El eslabón de confección y fabricación de indumentaria en el país es reconocido por enfrentar un elevado nivel de informalidad laboral, que alcanzaba al 72 por ciento de los ocupados de la confección en 2019. En la conferencia anual de la industria que organiza la fundación ProTejer, esta problemática no pasó desapercibida y los empresarios presentaron como posible respuesta la creación y fortalecimiento de polos de confección.
Son alrededor de 200 mil personas que se dedican a la fabricación de indumentaria y otras confecciones en el país. A su vez, se trata del eslabón más atomizado de la cadena, dado que está conformado por un gran número de micro y pequeñas empresas y talleres, muchos familiares. La informalidad, que es estructural pero se profundizó durante el macrismo, fue abordada durante la Convención anual de la Fundación ProTejer.
"Durante el gobierno de Mauricio Macri se perdieron 25 mil puestos de trabajo registrados y creció la informalidad. La pandemia profundizó esta crisis", ilustró el presidente de la entidad, Yael Kim. "Nos encontramos en la actualidad con un segmento marginado, que está por fuera del paraguas del Estado, sin acceso a las políticas de promoción industrial o de financiamiento productivo, posicionándose como el eslabón de mayor debilidad relativa dentro de nuestra cadena de valor", indicaron en ProTejer.
La atomización y la alta informalidad es el resultado del cambio estructural que vivió la Argentina durante los '90. Bajo un modelo de apertura comercial, apreciación cambiaria y desregulación financiera, se dio lugar a un proceso de desprendimiento de las marcas de la actividad de la confección puertas adentro y, a su vez, de fuerte proliferación de pequeños talleres informales. Estos últimos compiten a costa de sus bajos costos laborales y evasión impositiva, ofreciendo condiciones de trabajo poco dignas y en muchos casos con escaso cumplimiento de requisitos mínimos de seguridad e higiene.
Polos de confección
Una de las medidas que evalúa el sector a fin de mitigar esta problemática es la creación y fortalecimiento de polos de confección. "Lo que se propone es que el Estado otorgue a las empresas radicadas en estos polos una serie de beneficios fiscales extraordinarios y de promoción industrial que contribuyan a la generación de empleo y preferencias para el acceso a programas de financiamiento que tengan como fin incorporar tecnologías y aumentar la productividad. Además, complementar este esquema con la provisión de servicios de formación continua para capacitar al personal en el oficio. Esta propuesta resulta más atractiva si se consideran todas las externalidades positivas que tienen los modelos asociativos conformados por varias empresas con un objetivo en común", detallaron fuentes del sector.
Un modelo exitoso en este sentido es la creación de una planta de confección inaugurada recientemente en Catamarca, que fue conformada con la unión de cinco marcas muy reconocidas en el país - Billabong, Gepetto, Azzaro, Grisino y Jazmín Chebar-, bajo un esquema de incentivos públicos fiscales, laborales y financieros. "En este caso se dio un fenómeno particularmente interesante y valioso para el cambio estructural de la cadena de valor: las marcas vuelven a ser protagonistas de la manufactura, volviendo a abrazar a la confección en el país, elemento clave para reactivar la generación de empleo donde más se necesita", explicaron desde ProTejer.
La realidad de la fabricación de indumentaria y otros artículos confeccionados contrasta fuertemente con la estructura del resto de los eslabones de la cadena textil. Mientras que la confección es mano de obra intensiva, con altos niveles de informalidad y realiza escasas inversiones en tecnología para aumentar la productividad; la fabricación de hilados y tejidos son ramas capital intensivas, con mayor productividad por trabajador, conformadas por empresas de mayor tamaño, con tecnología de punta y modernas.