Esta tarde, con un tríptico diverso, concluye la XXVIª Fiesta Provincial del Teatro. La celebración, que se inició el miércoles 24, completa hoy las 18 piezas que competirán por un lugar para representar a la provincia en la Fiesta Nacional.
Además de reactivar la escena artística, hoy el público podrá disfrutar a las 17 de “…del Guaira y otros vientos” (de Guaira Castilla), en La Ventolera (O’Higgins 585). A las 18.30, se expondrá la obra “La bestia y yo” (de Graciela Quipildor), en “El Teatrino” (Aniceto Latorre 1211) y a las 20, de "Paraná Porá” (de Maruja Bustamante), en la Sala Macacha Güemes de Usina Cultural (Juramento esquina España).
En ese marco, Salta/12 dialogó con Claudia Peña, directora de la puesta que cierra el evento y que algunos señalan como favorita. Con las actuaciones de María Morales My y Natalia Aparicio y la escenografía y luces de Fernando Arancibia, el texto describe el itinerario de dos mujeres en medio del caos. La Tierra se congeló cerca de los mares. En Argentina, la salida está Córdoba o la montaña. La Gringa, embarazada, y la Polaca bajan por el río Paraná. Llevan dos lanzas, una brújula, un bote y remos. Son dos mujeres que compartieron a un hombre. Las emociones, los obstáculos y los recuerdos se cruzan de maneras inesperadas. Así, Peña reflexiona sobre esta obra que es el resultado del trabajo conjunto entre los integrantes de La Faranda y Teatro Expansivo, dos notables grupos locales.
-La obra, original de 2010, plantea una especie de apocalipsis, ¿Cómo se resignifica hoy?
-La obra plantea un fin del mundo o algo que está sucediendo, porque se congela el Paraná. Es algo pensado en un contexto de catástrofe climática. Eso, lamentablemente, en este momento tiene mucha vigencia, en 2010 no era tanta.
Por otro lado, hemos podido trabajar en capas y hemos hecho una versión propia del texto de Maruja Bustamante. Nos pareció interesante enfocarnos en el vínculo que se va armando entre estas dos mujeres. Ellas tenían una relación con un mismo hombre. Eso está visto de una manera en 2010 y de otra en este momento. Nos ha parecido importante priorizar la relación entre ellas dos, que no tiene un buen comienzo porque en la sociedad en la que vivimos es difícil admitir el poliamor.
Eso después se va transformando. La pregunta sería si solamente se pueden transformar las relaciones en un contexto tan inhóspito, si realmente no podría existir la ternura entre las personas, si no hay otras alternativas. Esa es la pregunta que queda flotando y que nos parece interesante.
-La Polaca es fiambrera y la Gringa es maestra de escuela primaria. En ese punto, ¿aparece en el texto la diferencia de clases, opera en ese vínculo que se construye entre ambas?
-Según nosotres, en un contexto tan adverso, eso va desapareciendo. También, que una sea fiambrera y la otra maestra no nos pareció una gran diferencia. Son dos mujeres que están en una situación muy difícil. Y hemos puesto el ojo en una función afectiva, emocional, más profunda en el vínculo entre ellas dos.
La obra apela a poner en evidencia que hay algunas cuestiones que parecería que se están diluyendo. Eso no solo pasa porque el contexto es del fin del mundo.
De todas formas, insisto, trabajamos en capas, con una cuestión que queda bastante abierta e interpretaciones que tienen que ver con la propia vida del espectador. Es interesante que no demos un mensaje sobre todo categórico, porque no es momento de eso. Hemos querido trabajar sobre la incertidumbre y una cierta zona de cuestionamiento, de penumbra, en la que no podés asegurar nada de lo que está pasando y la única certeza es el desarrollo de una relación entre dos mujeres. Lo demás es una penumbra.
-Respecto de la incertidumbre, ¿considerás que los espectadores encontrarán un correlato con la pandemia?
-Sí, por supuesto. Cuando empezamos a armar la obra esa parte era anecdótica con respecto a lo otro que pasaba. A medida que fuimos trabajando, me di cuenta de que tenía mucho que ver porque ellas dos están como encerradas, en un botecito en medio del hielo. No pueden salir corriendo y todo es muy peligroso alrededor. La única posibilidad que tienen es estar juntas. Imagino que traerá mucha relación con lo que hemos pasado.
-¿Cuál es su expectativa sobre el resultado de la competencia y el hecho de que ustedes la cierren, por decirlo de algún modo?
-Nunca pienso en esas cosas. Creo que el orden en que nos programaron tiene que ver con temas de organización, de logística. Luego, la competencia que plantea el Instituto Nacional del Teatro trae beneficios económicos. La obra ganadora tiene programadas giras, más visibilidad, el elenco va al Nacional a mostrar su espectáculo. Todo eso hace que uno tenga ganas de ganar. Nadie compite para perder. Ahora, se presentan 18 obras. He visto algunas. Lamentablemente, no pude verlas todas, por compromisos previos. Estoy segura de que debemos competir con otras obras que tienen la misma posibilidad de nosotros de ganar. Ojalá que nos vaya bien.
-Después de muchas propuestas por streaming, presentan Paraná Porá en formato presencial ¿cómo viven este regreso a las tablas?
-Con mucha felicidad. El teatro es el público y lo demás. Es decir, el público es esencial. Sin eso no, por más que estuviéramos todos muy geniales, no existimos.
Ha sido muy duro. Tanto nosotros con La Faranda como las chicas de Teatro Expansivo ya hemos tenido experiencias presenciales. Hemos estado en Tecnópolis, en un festival en Villa Ballester y otro en Cosquín. La actitud del público es muy impresionante, como una reacción aumentada, como si hubiera una energía sobrante buscando donde canalizarse. Es conmocionante. La experiencia de volver es fuerte, contundente. Como diciendo “acá estamos todes para armar de nuevo la ilusión” que estuvo en pausa, en cuanto a lo presencial. El teatro como experiencia es único. El teatro impacta en lo social. Debería ser un impacto en el sentido de mejorar, de profundizar la experiencia de la vida de las personas. Además, creo que el teatro puede iluminar, provocar una reflexión en algún sentido, hacerte cambiar tu punto de vista. Eso es importantísimo en lo social. No solo profundizar en la vida cotidiana, sino cuestionarte.
Es muy importante en la sociedad tener un lugar donde las cosas pueden hacerte conocer de otra forma los hechos, la manera de sentir la vida. Eso es fundamental, más en esta época de tanto individualismo: no quedar encerrado en tu propio pequeño mundo. Lo digo también por mí. Es central que podamos analizar las cosas de otra manera, es una forma de sentir la alteridad, al otro. El teatro nos hace más empáticos, pero es más que eso: es una corriente de comprensión y de afecto de las cosas humanas.
-¿La efusividad tiene que ver con considerarnos sobrevivientes que es, en algún punto, una reflexión?
-Sí, hay algo de eso. No tengo la capacidad de darme cuenta bien qué es, porque yo también lo estoy atravesando. Eso es muy interesante: que todos estamos atravesando lo mismo a nivel mundial.
Estuvimos parados, quietos, pero cargando una
pila de energía. Entonces ahora no la sabemos administrar muy bien. Este
aumento de las sensaciones tiene que ver con que hemos habitado por mucho
tiempo la incertidumbre. Un poco de eso, todavía hay.