Si Marcelo Gallardo tenía alguna deuda pendiente en su paso como entrenador de River, este jueves la terminó de saldar: con el triunfo ante Racing, el Muñeco llevó a su equipo al título de la Liga Profesional, con lo que por fin pudo festejar un campeonato local. Si bien celebró dos Copas Libertadores, una Copa Sudamericana y tres Copas Argentinas, además de otros trofeos menores, el certamen doméstico era una asignatura que le restaba aprobar en un ciclo que comenzó a mediados de 2014 y que, por el momento, no se sabe su fecha de vencimiento.
“No tengo esa cuenta pendiente. Lo quiero ganar, tengo ese deseo. Pero no me mueve el piso", aseguró Gallardo en septiembre, después de golear 4-1 a Newell's en Rosario, cuando su River comenzaba a perfilarse como principal favorito al título. Sin embargo, por su espíritu competitivo y perfeccionista, dificilmente esa declaración haya sido 100 por ciento cierta, sobre todo porque ya habían pasado siete torneos
Resulta curioso que una de las etapas más exitosas en la historia del club -para muchos, la más exitosa- coincida con la segunda racha peor sin coronas locales desde que se instauró en el profesionalismo, después de los famosos 18 años entre 1957 y 1975. Pero diferentes factores se conjugaron para que River pasara siete años y medio sin títulos locales, en coincidencia con lo que lleva de vida el ciclo Gallardo. El técnico asumió en julio de 2014, luego de que el entonces conjunto dirigido por Ramón Díaz diera la vuelta olímpica en el Torneo Final tras golear 5-0 a Quilmes. Y si bien su impronta se vio desde los primeros partidos, la doble competencia siempre fue un factor que conspiró contra la chance de ganar trofeos locales.
A poco de asumir, el primer River del Muñeco tuvo el título al alcance de la mano. Llegó líder y con un solo partido perdido a tres fechas del final para enfrentarse a Racing, que era su escolta. Sin embargo, el partido clave cayó en medio de las semifinales de la Sudamericana ante Boca, una serie fundacional en el ciclo Gallardo. Ante esa disyuntiva, el DT priorizó el torneo internacional, puso suplentes en Avellaneda y cayó 1-0 por un gol en contra de Ramiro Funes Mori, resultado que catapultó a Racing hacia el título. Si bien River ganó los dos partidos que le restaban, el conjunto que lideraba Diego Milito hizo lo propio y levantó el trofeo, aunque el festejo por la corona de la Sudamericana ante Atlético Nacional opacó aquella frustración.
Otra gran oportunidad que tuvo fue en el Campeonato 2016/2017, cuando finalizó subcampeón detrás de Boca. Por sus compromisos coperos dejó muchos puntos en el comienzo del torneo y llegó a quedar a 11 del líder. Ya más liberado y después de vencer a Boca 3-1 en la Bombonera, el equipo de Gallardo encadenó victorias hasta depender de sí mismo: con el empate xeneize ante Huracán en la fecha 26, River quedó a cinco puntos, con un partido pendiente ante Atlético Tucumán y el encuentro de esa jornada ante Central. El 0-0 en el Monumental ante los rosarinos le quitó la chance de ir por la punta, mientras que el sueño de arrebatarle el título a su eterno rival se esfumó en las siguientes dos fechas con derrotas como visitante 2-1 ante San Lorenzo y 3-2 como local ante Racing.
La mayor frustración a nivel local se dio otra vez ante Boca, justo antes del arranque de la pandemia. Después de arribar a la final de la Libertadores por segunda edición consecutiva, River llegó puntero al receso de verano, con siete fechas por jugar. Cinco triunfos seguidos lo dejaron con tres puntos de ventaja sobre el Boca de Russo, con dos partidos por delante. Sin embargo, los empates ante Defensa y Justicia en el Monumental y ante Atlético en Tucumán, sumados a dos triunfos xeneizes lo dejaron con un subcampeonato con gusto a nada.
Por eso, si bien no le "movía el piso", en la intimidad tenía una espina clavada, difícil de digerir para un técnico que se retroalimenta con los éxitos y que cada objetivo logrado le sirve de trampolín para el siguiente. Pero por las dudas, si había una cuenta pendiente, este jueves ya fue debidamente saldada.