1921 fue un año singular para la Universidad de Buenos Aires (UBA): la casa de estudios superiores festejaba su centenario y comenzaba a revisar y a publicar su propia historia. Lo que hasta ese momento había sido la Sección de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, por resolución del Consejo Superior se convierte en el Instituto de Investigaciones Históricas. Emilio Ravignani, director de la antigua Sección, permaneció en su cargo. El siglo de trabajo que se completará entre aquella resolución del Consejo y el próximo 5 de diciembre ubica al actual Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” en el lugar de referencia para los estudiosos, con más de 137 integrantes y múltiples líneas de investigación.
A lo largo de este año, el Instituto –que funciona en el segundo piso del edificio ubicado en 25 de Mayo 221, el antiguo Palace Hotel, en el microcentro porteño– llevó a cabo diferentes actividades para conmemorar su centenario, desde ciclos de entrevistas online a folletos digitales con el objetivo de –en el marco de la pandemia– difundir sus proyectos de investigación y poner a disposición de la comunidad su vasto archivo y patrimonio histórico.
En diálogo con el Suplemento Universidad, la directora del Ravignani, Noemí Goldman, junto a los investigadores Flavia Macías y Alejandro Pautasso, desglosaron la trayectoria del Instituto, en el contexto del bicentenario de la UBA, y explicaron su importancia en el desarrollo de la historia nacional.
Vidas paralelas
“La historia del Instituto está marcada por los avatares de la vida institucional y política de la UBA y de nuestros país”, subraya Goldman, primera mujer en llegar a la dirección del Ravignani por concurso, en 2019.
La Reforma Universitaria de 1918 había catalizado un proceso de institucionalización y de organización que aún tenía réplicas en el ámbito académico cuando, en ese contexto, el Instituto de Investigaciones Históricas empezó a consolidarse como un espacio fundamental para la formación y la socialización de historiadores profesionales con foco en el pasado rioplatense.
Al año de su inauguración, el área académica comienza a editar el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, un órgano de difusión de producciones imprescindible entre las publicaciones especializadas en Historia de toda la región.
Luego del golpe de Estado de 1955, asumió la dirección Ricardo Caillet-Bois y, entre sus intervenciones, propone homenajear a quien animara a la institución durante décadas y rebautizó al Instituto con el nombre de su primer mentor. Sin embargo, la gestión de Caillet-Bois estuvo rubricada por un apego a la “historiografía hegemónica y a la política oficial, ambas de matriz liberal”, según señala el último Boletín del Ravignani, en el que se repasa ese período.
“Con el retorno a la democracia en 1983 y la renovación de la vida académica en el conjunto de las instituciones universitarias se dio en el instituto una verdadera refundación”, puntualiza Goldman. A partir de este momento se comienzan a gestar proyectos colectivos de investigación que insuflaron una “renovación historiográfica en la que el Instituto jugó un rol fundamental”.
La revitalización democrática inyectó nuevas perspectivas en las corrientes de investigación. Se amplió el espectro de análisis hacia tópicos como el género, la sexualidad, las comunidades originarias y la diáspora africana, articulados en una mirada historiográfica federal, en contacto con todas las provincias del país y con las naciones de América Latina.
“Las investigaciones del Instituto eran una referencia crucial para quienes estudiábamos la carrera de Historia en las universidades de las distintas provincias”, detalla la investigadora formada en el Ravignani Flavia Macías y agrega que el establecimiento “sigue teniendo esa tradición de articular historiadores de todo el país, a través de proyectos, de seminarios y de sus actividades académicas”.
Cocina de historiadores
A lo largo de su siglo de actividad, el Instituto Ravignani ha funcionado como un organismo de acogida, asistencia y formación para estudiantes e investigadores de Historia. Según Macías, el sistema de apoyo que la institución brinda a los especialistas para el desarrollo de sus proyectos se edifica sobre tres pilares: “Los archivos y fondos bibliográficos a su disposición, los diferentes tipos de tutoría que brinda y la amplia diversidad de espacios de discusión y de debate que ofrece”.
La biblioteca del Ravignani es una de las más reputadas en el país debido a la cantidad y calidad de los documentos que hospeda, entre los que se destacan su colección de “Reservados”: libros y manuscritos originales de los siglos XVII, XVIII y XIX. Custodio de registros con valor académico incalculable, su archivo está siendo digitalizado a través del proyecto “Patrimonio Histórico”, con el objetivo de ofrecer el acervo bibliográfico del instituto de manera virtual.
Las trayectorias de los investigadores en formación son ejemplos de los otros dos puntos clave destacados por Macías. El profesor de Historia Alejandro Pautasso, dedicado a la “historia intelectual”, es uno de los beneficiarios del convenio entre la UBA y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) que convirtió al Instituto en una unidad ejecutora dependiente de ambos organismos. Gracias a ese vínculo, Pautasso obtuvo una beca en 2018 para continuar con sus investigaciones. Sin embargo, su relación con el Instituto había empezado antes, a través de los encuentros con los investigadores y referentes con quienes se cruzaba en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Siempre me resultó ameno acercarme a conversar y siempre encontré buena predisposición”, subraya el becario doctoral.
Uno de los escenarios de debate que más aporta al diálogo entre investigadores, estudiantes y referentes, lo proponen las jornadas “La cocina de la investigación”, en la que se discuten problemáticas vinculadas con la iniciación en esa disciplina, las fuentes y la difusión de trabajos.
“Lo que se busca en las jornadas es reflexionar sobre marcos teóricos y sobre metodologías a través de diálogos que suelen generarse en otros ámbitos. En las mesas se cruzan discusiones de gente que trabaja en temáticas muy distintas. Eso resulta muy importante para los investigadores en formación, porque uno empieza a encontrar los elementos comunes que tienen todas estas experiencias doctorales”, explica Pautasso.
En esa línea, Macías y Pautasso coinciden en enfatizar la calidad y diversidad de los territorios de integración, sociabilización y discusión abiertos por el instituto para quienes desarrollan sus estudios en Historia. La investigadora expresa que la entidad colabora con los estudiantes “no sólo dándoles asesoramiento personal, sino también integrándolos a los espacios de debate de la institución”, mientras que Pautasso resalta que el solo hecho de “estar” en el instituto y de “transitar sus pasillos” permite el “contacto con un montón de personas que tienen más experiencia” y que contribuyen a superar “los límites con los que se topan las investigaciones”.
Desafíos post-centenario
Estos encuentros, que delinean la identidad de los investigadores del Ravignani y constituyen el crisol creativo de muchos de sus proyectos, se complicaron con la distancia física que las restricciones por la pandemia impusieron a todas las instituciones educativas. Sin embargo, lo que parecía un obstáculo se reformuló en el “gran desafío” para el Instituto, según Goldman: “Utilizar todas las herramientas digitales disponibles en función de ampliar, dinamizar y democratizar los conocimientos” que produce el establecimiento.
En esa línea, la doctora en Historia señala que “la posibilidad que brindó este contexto tan dramático y difícil fue la de transmitir de forma simultánea las actividades” por distintos canales y de lograr la participación de otras audiencias.
Si bien la virtualidad forzada supuso una experiencia “shockeante”, Pautasso afirma que durante estos dos años se lograron cosas “impensables” antes de la pandemia, como conexiones con otras universidades de Latinoamérica y del resto del mundo, y agrega que “en el balance y pensando a futuro se coincide entre los investigadores en la opción por una congruencia entre el universo virtual y el presencial”.
Macías, por su parte, valora positivamente la capacidad de adaptación del Instituto y remarca la importancia de la digitalización de los fondos bibliográficos para que la entidad se sostenga como elemento de referencia de aquí al futuro.
Actualmente, los integrantes del Instituto Ravignani trabajan en vertientes historiográficas muy diversas, aunque han ganado terreno –a lo largo de las últimas décadas– las investigaciones en torno al siglo XX y XXI, particularmente aquellas vinculadas a “las experiencias sociales, políticas y culturales del mundo de los trabajadores y trabajadoras”, precisa Goldman y suma: “Hay un renovado interés por el estudio de los partidos políticos y, entre ellos, el peronismo en sus distintos niveles y actores”.
Las conexiones multidisciplinarias con otras áreas de la investigación social significan también un avance y un reto para el establecimiento. Hoy el Instituto mantiene enlaces con profesionales de la antropología, la literatura, la demografía, el análisis lingüístico y la teoría política.
Un ejemplo paradigmático de este tipo de investigaciones es el proyecto “Las dimensiones de la desigualdad en la larga duración”, que reúne a 69 especialistas en torno al estudio de las formas de desigualdad en nuestro territorio, desde los tiempos coloniales hasta la actualidad.
Financiada por el CONICET, la iniciativa “ha permitido establecer un diálogo y una reflexión que hoy es fundamental sobre uno de los problemas mundiales más acuciantes de la actualidad”, sintetiza Goldman.
A semanas del centenario, la directora resumió en un folleto conmemorativo su apuesta en el futuro del establecimiento: “Nuestro gran desafío es preservar su rica historia, su vida institucional, su diversidad de objetos de investigación, su vinculación con la enseñanza y su trabajo colectivo plural para darle aún mayor proyección científica y académica nacional e internacional”.