Lionel Messi, en un partido del Barcelona contra el Osasuna en el Cam Nou, se sacó la camiseta del Barsa y tenía debajo una de Newell’s del 1993, con el 10 en la espalda. Tiró besos al cielo y se quedó unos cuantos segundos con los brazos extendidos en un abrazo emocionante. “Me quedo con todos los momentos lindos vividos con él”, dijo en una especie de síntesis del pensamiento de quienes desde cerca o desde lejos lo quisieron bien.

Esa imagen es la primera que aparece, la parte central de un impresionante collage que se me va armando casi sin proponérmelo en este año sin Diego. ¿Quién no recuerda a esos dos hinchas, uno con la camiseta de River y el otro con la camiseta de Boca llorando abrazos, desconsolados en las cercanías de la Casa Rosada? ¿Qué otro podía haber sido capaz de generar un abrazo tan simbólico como ese?

Sumo la foto de Dalma Maradona, sonriente en el medio de Miguel Rep y de Lita Boitano, de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Fue durante un acto de homenaje a Diego que se celebró el 6 de noviembre pasado en la Ex Esma. Lita Boitano, con la frescura de sus 90 primaveras, recordó qué Diego había estado siempre cerca de los organismos defensores de los derechos humanos y dejó muda a la emocionada Dalma. Con pocas palabras, pero con el genial Pedro Saborido tirando centros, Rep presentó ese día el libro Diego, nacido para molestar. Se hubiera sentido muy feliz en ese ámbito Diego, se hubiera divertido mucho con ese libro que lo baja del bronce y que recorre su turbulenta vida, en la que siempre se asoma con su cabeza de rulos y su condición de máximo ídolo del fútbol nacional.

Las imágenes se entremezclan y van adquiriendo cada vez más potencia: El fotógrafo Carlos Alberto Tolosa se caminó todo en la búsqueda de tesoros murales en la Capital y en varios barrios y pueblitos de la Provincia e Buenos Aires. Diego con la camiseta de la Selección, de Boca o de Argentinos Juniors, de Newell’s o del Napoli juega, salta, gambetea, sueña, mira desafiante, interpela, ríe, casi siempre solo, y en algunas paredes con la Tota y Don Diego, con Perón, el Che Guevara o Gardel. Todos los Diego son posibles en esos murales. También lo son en el libro Mi Diego, de nuestro compañero Alejandro Duchini, en las obras de Julio Ferrer, de Fernando Signorini, Luciano Wernicke y Fernando Molina, en las Crónicas Maradonianas, en Todo Diego es político, centrado en once textos escritos por mujeres. "El libro -dicen las chicas- se excede entre el verbo y la carne, irrumpe en el banquete de los dioses y baila sobre la mesa al ritmo de la cumbia. Su pulsión celebratoria no tarda en desembocar en un aquelarre maradoniano. Para entrar acá no hay que abandonar la esperanza, alcanza con abandonar las caretas y hundirse en el barro”.

Cumplimos un año sin Diego. Las imágenes de todos los collages en las cabezas de cada uno de nosotros también son parte de un tiempo con Diego siempre presente.