River empezó a salir campeón la noche en la que Atlético Mineiro lo pasó por encima en Belo Horizonte, le ganó 3 a 0 y lo sacó de la Copa Libertadores en octavos de final. Con el panorama despejado de compromisos internacionales, Marcelo Gallardo calibró su mirada y le apuntó al campeonato local: River no ganaba uno desde 2014 y esa era la única asignatura pendiente de un histórico ciclo.
La consagración llegó en la noche de este jueves. Con cuatro fechas de anticipación y una ventaja acaso impensada cuando se tomó la punta en la 14ª fecha, después de ganarle el superclásico a Boca por 2 a 1. Que en apenas ocho fechas se haya distanciado tanto de sus rivales habla más de la mediocridad de la competencia en si que de los reales méritos de un equipo bueno, pero que de ninguna manera parece destinado a hacer historia.
Gallardo debió rearmar dos veces a este River. Primero para compensar los jugadores que se le fueron cayendo por sus ventas al exterior (Exequiel Palacios, Juan Fernando Quintero, Ignacio Scocco, Lucas Pratto, Lucas Martínez Quarta, Ignacio Fernández, Rafael Santos Borré y Gonzalo Montiel). Después, para acomodar sus piezas ante las lesiones que le fueron castigando el plantel: Matías Suárez debió ser operado de su rodilla derecha, Fabrizio Angileri pasó más tiempo en los consultorios que en la cancha, Felipe Peña Biafore se rompió los ligamentos cruzados tambien de su rodilla derecha y ahora, Enzo Pérez se luxó el codo izquierdo y se quedó fuera de los partidos finales.
Aparecieron entonces en escena, algunos juveniles como Santiago Simón y Lucas Rollheiser, que el técnico venía llevando a fuego lento. Y explotó Julian Alvarez, la gran figura del campeonato: hizo 14 goles en los últimos 10 partidos y es acaso, uno de las grandes responsables de este título: ningún jugador resultó tan determinante como él. Pero no sólo fue River la inspiración de jugador en estado de gracia. Hay varias razones más que explican la intensa felicidad que se vivió anoche en el viejo estadio Monumental.
Gallardo tuvo ideas claras. Y las supo explicar y aplicar. Sin dejar de preocuparse por lo defensivo, el técnico puso el acento en el funcionamiento ofensivo y aportó variantes para que, a partir de una presión alta y rigurosa, la pelota se moviera con pases rápidos y fuertes y cinco o seis jugadores llegaran al area rival en cada jugada. De los últimos 36 puntos, River ganó 32 (sólo empató de visitante ante Independiente y Estudiantes) y en el embalaje de esas 12 fechas demoledoras, construyó la diferencia que anoche le permitió salir campeón por nocaut. Cuatro fechas antes y con fútbol y eficacia en proporciones parecidas.