Michel Temer pende de un hilo tras la difusión de que existe un audio en el que avala el pago de coimas al detenido Eduardo Cunha, uno de sus grandes aliados en el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff. Fuera de las fronteras brasileñas, su principal aliado, primero silencioso y luego explícito, fue el presidente argentino Mauricio Macri.

Desde el inicio del proceso de destitución de Rousseff, el gobierno de Macri se negó a condenar ese golpe parlamentario con la excusa del “respeto institucional”. Mientras Dilma estuvo suspendida, Macri recibió en mayo del año pasado en la Casa Rosada al canciller golpista José Serra, en el primer gesto de apoyo explícito al gobierno de Temer.

Una vez consumada la destitución de Rousseff en una escandalosa sesión del Congreso brasileño en agosto de 2016, el Gobierno argentino fue el primero en reconocer la legitimidad del nuevo Ejecutivo encabezado por Temer. La Cancillería se limitó a expresar que “respeta el proceso verificado en el hermano país y reafirma su voluntad de continuar por el camino de una real integración”.

Macri encontró en el reemplazante de Rousseff a un aliado en sus planes de abrir el Mercosur a tratados de libre comercio. Temer fue recibido con pompa en octubre de ese año, apenas un mes después de su asunción. Los mandatarios compartieron un gran asado en la Quinta de Olivos, lejos de las protestas de brasileños y argentinos contra el golpista.

Se reunieron a solas, firmaron acuerdos y en una conferencia de prensa expresaron sus deseos de acercarse a la Alianza del Pacífico y de explorar acuerdos de libre comercio desde el Mercosur. También coincidieron en condenar al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

 En la  conferencia de prensa, Macri quiso terminar con una broma en portuñol:

–Con Brasil está tudo bem, tudo joia y tudo legal. ¿No?

–A eso apostamos –contestó Temer.

 

Luego Macri retribuyó la visita a su aliado y viajó a Brasilia en febrero de este año, mientras la imagen de Temer se derrumbaba en su país. Fue la primera visita de Estado que recibió en nueve meses el mandatario brasileño.

Hoy Temer aseguró que no renunciará y pidió una rápida investigación de la acusación en su contra. Por ahora el Gobierno argentino no se pronunció sobre el escándalo en Brasil.