Las diferencias entre el gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional sobre la proyección de crecimiento económico y el ritmo de disminución del déficit fiscal a partir de 2022 siguen demorando la posibilidad de un acuerdo. El ministro de Economía, Martín Guzmán, subió a “casi 10 por ciento” la estimación de avance del PIB para este año, casi 2 puntos más que los 8 que figuran en la ley de Presupuesto que el Poder Ejecutivo envió al Congreso a mitad de septiembre y todavía falta tratar. Esa mayor expansión dejará un arrastre estadístico más alto para 2022, llevando el pronóstico al rango de 5 por ciento, frente al 4 por ciento anterior.
Sin embargo, el FMI lo pone en duda. Los negociadores del organismo transmiten una visión menos optimista de lo que ocurrirá con la economía nacional. En especial, en 2022. Ubican el crecimiento entre 2,5 y 3,0 por ciento, prácticamente la mitad de lo que asegura el Gobierno. A mediados de octubre el Fondo publicó que Argentina tendrá un avance de 2,5 por ciento el próximo año.
Uno de los argumentos que exponen es que la pandemia todavía provoca gran incertidumbre, con la posibilidad de causar daños mayores a los previstos. Caída de los mercados, tensión financiera, impacto sobre la cotización de las materias primas son eventuales vientos de frente que el Fondo visualiza para Argentina. La reapertura de actividades es una de las claves del crecimiento de 10,9 por ciento hasta septiembre que registró el Indec, pero si volvieran las restricciones el impulso se vería comprometido.
Si la economía crece menos, concluye el FMI, la manera de bajar el déficit fiscal a la velocidad que reclama es con recorte del gasto público. El gobierno nacional lo rechaza y repite que eso solo abortaría el proceso de recuperación, haciendo más difícil el pago de la deuda.
“La economía crecerá casi 10 por ciento este año. La inversión también lo hará en el orden del 30 por ciento. Vemos números favorables en empleo y exportaciones. En concreto, hoy se ve progreso en la Argentina y el principal escollo es la deuda con el FMI, que se debe refinanciar en términos que permitan una recuperación de nuestra economía”, sentenció Guzmán.
“La economía está volando, las inversiones, la industria. Hay mucho de Vaca Muerta, del litio, de las automotrices, pero sobre todo hay muchas empresas medianas y chicas que están comprando maquinaria, ampliando plantas. Hay reinversión de utilidades. Están las alimenticias, las fábricas de maquinaria agrícola, son mayoría los sectores que están funcionando bien”, afirman en el gabinete económico.
Pero entonces aparece el escollo: la negociación pendiente de la deuda con el FMI. El pago de 1900 millones de dólares que el país debe afrontar a fines de diciembre debilitará las defensas del Banco Central en su pulseada con sectores financieros, con exportadores que presionan por una devaluación, lo mismo que grupos concentrados de la economía y medios de comunicación.
Si el acuerdo con el Fondo se demora más allá de fin de año y el organismo no habilita algún mecanismo para esquivar ese desembolso de 1900 millones, el escenario será más caliente en el verano. Entre enero y abril hay que efectuar pagos por 4700 millones de dólares, lo que a esta altura se presenta como una meta muy desafiante.
“El superávit comercial durante los primeros 9 meses del año acumula 12.322 millones de dólares y es el más alto desde 2008. Sin embargo las reservas netas solo aumentaron 2000 millones en lo que va del año y si se descuentan los DEG extraordinarios que giró el FMI hay una caía de 350 millones, prácticamente sin salida de divisas por turismo, con apenas 200 millones de pago de intereses de la deuda pública con acreedores privados en moneda extranjera y sin pagos de capital, el Banco Central no pudo engrosar las reservas internacionales este año”, describe Emmanuel Alvarez Agis en su último informe.
La conclusión es que mientras más se extienda la negociación con el FMI más difícil será administrar las presiones sobre el tipo de cambio. Eso retroalimenta las expectativas de devaluación y surgen todo tipo de maniobras especulativas o de evasión, como la subfacturación de exportaciones o la sobrefacturación de importaciones.
La debilidad estructural que dejó como herencia Mauricio Macri con el crédito impagable con el FMI, más la deuda fabulosa con acreedores privados, es algo con lo que el gobierno de Alberto Fernández debe lidiar. El liderazgo político para conducir al país por esa cornisa es fundamental y en ocasiones se presenta como un déficit de la gestión.
Es lo que ocurrió, por ejemplo, con las medidas que tomó esta semana el Banco Central para administrar los dólares disponibles. Por un lado flexibilizó el acceso a las divisas a las pymes para la importación de insumos y maquinarias, a fin de no frenar el proceso inversor. También restableció niveles de tenencia de moneda extranjera más altos para los bancos, aunque todavía muy menores en relación a los volúmenes que regían en el gobierno anterior. Bancos extranjeros con capacidad de lobby a través de sus gobiernos en el FMI venían pidiendo mayor flexibilidad una vez pasadas las elecciones.
La otra decisión de la autoridad monetaria fue prohibir el pago en cuotas con tarjeta de crédito de pasajes y servicios turísticos al exterior. “Las reservas son de toda la sociedad. Estamos en un momento de transición hasta que se alcance el acuerdo con el FMI y no podemos perder divisas subsidiando viajes de sectores que, en su gran mayoría, pueden costear pagos en efectivo”, argumentan en el Gobierno.
El déficit de divisas en la balanza del sector turismo llegó a un record de 10.900 millones de dólares en 2018. El mes más intenso fue enero de ese año, con un desequilibrio de 1800 millones de dólares. Economistas del oficialismo recuerdan el dato para contextualizar la decisión que tomó ahora el Banco Central. Para enero próximo se proyecta una demanda de divisas de 700 millones de dólares para viajes al exterior. El objetivo es reducir esa cifra.
“El gobierno de Macri cubría los gastos del turismo con los dólares de la deuda”, comparan.
“Estamos en una situación difícil. Perdimos dos elecciones, Kristalina Georvieva tiene menos poder en el FMI, Estados Unidos interviene más. David Lipton, si bien es un demócrata de Obama también es un duro”, describen en el gabinete económico. Lipton fue el número dos del Fondo cuando se aprobaron los préstamos por 57 mil millones de dólares a Macri y ahora ocupa un lugar clave como asesor del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
“Tenemos que cuidar las reservas”, insisten en el gobierno. “Los viajes no son prioridad”.