la historia que me parece muy interesante y que, a veces, en nuestra propia lectura, acostumbrada a lo que nos ofrece el cine, también va a ser interesante poner en discusión: que ese es el cine que nos espera en esta nueva era en donde el lugar de hombre, la masculinidad y la idea de hombre están en debate.

-También resulta llamativo que en la historia se produce una pandemia y la película se estrena en una pandemia real. ¿A partir de lo que está sucediendo ahora en el mundo, la película ofrece otro tipo de lecturas?

-Es interesante porque fue una pregunta que nos hicimos mucho cuando empezó la pandemia y fue una inquietud que tuvimos el cómo va a repercutir esto en la lectura que se haga. Con el diario del lunes fue interesante lo que pasó y creo que, en ese sentido, la potenció porque previo a eso toda la secuencia que tenía más que ver con el meteorito que toca la Tierra y que produce el efecto que produce y las burbujas que tienen que usar los personajes para poder caminar erguidos y demás, todo eso previo a la pandemia tenía un carácter mucho más de ciencia ficción. Y pospandemia todo se volvió más terrenal. Y esas burbujas que eran casi un acto de locura se transformaron en algo que uno podía ver en el supermercado.