“Esta vuelta va a estar muy buena”, adelanta Juan Campodónico, al otro lado del Zoom, desde Montevideo. “Hace dos años que estamos sin actividad bajofondística. Es un placer volver a hacer música, y por sobre todo regresar a Buenos Aires con un recital”. Con esto, el prolífico artista uruguayo, quien se presentará con el grupo el próximo 16 de diciembre en el Teatro Coliseo, se refiere al reencuentro con el público porteño, porque la última vez que se le vio en esta orilla del Río de la Plata fue en el rol de productor del disco debut de Zoe Gotusso. 

“Me agarró la pandemia cuando estaba terminando ese material”, explica. “Estuvimos un par de meses trabajándolo acá. Por lo que no sentí mucho el encierro, porque en mi rubro de la producción, que es lo que hago casi todo el tiempo, estamos casi siempre encuarentenados. Y luego enganché algunas cosas más. Si bien es muy lindo lo que hago en el estudio, me hace bien juntarme con mis compañeros en el escenario”.

-¿Cómo fue la relación entre ustedes a lo largo de estos meses? ¿Estuvieron en contacto?

-La pandemia fue difícil para todo el mundo. En nuestro caso, dejamos de tocar dos años. Al mismo tiempo, fue un momento de introspección bastante interesante. Estuvimos en contacto, haciendo experimentos y colaboraciones a distancia. Hicimos una reversión de “Listo pa’ bailar” con Natalia Oreiro. Fue un experimento particular porque fue como juntar dos mundos diferentes. También el eclecticismo es parte de nuestra personalidad.

-Al menos a vos se te vio brindando testimonio en el documental Rompan todo…

-En una producción tan extensa, que involucra tantas cosas, hay que hacer un recorte. Para mí fue muy disfrutable ver la serie. Está bueno que me entrevistaran, y tuve un rol muy lindo en los últimos capítulos. Lo que pusieron de mi entrevista fue un cuento donde decía que el fabricante Fender, el de las guitarras, había dicho que el año pasado los mayores compradores de guitarras eléctricas fueron mujeres. Por tanto, el futuro del rock es mujer. Y aparte es muy interesante lo que está pasando con el lenguaje del rock. En algún momento pareció que había envejecido, y creo que no es así.

-¿Qué sostiene esa fe?

-Estuve en París, trabajando para la diseñadora uruguaya Gabriela Hearst, quien es a su vez la directora creativa de Chloé (prestigiosa casa de moda francesa). Dentro de ese ámbito es muy interesante los valores que tienen sobre la sustentabilidad. Aproveché que le estaba haciéndole la música a uno de sus desfiles, y me fui al Palais de Tokyo, que es un museo de arte contemporáneo muy hermoso, y había una muestra de la artista alemana Anne Imhof. Estaba inspirada totalmente en el metal, el hip hop, el trap y toda la cosa muy urbana, densa y radical. Y en algunos días de la performance tocaba Max Cavalera, antiguo cantante y guitarrista de Sepultura. Incluso había una conexión de la muestra con un desfile de Balenciaga, que tiene una estética muy rock y dark. A partir de ese sonido tan rockero y radical, y con esa tradición, que es un canal alternativo, sigue siendo un canal expresivo potente. Hasta en el mundo de las artes, capaz con otro sentido.

-La música ciudadana está lejos de que le suceda algo así. Parece cada vez más una pieza de colección. A pesar de eso, ¿creés que sigue siendo un canal expresivo potente?

-En el caso de Bajofondo, fue un parate. Un par de años sin actividad. Obviamente, hicimos algunas cosas vía Zoom. De hecho, hicimos una colaboración con el trapero argentino Ysy A (fruto de esa juntada nació el single “Sonido nativo del río”, y saldrá luego de los shows que preparan). Si tenés que definirlo, tiene algo de trap y de tango. Pero no deja de ser música ciudadana. Más allá del avance que tuvo la virtualidad en el momento pandémico, y pese a la distorsión que generan las plataformas, pareciera que el mundo empieza y termina en Spotify. Y no es tan así. La importancia cultural de algo no se puede medir en las playlist. Por eso me parece interesante el espejo que nos devolvió la pandemia, en el sentido de vernos muy conectados a lo virtual. Pero también comenzar a mirar con más ganas o interés lo que no pasa por ahí, las otras cosas que no tienen esta lógica de estadísticas. Estamos empezando a creer que la vida se está volviendo algoritmos, y en el mundo hay igualmente espacio para otras expresiones que no son cuantificables.

-Tampoco lo inclasificable.

-El abanico de influencias y de músicas que nos nutrieron se fue ampliando. Hace 20 años, en el comienzo, se hablaba de tango electrónico como nuestro estilo, y quizá sí partíamos de esa idea. Pero también venimos del rock. Y además en la música de Bajofondo hay soul, jazz, música electrónica y otras músicas de la región. Nuestra propuesta tomó una personalidad propia muy particular que no es fácil de identificar. Tiene el bandoneón, el violín, muchos giros y referencias a la música urbana rioplatense. sin embargo, hay otro montón de colores.

-Un género musical se sostiene mientras se siga experimentando. Por lo que sacarse el estigma de “tango club” les ayudó a poder abrirse a otras experiencias. Aunque no fue fácil para ustedes producir en función del mañana. Si Gustavo Santaolalla no fuera parte, ¿quién sabe qué hubiera sucedido con el proyecto?

-Lo interesante de Bajofondo es justamente la química entre las personas que lo componen. Tenerlo a Gustavo, que es un tremendo compositor, pero trabajando para este concepto musical, es un gran valor. Lo mismo que tenerlo a (Luciano) Supervielle, (Javier) Casalla o a (Martín) Ferres, que es un bandoneonista con cabeza de músico minimalista contemporáneo. Fue una experimentación que ha tenido recorrido, al punto de que hoy tenemos un estilo propio. Cuando comenzamos se referían a nosotros como “tango electrónico”, pero luego esa misma gente decía “onda bajofondo”. La música que hacemos tiene su propia identidad. Además, somos personas muy distintas que venimos de lugares diferentes. No sólo en nuestro bagaje musical, sino también como personas. Somos de ciudades distintas, con realidades distintas. Por eso para Bajofondo siempre es muy rica la experiencia de hacer cualquier cosa, como hacer un disco. De hecho, ahora empezamos a hacer uno.

-¿Y cómo se viene?

-Probablemente sea una vuelta a la electrónica. Cuando nos juntemos para hacer estos shows, será también una experiencia que enriquecerá lo que está por venir. Lo interesante es que estaremos con el octeto de cuerdas de Alejandro Terán.

-Terán se convirtió en un integrante del colectivo a partir de Aura, ¿no?

-Creo que sí. Probablemente no esté siempre, pero en este momento en el que seguimos tocando Aura, y en este período del grupo, él viene siendo un colaborador permanente desde el disco Mar dulce. Nunca estaba en los shows en vivo. Pero fue tan interesante su aporte en Aura que empezó a sumarse cada vez más. Aunque es carísimo movilizarnos con él porque es como otro Bajofondo aparte. Somos 16 músicos en escena. Si bien es difícil de articular, lo estamos haciendo en estas recorridas regionales. Es un placer, una selección de gente súper linda. Llevándolo a lo futbolero, cada uno tiene sus proyectos, pero cuando juega Bajofondo, juntamos a una selección de gente. Y lo más interesante es que puede convivir. Creo que una de las claves de la perdurabilidad es ésa.

-¿A qué te referís?

-Cada vez que pasa un tiempo en el que no tocamos, la gente pregunta si seguimos juntos. Es tan particular, especial y enriquecedor, tanto en lo personal como en lo musical, que todos lo valoramos muchísimo. A pesar de que tenemos nuestras cosas, las dejamos y le dedicamos tiempo a este proyecto. Ese compromiso lo tenemos todos. Así que habrá Bajofondo para rato.

La tesitura y resolución de su quinto álbum de estudio fue lo que le permitió al colectivo rioplatense aspirar en marzo pasado a un Grammy en la categoría “Mejor álbum latino de rock alternativo”. Premio que finalmente fue para Fito Páez por La conquista del espacio.Aura es un disco bien especial. Totalmente orgánico para nosotros, quienes siempre estuvimos más cerca de la electrónica”, describe el músico, quien se dio a conocer en América latina de la mano del grupo Peyote Asesino, proyecto que volvió recientemente al ruedo y gracias al que conoció a Gustavo Santaolalla. “Fue más tracción a sangre, lo tocamos todos juntos. Fue una experiencia muy distinta, incluso en la producción. Lo grabamos en esta sala en la que estoy ahora. No sé cómo entramos acá porque no es tan grande. Se trató de un formato completamente nuevo para Bajofondo. No tuvimos la chance de hacer grandes giras. Apenas salió, hicimos algunos shows y cayó la pandemia”.

-Pero casi ni lo tocaron…

-Tuve que repasar la música para recordar partes de las que no me acordaba. Fue muy pronto el corte. Somos de la idea de probar y experimentar. Como conté, ahora estamos empezando a hacer un disco más de corte electrónico.

-¿Por qué ese cambio tan radical, si recién llegaron a lo orgánico?

-No es lo que van a ver en el Coliseo, ni en esta serie de conciertos. Ahora sigue siendo el momento de Aura. Pero estamos haciendo una gran investigación dentro de la historia de la música electrónica. Si “tango era el de antes”, en broma decimos que “electrónica también era la de antes”. Queremos meternos con distintos momentos de ese movimiento que nos sirvan inspiración para lo que haremos.

-¿Pero la revisión es de la música electrónica docta o de la de clubes?

-Sin música electrónica académica no hubiera habido hip hop, porque a nadie se le hubiera ocurrido hacer un sample. Siempre hubo un diálogo. La música popular se ha “electronificado”. Pero a veces en ese recorrido está bueno volver a determinados momentos de experimentaciones y planteos musicales que en otro momento eran cosas muy de laboratorio. O muy boutique, o muy de pocas personas. Y tomar algo de eso que hoy en día pueda darle una nueva lectura.

-Justo esto que contás coincide con el diálogo de la música electrónica parida en clubes con la música clásica y el jazz.

-Hay un poco de eso. Pero Bajofondo no se casa con un sólo concepto, ni con un único autor cuando te ponés a samplear. Aunque la inspiración partirá de distintas eras, algunas más cercanas.

-Lo que les viene bien porque la mayoría de sus temas son instrumentales.

-Desde un comienzo, nuestra música fue mayormente instrumental. Pero con algunos vocales. Eso partió de una libertad para experimentar, y también las canciones vinieron de las formas musicales que fuimos encontrando. Las canciones no vinieron por la importancia de sus letras o de una propuesta verbal, sino de la música. Y eso es característico de nuestro estilo. Hay un lugar para la canción desde la impronta y el sonido. Aparte de los invitados que tuvimos, canta Gustavo Santaolalla, quien es un tremendo cantante y compositor.

-Cuando Bajofondo actúa allá, ¿la respuesta uruguaya es parecida a la argentina?

-Creo que en Uruguay, quizá por ser un país más pequeño, la respuesta fue más rápida. Tenemos un público súper fiel. Siempre nos han querido. Ese prejuicio que hubo al principio, de electrónica y tango, quedó en la noche los tiempos. Se valoró la labor no sólo colectiva sino también individual de cada uno de nosotros. Gustavo es muy querido acá desde la época de Arco Iris, por ejemplo. A partir de esos años se le aprecia mucho. Una vez me contó Fernando Cabrera que fue a un recital suyo en Montevideo. Ni siquiera había iniciado su carrera. Pero agarró uno de los temas que escuchó, e hizo una versión muy parecida. No recuerdo si eso fue un experimento. Lo cierto es que lo tiene como una influencia muy grande.

-Al momento de plasmarlo en la música, ¿qué orilla pesa más: la porteña o la montevideana?

-Creo que la relación entre Argentina y Uruguay es como dice la canción: “Rivales y hermanos”. Las dos cosas. Me parece que hay una tensión linda entre las ciudades y las costas del Río de la Plata. Son dos caras de una misma moneda, y eso es bien interesante. Hemos tenido la suerte en este proyecto, que partió con un argentino y un uruguayo, y tratamos de mantener el equilibrio entre la cantidad de integrantes, que esa forma se sostuviera. Es una de nuestras particularidades. No sé cuántos grupos hay con esa doble nacionalidad rioplatense.

 

Laboratorio de música

 

Junto con Gustavo Santaolalla, Juan Campodónico es considerado la otra mente creadora de Bajofondo. “El proyecto nace del mundo de la producción, a partir de una charla que tuvimos Gustavo y yo sobre cómo hacer una música que tuviera referencia a las raíces de la música rioplatenses y que al mismo tiempo hiciera referencias novedosas como la electrónica”, explica el artista uruguayo. “Dentro de Bajofondo hay un orden de cómo trabajamos, y tiene que ver cómo sale la propuesta desde la producción. Es algo bien característico nuestro, bastante conceptual. Primero es una idea, investiga y luego nos ponemos a hacer música. Siempre ha sido así. A lo largo de los discos, los distintos miembros del grupo han crecido en la composición. En el caso de Aura, la propuesta fue hacer un disco muy inmediato. Tocado en vivo y arreglado en mi estudio, Zorzal. Improvisamos mucho e hicimos largas zapadas, a diferencia de los trabajos anteriores, que eran más diseñados”. 

Volver a la ruta

En esta vuelta a los escenarios, el laboratorio musical que también integran Gabriel Casacuberta y la VJ Verónica Loza actuará en ambas orillas del Río de la Plata. Mientras que en Buenos Aires se presentará en el Teatro Coliseo el 16 de diciembre, a las 21, donde cerrará esta serie de recitales (su última actuación en la capital argentina sucedió en 2019), previamente lo hará en el Uruguay. La fiesta de la música ciudadana comenzará el 9 de diciembre en Montevideo, en el estadio Antel Arena. Sigue en Punta del Este dos días más tarde, y concluye su periplo uruguayo el 14 de diciembre.