“De cualquier modo, va a estar bien”, vaticina Julián Kartun, cantante de El Kuelgue, sobre el recital que ofrecerá su grupo el 27 de noviembre en el Movistar Arena. Además revela un dato no menor. “Nos queda cerca a varios de nosotros. La mayoría es de Villa Crespo y algunos somos hinchas de Atlanta. El estadio está al lado”. Más allá del guiño al Bohemio, el show servirá para presentar su flamante álbum de estudio: Cuentito. “Estamos ensayando mucho, haciendo que las canciones nuevas salgan lindas y armando una lista que incluirá temas de los otros discos”, describe el artista. “La intención no es lanzar el disco ahí. Será lo mismo que venimos mostrando, a lo que le sumaremos nuevas puestas. Nuestro show estaba en un gran momento hasta que se cortó todo de repente. Estos meses nos permitieron perfeccionarlo”.
Salvo por el streaming que ofreció en septiembre del año pasado, en el mismo predio que le albergará el sábado, la banda optó por el bajo perfil durante la cuarentena. Aunque nunca dejó de trabajar. “Para nosotros estuvo bravo”, reconoce el frontman. “Por momentos estuvimos apagados y en otros tristes, con pocas ganas de hacer cosas. Esta época nos sirvió para ver dónde estábamos parados”. No se trata de un lugar común. “Empecé a pensar más en mí y no en el carro de la locura del mundo. Incorporé nuevos hábitos que antes no podía probar porque nunca tenía tiempo”, afirma. “Esa vieja normalidad no estaba buena. Creo que nos vino bien lo que sucedió. Como artistas, estamos con ganas”. Sin embargo, más que pandémico, Kartún describe a Cuentito como un álbum “pandemial”. “Es contemporáneo y muy collage”.
Al momento de buscar el hilo narrativo entre músicas diferentes entre sí, el título del disco generó la homogeneidad que precisaba el sexteto para desarrollarlo. “La idea del collage representa un poco la lírica y poesía de El Kuelgue”, revela el cantante. “‘Cuento’, ‘cuentito’, ‘contar’... Se me venía mucho todo el tiempo. Cuando me di cuenta de que la palabra estaba presente en varios temas, sentí que resumía el disco bastante bien”. Vale la pena aclarar que el imaginario del cuarto álbum del grupo, lanzado el pasado 30 de septiembre, se planta desde la formalidad del relato, en antagonía a ese lugar popular en el que coinciden el verso y el chamuyo. “Nos paramos desde la leyenda, el mito, la fábula”, enumera. “Contamos cuentitos con diferentes protagonistas”.
-¿Esta vez estableciste alguna dinámica o ejercicio compositivo diferente al de los discos anteriores?
-En general, trabajo mucho con la improvisación y asociación libre. Pero sí hay un momento de corrección y de ver qué es lo que pide la canción, para dónde va la historia. Teniendo tanto tiempo al pedo en mi terraza, escuchaba los temas una y otra vez. Trataba de entender qué decían y me emocionaba. “Alto vuelo” es un candombe que habla de los ancestros, del encierro y de la capital. Medio que se juntaron cosas ahí. La idea es no caer en la solemnidad o en la historia fácil de entender. Para mí es más potente una imagen que se pueda armar cualquiera en la cabeza a bajar línea.
-Directa o indirectamente, los músicos se sintieron en la obligación moral de hacer algún tipo de alusión en sus canciones a este momento rarísimo en la historia de la humanidad. ¿Les pasó lo mismo con este disco?
-Salvo por “Alto vuelo”, en el resto de las canciones no existió esa necesidad. Si bien puede que algo relacionado con la pandemia aparezca medio como metáfora en algunos momentos, no hubo una idea de tener que dejar por sentado que Cuartito se compuso en esta época.
-Para ser “pandemial”, como bien describiste, es curioso que el disco abra con un tema que trata sobre el movimiento.
-“El bondi” fue compuesta antes de la pandemia, en un micro de gira. Después vino todo lo demás. Me dieron ganas de profundizar sobre la idea del movimiento cuando estábamos encerrados. Es la canción diferente del disco.
-“Galope” es al menos otro título que invita a pensar en la circulación…
-Es verdad. Pero si te fijás, la letra hace referencia al inevitable cambio del ser humano tras una situación así. Hay una cabeza nueva, aunque no sé si será buena o mala. No hay un juicio.
-¿Cómo fue el proceso de grabación con una pandemia y una cuarentena de por medio?
-Hubo mucho de laburo de cada uno en su casa y después, inevitablemente, entramos en el estudio, siempre adaptándonos a los protocolos del lugar. Nos encontrábamos de a dos o de a tres. Es algo que en otros discos de El Kuelgue no se hizo y en los que el trabajo fue más grupal.
-Si nada de esto hubiera sucedido, ¿creés que el acabado hubiese sido diferente?
-Andando se producen las mejores cosas. De pronto tenés cuatro temas y ya creés que hay un disco. Cuando los estás grabando, salen cuatro más que terminan siendo los mejores. Y en este caso pasó eso. Que haya aparecido la palabra “cuento”, nos ayudó a armar el guión de la idea final. En un momento más caótico, hubiera sido algo más desordenado, pero la quietud y el tiempo de pensar nos ayudó a ordenar.
-A diferencia de sus álbumes anteriores, que contienen entre 12 y 15 canciones, éste pareciera estar más ajustado al algoritmo de Spotify: tiene apenas ocho.
-Sacamos el EP Fierrín (Lado A) y luego dos singles. Podríamos haberlos metido en este disco, pero cambiamos la metodología y los dejamos ahí. Y arrancamos de nuevo con este de ocho. Si bien siempre queda algo fuera, me parece que estaba bien la duración. Cerraba bastante el concepto y la forma de grabación.
Aparte de Nico Cotton y Adrián Pellegrini, el otro productor del disco es el rapero Emanero. El ademán representa un justo reconocimiento a uno de los próceres del hip hop argentino así como una sorpresa, porque no hay nada parecido a un rap en el disco. O al menos así parece. “Siempre me gustó mucho lo que él hace, su forma de producir sus canciones”, reconoce Kartún acerca de un trabajo que tiene como invitada estelar a la cantautora mexicana Julieta Venegas. “Me parecía que este tema (“Galope”) era muy deforme y difícil de encarar. Se lo propuse y le gustó. Tiene cositas urbanas. La base del estribillo es rapera, al igual que los efectos de las voces. Fueron grabados analógicamente, pero después pasaron por un proceso para ponerlos de forma más moderna. Confiaba en que iba a ir por ese lado”.
-Si bien no deja de ser su disco más rioplatense, las sorpresas se hallan en el bolero “La mirada” y en la chacarera “View Master”. ¿Cómo surgió la idea de abrir el espectro hacia otros estilos?
-En general, hay poco intencional. Tiene que ver más con hacia dónde te llevan las influencias o la música que estás escuchando. O lo que te sale. Ahora estamos pensando canciones nuevas y medio que nos salen hacia ese lado. Nos gustan el folklore y el candombe, aunque los temas más poperos o rockeros fluyen de las zapadas. Con el correr de los discos, aparece un “sonido Kuelgue” que tiene que ver cada vez más con el Río de la Plata.
-Pero el público los percibe como una banda pop, quizá por el circuito que frecuentan y por los artistas con los que generaron camaradería.
-Nunca nos autopercibimos ni rock ni pop. Si bien hace un par de años que formamos parte de la escena del rock y los festivales, no estamos muy cerca del rock nacional. El camino que elegimos no es el más fácil pero es el que nos pasó porque estamos influidos por un montón de cosas. A la hora de elegir un género, es muy difícil definirlo. Si nos sale una chacarera, iremos por ahí.
-Tomando en cuenta que son difíciles de clasificar, ¿suponés que el público entendió que El Kuelgue no es una cosa ni la otra?
-Creo que el público está muy pillo. Tiene acceso a cualquier estilo musical, de cualquier época de la historia. Lo mismo nos pasa a nosotros, cuando aparece algo más televisivo, cuando hacemos referencias a los '90 o cuando tocamos un candombe. Ya fue lo de la dualidad de sos hardcore o de los Stones, o del Soda versus los Redondos.
-Con tanto lobby dando vueltas en la escena, ¿sentís que el hecho artístico se diluyó?
-Puede ser que la cosa se haya convertido en algo más volátil y chata, sin tanta profundidad. Creo que está bien que pase. No está bien ni mal. Tampoco hay una necesidad del artista de trascender y dejar un legado. Es medio vivir el momento. De la misma forma que el público está abierto a diferentes géneros, también se da cuenta cuando algo es falso. Y cae solo.
-Luego de estar más de un año sin tocar, ¿cómo se preparan para esta vorágine que se viene?
-Tenemos varias fechas cerradas en la Argentina y el exterior. Volvieron las ganas y los ensayos. La primavera es la época más linda para ver gente y moverse. Cambió el ánimo de la gente y eso nos juega a favor. Como artistas, estamos con ganas. Luego de un año de encierro, se viene todo lo contrario.