Hizo el chiste Pettinato, hizo el chiste el conductor del noticiero, hizo el chiste el notero en los bosques de Palermo, lo hizo un pibe en la barra de un bar. Los mosquitos que pican son hembras. Mosquitas es decir. La lógica del pensamiento binario no escapó a las miles de conversaciones que provocó la invasión de mosquitos que desde fines de abril azota la ciudad de Buenos Aires. Esta es una más de las tantas consecuencias de las inundaciones que hay en todo el país y en la ciudad. Resistentes al frío y al otoño, se trata de la especie Aedes Albifasciatus. No de tanto peligro como sus primos el Aedes Agypta, pero muy molestos. ¿O molestas? ¿Le cabe a los mosquitos la feminización de algunxs de su especie? Esxs algunxs son los mosquitxs que ponen huevos: es decir, las hembras. Pican, y se llevan alguna gotita de nuestra sangre para que sus huevos crezcan mejor. Pero ese no es el caso, porque no es de biología que hablamos ¿o sí? Sino como desde diferentes espacios, académicos y periodísticos, tuvieron la necesidad de remarcar: las que pican son hembras. Una vez más ¿a qué viene la aclaración? En una nota de la página web de Infobae, incluso el académico consultado dice: “Cabe destacar que sólo pica el mosquito hembra, en horas del día, y al hacerlo inyecta una saliva que es bastante urticante”. Ah, ahora sí. Información fundamental. En cuanto se nos acerque un mosquito en vez de tirarle el líquido repelente, que encima aprovecharon para sobremarcar a casi ochenta mangos, le preguntamos el sexo y entonces si es macho nos quedamos tranqui y si es hembra la enfrentamos o salimos corriendo. Podría ser este un dato menor, si el feminismo no entendiera como entiende que la superestructura cultural del patriarcado se hace de estos pequeñísimos imaginarios culturales que se instalan. Tan pequeños pero molestos como los mosquitos. O mosquitas.
Fuimos durante siglos, las malvadas, las competitivas, las chupasangre, las mosquitas muertas: figura que tuvimos que limpiar a fuerza de sororidad y liberación de nuestro deseo. La mosquita muerta, que se hacía la buena y te robaba el novio, o la que parecía humilde y generosa pero era escondedora y traicionera. Cuánto tuvimos que trabajar entre nosotras y con lxs otrxs para erradicar ( porque aún no fumigamos del todo) la idea de que si aparecía una chica linda y tu novio la miraba no era culpa de la “mosquita muerta”. Sino de él. Cuánto tuvimos que trabajar para liberar a otras mujeres de la culpa de ser mirada. Aún por nuestra pareja. Y cuando parece que se acabaron esos test para saber si tu amiga es de esa especie, aparecen ahora los científicos a destacar el género de las que pican. Que son ellas en busca de comida las que te hacen rascar. Y sí. Tal vez tengan razón. Ahora picamos. Porque nos defendemos, porque nos cuidamos, porque estamos atentas. Porque no nos queremos muertas sino vivas aún en el otoño, aún en el invierno, llevando comida a nuestros huevos. Para que florezcan otras palabras, otros imaginarios, donde no seamos ni las portadoras del mal, ni las picadoras molestas compulsivas. El tema principal que prefieren esconder mostrando el sexo de los mosquitos es que no se fumiga. Le corresponde al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires enviar camiones fumigadores a las zonas más cercanas al río dónde se concentran la cantidad más grande de insectos.
Otro dato, las mosquitas picadoras prefieren a las embarazadas y a lxs tomadorxs de cerveza. Al final no son tan antipáticas. Solo tienen mala prensa. Como muchas de nosotras.