“¿Está muerto el feminismo?”. La pregunta apareció en una portada de la revista Time de 1998, célebre por la contundencia del mensaje y culminar la evolución de dicho movimiento con el rostro de Ally McBeal. La protagonista de la comedia en cuestión era moderna, imaginativa, dependiente de su ex, lo suficientemente fresca como para llamar la atención y contradictoria como para caerle por sus mohínes, frivolidad y tailleurcitos XS. La tapa provocó tanto runrún (¿un personaje ficcional al lado de popes como Betty Friedan y Gloria Steinem?) que hasta la propia serie se hizo eco del tema en un episodio. Afín a su estilo, Ally contó un sueño: la emblemática publicación la había catalogado como “la cara del nuevo feminismo”.
Casi un cuarto de siglo más tarde, el tópico de la representación se reinstala con roles multidimensionales. Pueden ser indescifrables (Wanda Maximoff en WandaVision), hacerse eco de la violencia de género (Alex de Las cosas por limpiar) o del #MeToo (The Morning Show), y hasta alimenten el debate en las redes están con sus posturas y frases picantes. Basta tipiar “female gaze” (mirada femenina) y “woke culture” (cultura del despertar) para adentrarse en el fascinante e interminable debate que hoy en día sacude a la industria audiovisual anglosajona. Las últimas entregas de premios de la industria se hicieron eco de esta cuestión. Por lo que vale preguntarse: ¿la era dorada de la tevé despidió a los estereotipos para las mujeres? ¿La nueva tendencia esconde un “empoderamiento edulcorado”? ¿Hay una tercera vía para personajes menos arquetípicos? El canal de YouTube “The Take” da su dictamen con una decena de videos explicativos y demoledores de clisés: la rarita, la canchera, la femme fatale, la girly girl, la manic pixie dream girl, la vecinita, la salvadora blanca, la exnovia loca y un largo etcétera de maniquíes ficcionales que abundaron –y aún persisten- en la narrativa audiovisual.
Signo de los tiempos, el reboot animado de He-Man, Amos del universo: revelación, decidió ubicar al macho alfa de corte taza como un mero actor de reparto y darle prioridad a las historias de Teela y Evil-Lyn. Cabe decir que el desembarco del discurso de género en Eternia fue recibido con aplausos, pero también con acusaciones de oportunismo para su creador, Kevin Smith. En esta línea, el video del canal de YouTube “Baggage Claim” describió como “tóxica” la composición de heroínas de Batwoman y Dr. Who. Acusaba a dichas franquicias de su feminismo con fórceps en desmedro de los personajes y la historia por contar.
Maeve de Sex Education, por su parte, es de esos personajes que pareciera hablar dentro y fuera de la historia. “¿Tengo acaso el look de padecer el síndrome de Cenicienta?”, chicaneó la chica a Otis Milburn cuando éste le preguntó si creía en eso de “vivir felices para siempre”. “Los hombres son idiotas y la castración selectiva es su única salida”, sacudió en otro momento. Ok, puede que la serie de Laurie Nunn se aferre demasiado al tropos de la chica dura -y al instrumento de la “pareja de los sueños” para sus dos protagonistas-, pero ese recurso habilita el prisma para trabajar situaciones invisibilizadas. Más allá de los one liners y los fuck you siempre efectivos de la adolescente, el episodio en el que decide interrumpir su embarazo supuso uno de las defensas más contundentes a favor del aborto legal.
¿Y qué hay de Siobhan Roy de Succession? En ese campo minado de riqueza, poder y cinismo, ningún personaje tan insondable como el suyo. Sarah Snook le da vida a una domadora de tiburones, intensa y glacial, pasó de sempiterna niña mimada a demostrar porqué es la más avispada de todos los sucesores del Logan Roy. La única con los ovarios como para batirle la justa a su viejo, golpear a sus hermanos donde más duele y dejar enclenque a su esposo. La fricción con Gerry Kellman, la nueva CEO del conglomerado empresarial de Waystar Royco, es evidente peo no en el sentido del catfight. “Shiv es a menudo una de las pocas mujeres en el cuarto donde se toman las decisiones, pero Gerri ha estado allí durante muchísimos años como la incondicional y a la vanguardia de ese cambio también. Creo que es una diferenciación entre los dos enfoques femeninos, Gerri tal vez ha estado más cabizbaja, callada, abotonada, cautelosa de cada movimiento que la hizo llegar a la cima, Shiv puede ser más franca y ruidosa. Tal vez sea una cuestión de personalidad o tal vez sea un tipo diferente de feminismo, pero tal vez sea una combinación de ambos”, le dijo la actriz australiana a Indiewire. En Succession abunda la misoginia, pero la incomodidad también puede tener cara de mujer.
Hacks ofrece otro juego de opuestos. La comedia se basa en las antípodas –generacionales, ideológicas y hormonales- entre Deborah Vance (Jean Smart) y Ava (Hannah Einbinder). La primera es una legendaria y ácida comediante de Las Vegas, la otra es una guionista contratada para refrescar su material, tan millenial como avispada. Cultura de la cancelación, paso del tiempo y sexismo aparecen aquí como una reversión de pareja dispareja. O mejor dicho, de sororidad a los tumbos. Un detalle: el último informe elaborado por el Instituto Geena Davis sobre género en los medios (sí, lo fundó la actriz de Thelma & Louise) se enfoca en el derecho de las mujeres mayores de 50 años por estar en pantalla.
¿Qué hay de sus antecesoras? Carmela de Los Soprano, Hannah de Girls, Betty y Peggy de Mad Men, las presidiarias de Orange Is the New Black fueron baldazos de arena con sus retratos que limaron los corsets sociales. Ninguna hizo tanto como Fleabag. “Tengo la rara sensación de que soy avara, pervertida, egoísta, apática, cínica, depravada, una mujer moralmente en bancarrota que ni siquiera se puede llamar feminista”, se confesaba su protagonista (interpretada por su propia creadora Phoebe Waller-Bridge). ¿Masturbarse viendo un discurso de Barack Obama? ¿Querer tener sexo con un cura? ¿Escupir sangre? Sí, sí, y sí. Sus dos temporadas (apenas doce episodios de media hora) delinearon un nuevo Rubicón del retrato femenino.
Tras el listón que supuso aquella producción británica, parece natural adentrarse en series de sello autoral (Crazy Ex-Girlfriend de Rachel Bloom, Insecure de Issa Rea, I May Destroy You de Michaela Cole). La impresión es que la industria está poblada de showrunners como Jenji Kohan (Orange Is the New Black), Amy Sherman-Palladino (The Marvelous Mrs. Maisel), Jill Soloway (Transparent) o Shonda Rhimes (Grey’s Anatomy). Y en realidad se destacan por la elocuencia de sus trabajos. Todas las mencionadas, por otra parte, aparecen en la portada de Dueñas del show (Alpha Decay), el libro en el que Joy Press describió la “revolución” que están llevando a cabo las susodichas. “Simplemente hice una línea temporal de programas creados por mujeres. En el comienzo eran muy pocos por cada década. En los 2000 empezaron a ser uno o dos por año. Desde el 2015, es exponencial. Una locura”, dijo en una entrevista con Hazlitt.
En apenas unos días, llegará a HBO Max And Just Like That, la continuación de Sex & The City que explorará “la incluso aún más complicada realidad de la vida y la amistad” del grupete neoyorquino ahora con más de 50 años. Y desde hace unos meses circula el rumor que Calista Flockhart podría volver encarnar a Ally McBeal en una secuela de la serie a dos décadas de su final. ¿Soñará con ser la cara del feminismo? ¿A quién -o a quienes- pondría en su tapa hoy la revista Time?