"Visibilizar es fundamental porque sino nunca vamos a salir de este lugar" dice Luana Marian en conversación con SOY. Ella es administradora Linux del Ministerio del Interior, y llegar a ese lugar fue celebrado por este suplemento en una nota que salió al calor de la Ley de Cupo Laboral Trans. Programadora hace más de veinte años, se presentó a un puesto de trabajo y fue elegida por sus capacidades intelectuales: algo que debería ser más habiutal se convierte en una conquista cuerpo a cuerpo de todo un colectivo.
Ahora está sorprendida por las vueltas y repercusiones que tuvo su historia con Uber, quien primero la sancionó y luego se disculpó por un claro hostigamiento transfóbico. "El 11 de octubre salíamos con mi marido de ver una película de un shopping de Pilar, eran las once y pico de la noche y buscamos, como siempre, un auto para volver a nuestra casa en la aplicación Uber. Ese día era feriado así que demoró un rato largo en confirmarnos. No diré los datos de dominio y marca pero los tengo y así se lo hice saber a Uber después. Como yo tengo configurado el pago con tarjeta, automáticamente el viaje se cobró antes de que el chofer llegara a buscarnos. Cuando subimos al auto el viaje ya estaba pago. En el momento en que nos subimos al auto le hice un comentario a mi esposo de la película. El chofer me miró con sorpresa por el espejo retrovisor y ahí detuvo la marcha". Les dice que no los va a poder llevar. Por qué, le preguntó Luana, "porque me siento mal" respondió el chofer.
ODIO AL VOLANTE
"Bastó con escuchar mi voz y verme por el espejo, lo cual me parece una señal más que clara de que me percibe como una mujer trans, y en ese momento es cuando se niega a hacer el viaje. Yo le insistí porque el viaje ya estaba cobrado. En todo caso, él tenía que cancelarlo y se negó; también se negó a moverse. Yo ya entendía lo que pasaba porque hasta en el trato era agresivo: no me insultó, no me agravió pero sí me hablaba despectivamente, con desprecio. Ante mi insistencia, como estábamos dentro del estacionamiento del shopping, él arrancó y vamos perfilando para la salida. Seguía reclamando de forma bastante violenta, en el tono de voz sobre todo, de que no tenía por qué llevarnos, si Uber nos había cobrado era un problema mío y de Uber según él. Cuando ya estábamos en la línea de salida del estacionamiento del shopping, la verdad es que la situación se me hacía insostenible. Tuve una crisis nerviosa con llanto y le reclamé que su actitud era transodiante".
El conductor siguió negando todo. Dijo que de ninguna manera él era algo así: "dice que él no tiene idea de eso, y deja de hablarme a mí y dirigiéndose a mi esposo le habla de mí en masculino". "Yo no lo vi a él, yo no sé quién es él" repetía el conductor del Uber, y fue corregido en varias oportunidades por Luana y su pareja. "La última vez que lo dice, mi marido le explica que lo que está haciendo es violencia simbólica amén de la violación de la ley de identidad de género. Se lo explica de buena manera; yo ya no podía ni hablar de lo que lloraba y temblaba".
Por alguna razón que Luana desconoce, el chofer decide trasladarlos, hacer el viaje como había sido pedido a la aplicación. Entre la confusión y las ganas de volver a su casa (y la dificultad en conseguir otro medio de transporte) deciden aceptar, pero el viaje por la autopista se convierte en un largo calvario donde el chofer se despacha a su gusto: vuelve a negar las acusaciones, sigue siendo violento. "Y se seguía refiriendo a mí en masculino, a lo que mi marido volvía a marcarle que estaba siendo violento. Todo esto adentro de un auto, de noche y después de tanto tira y afloje fue muy angustiante y me remitió a otras situaciones de violencias a las que las personas trans estamos acotumbradas pero que no deberían naturalizarse". Finalmente llegaron, el viaje se marcó en la aplicación como realizado.
BAJO LA LUPA
Luana entró a Uber y calificó el viaje con una estrella. Detalló lo ocurrido en esa hora previa. Uno o dos días después, Uber la contactó y le dio la posibilidad de hacer un descargo. Todo vía mail porque la plataforma no tiene atención al cliente. Uber pide disculpas y dice que condena estas conductas, le devuelve el dinero del viaje a Luana (algo que ella no había solicitado porque el viaje se realizó) pero quedó ahí. "Parecía que había sido algo saldado. Me quedé tranquila aunque todavía tenía el terror en el cuerpo. Pero unas semanas después me llega un mail de Uber que dice que mi cuenta está suspendida porque estaba bajo investigación. Dicen que no pueden aclararme el tema porque violarían el acuerdo de confidencialidad".
"Dos días después me llamaron y me volvieron a pedir los detalles del caso. Un interrogatorio de tipo policial. Ya había pasado casi un mes. En algún momento me dicen '¿la golpeó?' y no, le aclaro que no me golpeó pero que esa no es la única manera de violentar a alguien. Menos de diez minutos después me llega un mail diciéndome que me sancionaban a mí porque yo le había faltado el respeto al conductor. Aducieron sus normas de convivencia y dijeron que yo las había violado. Me amenazan con que el incumplimiento genera la desactivación de la cuenta".
Luana les dijo que iba a desinstalar la aplicación y se iba a encargar de difundir que Uber no es un espacio seguro para el colectivo lgtb+. Lo posteó en un hilo de Twitter y las respuestas llegaron rápido: muchas personas se vieron agredidas, hostigadas, menospreciadas o maltratadas por esa y otras apps de traslados. "A unas compañeras que ejercen la prostitución no las quisieron llevar directamente. Y aclaro, aunque no debiera ser necesario, que no estaban alcoholizadas ni con ropa de laburo. Simplemente el conductor se negó por ser ellas trans"
Finalmente, Uber se desdijo. Volvió a pedirle disculpas a Luana y a jurarle que ellxs respetan la diversidad, pero el mal viaje que empezó ese 11 de octubre parece no tener fin. Quedan los relatos, las historias de maltrato y desidia que siempre culpabilizan a las personas en estados de fragilidad, vulnerabilidad, que quedan en el desamparo judicial, social o estatal por ignorancia y también por odio. Cabe preguntarle a esta y otras empresas cuál es su verdadera postura aparte de postear una bandera arco iris en sus redes sociales.