Tras la sanción de la Ley de Etiquetado Frontal, organizaciones que militaron la iniciativa ponen ahora el foco en las grasas trans. "Lo que pasó con etiquetado marcó un precedente. Los consumidores hoy exigen mayor transparencia y justicia a la hora de comer", contextualiza la coordinadora de Salud de la Fundación para el Desarrollo de Políticas Sustentables (Fundeps), Maga Merlo Vijarra. Esta agrupación, la Fundación Interamericana del Corazón (FIC Argentina), la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (Fagran), Consumidores Argentinos y la Sociedad Argentina de Nutrición y Alimentos Reales (Sanar) enviaron una propuesta a la Comisión Nacional de Alimentos (Conal) para que el país avance hacia una regulación de grasas trans más restrictiva y prohíba el uso de aceites parcialmente hidrogenados. "En la próxima reunión de la Conal, el 1° y 2 de diciembre, vamos a considerar este tema", asegura a este diario el secretario de Calidad en Salud del Ministerio de Salud, Arnaldo Medina.
Lo que está en discusión
En 2010 el país fue pionero en la regulación de grasas trans de origen industrial. El artículo 155 tris del Código Alimentario Argentino dispuso que el contenido de ácidos grasos trans (AGT) en los alimentos no debía ser mayor al 2 por ciento del total de grasas en aceites vegetales y margarinas destinadas al consumo directo y al 5 por ciento en el resto de los alimentos. "No obstante, actualmente existe una desactualización respecto a los límites que proponen los organismos internacionales, y es necesario que el Estado avance hacia mejores estándares de protección del derecho a la salud y a la alimentación adecuada", plantean las organizaciones en un informe.
En concreto, lo que pidieron a la Conal es establecer un límite máximo al contenido de AGT de producción industrial del 2 por ciento respecto a las grasas totales en todos los productos, incluyendo los utilizados como ingredientes y/o materias primas. También la prohibición del uso del aceite parcialmente hidrogenado.
"Nos creímos todos esta cuestión de la Argentina libre de grasas trans, de alto cumplimiento de la industria, de que estábamos yendo a un camino libre de ellas. Pero en el transcurso de este año, en medio de la batalla por la Ley de Etiquetado, profundizamos una investigación en grasas trans y aparecieron detalles que no son menores, que nos revelaron que no estamos tan bien como nos contaron", advierte el director ejecutivo de SANAR, Ignacio Porras.
Puntualiza en tres deficiencias: "De acuerdo a entrevistas realizadas en Bromatologías, las unidades provinciales encargadas de fiscalización, inscripción y monitoreo de alimentos, sólo tres cuentan con equipamiento para la fiscalización. Y no tienen la obligación de constatar que lo que hay en el paquete sea lo que dice el rótulo. Las inscripciones de alimentos son declaratorias: si yo produzco alfajores de maicena rellenos y te digo cuántas grasas trans tienen, en ningún momento tengo que presentar un análisis bioquímico para respaldarlo. Hay un montón de productos con la leyenda '0 por ciento grasas trans' pero nadie está obligado a constatar que realmente sea así. Además, falta personal capacitado para la fiscalización".
Un dato que deja en evidencia la problemática es que los estudios del Instituto Nacional de Alimentos para la fiscalización se aplican sobre 192 productos por año, cuando sólo en provincia de Buenos Aires son inscriptos entre 70 y 80 por día, grafica Porras.
Medina, uno de los representantes de la Conal, reafirma que la reducción de ácidos grasos trans en los alimentos "ya está en la agenda del ministerio". Añade que "se estima presentar en la Conal durante 2022 una propuesta de modificación al artículo 155 tris" que esté en línea con los objetivos propuestos por la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, "contemplando en forma integrada el contexto nacional productivo como de consumo de los alimentos, garantizando así alimentos más sanos, para prevenir enfermedades asociadas a los mismos y garantizar la salud pública de la población".
Las grasas que nada aportan
"Las grasas trans son ácidos grasos que naturalmente tenían una configuración; la industria la cambia para lograr mejor textura en los productos, mayor durabilidad y mejorar la palatabilidad", explica el licenciado en Nutrición. Son elaboradas mediante un proceso denominado "hidrogenación", que transforma los aceites vegetales líquidos en grasas semisólidas. Con estas grasas hidrogenadas se fabrican muchos productos de consumo habitual: margarinas, galletitas, baños de repostería, alfajores, barras de cereal, snacks, productos pre-cocidos (empanadas, croquetas, canelones, pizzas), tapas de pascualina, productos de panificación, amasados de pastelería. Se generan, además, naturalmente en el estómago de rumiantes, por lo que pueden hallarse en la leche y grasa de estos animales. No obstante, la proporción de grasas trans aportada de forma natural es pequeña respecto a la contenida en productos industriales.
Los aceites parcialmente hidrogenados son, por su parte, "grasa trans pura". Muchos restaurantes y locales de comida rápida los usan para freír alimentos porque pueden ser reutilizados muchas veces.
Continúa Porras: "Estos ácidos grasos bajan el colesterol bueno y suben el malo, y son completamente aterogénicos: forman ateroma en las arterias. Causan muertes súbitas por enfermedades cardiovasculares. Y esto es solamente por una cuestión de que a la industria le sirven porque el bizcochito queda crocante o dura más en la góndola. O para dar textura y plasticidad a un baño de repostería".
Hay una cifra de la OMS que es alarmante: el consumo de grasas trans de producción industrial provoca más de 500 mil muertes al año por cardiopatías coronarias. Se ha demostrado que aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular isquémico, inflamación, diabetes mellitus y cáncer, y de discapacidad y muerte prematura. En la Argentina las enfermedades coronarias son una de las principales causas de muerte (80.117 fallecimientos anuales aproximadamente). "No hay ningún beneficio para la salud. No aportan energías, no son protectoras; es absolutamente todo lo contrario", subraya el especialista.
Las grasas trans han quedado por fuera de la Ley de Etiquetado: "No se incluyeron porque en la Argentina ya hay legislación sobre esto, y porque la grasa trans no puede ser como el azúcar. No podemos aceptar el exceso y ya. No hay márgenes. Es cuanto menos, mejor. Hay que erradicarlas", puntualiza Porras.
La OMS recomienda que su ingesta se limite a menos del 1 por ciento de la ingesta calórica total (menos de 2,2 gramos por día en un régimen alimentario de 2 mil calorías). "Es el límite más chiquito de todos. Cuando hablamos de azúcar es 10; grasas totales, 30; saturadas, 10. Eso habla de la gravedad del nutriente crítico. A otros los necesitamos, como el sodio o el azúcar. A las grasas trans no. No cumplen ninguna función biológica".
"Desde la perspectiva del consumidor es un tema del cual hay poca información y la que hay no es clara ni precisa. La mayoría de las personas no sabe qué son las grasas trans, en qué alimentos las encuentra ni cuánto es el consumo diario recomendado", aporta María Rosner, de Consumidores Argentinos, y menciona distintos artículos de la ley 24.240, de defensa del consumidor, como el 4, 5 y 6, que establecen la obligación de quien produce y comercializa alimentos de informar sus riesgos. "Es necesario que se llame especialmente la atención, que se destaque y que se asegure que el consumidor conozca, comprenda y evalúe los riesgos tanto al momento de la compra como después."
Lo que falta regular
El informe de las organizaciones ahonda en el marco normativo nacional, regido por el Código Alimentario Argentino. En 2008, la OMS convocó a la formación de un grupo de trabajo llamado "Las Américas Libres de Grasas Trans" y en la Declaración de Río de Janeiro, del mismo año, se dispusieron recomendaciones a seguir por parte de los países suscriptores, entre ellos la Argentina, a fin de reducir paulatinamente la presencia de AGT en los productos. Dos años más tarde el país estableció en el Código Alimentario el artículo 155 tris.
"La experiencia fue revelando las deficiencias en la formulación de esta normativa. Daba lugar a interpretaciones diversas que hacían que las empresas no se adecuaran estrictamente a los estándares fijados y que la propia autoridad de aplicación --la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)-- adoptara criterios variados a la hora de exigir su cumplimiento", explican las organizaciones.
"Del artículo se desprendía que la restricción del 2 por ciento alcanzaba sólo a aceites vegetales y margarinas de consumo directo y no a los utilizados como materia prima por la industria. Por eso estaban siendo vendidos y usados sin respetar los límites impuestos", añaden. Ante esto, en 2018 la Conal propuso una modificación a la regulación que implicó un cambio en la redacción del artículo 155 tris. Se publicó en el Boletín Oficial recién el 21 de enero de 2021. Y entraría en vigencia en febrero del año próximo.
Hacia dónde mirar
La lucha de las organizaciones responde a que, pese a este cambio, las "interpretaciones diversas" en el sector industrial continúan. Interpretaciones que "avalan que aceites y margarinas usados como materias primas tengan el mismo límite que el resto de los alimentos". También, responde a lo que comentaba Porras acerca del monitoreo y la vigilancia y a la desactualización que hay en los números.
"En referencia a los antecedentes de trabajo y las metas propuestas por OPS/OMS para 2025, la ANMAT, a través del Instituto Nacional de Alimentos, continúa trabajando en el análisis y factibilidad de implementación de los nuevos límites, para lo cual se encuentra elaborando un diagnóstico de situación de los alimentos con presencia de grasas trans, cuyo objetivo es identificar a través de la información nutricional y listado de ingredientes su contenido y la/s materia/s grasa/s", dice la directora del INAL, Mónica López, también representante de la Conal. En base a este diagnóstico el organismo haría la modificación prevista para 2022.
Las organizaciones tienen una postura crítica en torno al desempeño de la Conal. "Históricamente ha sido un organismo donde la industria ha encontrado cauce para satisfacer sus intereses", cuestiona Merlo Vijarra. "Hoy las organizaciones de la sociedad civil queremos tomar participación en este espacio acercando la perspectiva de salud pública y de derechos humanos para la prevención de enfermedades. Las discusiones suscitadas en el ámbito de Conal, dado su esquema, han sido casi siempre a puertas cerradas, alejadas de la participación ciudadana", completa. La Comisión funciona bajo la órbita de las carteras de Salud y Agricultura.
Las agrupaciones hicieron su planteo al organismo en septiembre. "Además, hemos tenido reuniones con Bromatologías de algunas provincias y con algunos legisladores sensibilizados en temas de alimentación", añade Vijarra. Estas acciones se complementaron con una campaña en las redes sociales con la consigna "Chau grasas trans" y un importante estudio que se encuentra en proceso.
A nivel regional existen "muchos casos de países que han podido avanzar con políticas más rigurosas" que Argentina en torno a esta problemática. La abogada ejemplifica: Chile, en 2009, puso el límite del 2 por ciento en todos los alimentos y materias primas; en Brasil rige desde este año una medida semejante a la presentada ante la Conal; en Perú "directamente se dirigen a la eliminación escalonada de grasas trans".
"En momentos donde la economía aprieta estas grasas aparecen con mayor facilidad y hay menos fiscalización y control. En momentos donde la gente está más vulnerable consume productos más económicos, repletos de ellas. Se refuerza el mismo sentido que con el Etiquetado", concluye Porras. Rosner agrega: "El cambio en la normativa es muy importante por varias razones. Para que nuestro país actualice su política de grasas trans, de acuerdo a la mejor evidencia científica disponible, y se alinee con el mejor estándar sanitario que existe en el mundo en la actualidad. Es una medida costo- efectiva ya que disminuiría los eventos de enfermedad coronaria y ahorraría dinero al sistema de salud. Disminuirían de manera considerable los ácidos grasos trans de producción industrial de la dieta diaria, logrando que la medida afecte a todos los sectores sociales".