Desde la década del cincuenta del siglo XX, el universo de las publicaciones gráficas de culturistas que, en teoría se vendían como revistas de salud, eran consumidas por una incipiente comunidad gay. Eran una de las pocas oportunidades de poder contemplar sin vergüenza las imágenes de jóvenes musculosos en paños menores. En función de esos placeres culpables se fue conformando una cultura y un ambiente homosexual.
En forma concomitante surge el género peplum con películas ambientadas en la antigüedad greco-romana y protagonizadas por fisiculturistas con Steve Reeves a la cabeza que hicieron las delicias onanistas de una generación. En 1998, el director Thom Fitgzgerald recreó esos tiempos en Beefcake -literalmente pastel de carne y figurativamente carne de efebo para comer- film sobre la vida de Bob Mizer, fotógrafo pionero en retratar a bellezas hipermusculadas en taparrabos que presagiaban la tanga.
Sin dudas, El perfecto David (Argentina-Uruguay, 2021) se apropia de esta tradición. En este sentido, las estéticas imágenes de los cuerpos desnudos y la cámara recorriendo obsesiva los músculos del protagonista, David (Mauricio di Yorio), y de otros culturistas van a captar al público gay. A su vez, una homoerótica escena de masturbación, el escenario concupiscente de los vestuarios masculinos y la recurrente ambigüedad sexual terminan de dar el tiro de gracia y misterio. Para estas lides, las productoras, Oh my Gómez -Plan B y Ausente de Marco Berger, Mi mejor amigo de Martin Deus- y Roberto me dejó films -Mariposa de Marco Berger- cuentan con larga experiencia en el hacer de la visibilidad LGTBIQ una marca distintiva.
Conforme avanza la narración, la ficción esboza algunas sordideces obvias del mundo del culturismo -uso y abuso de esteroides- sumando las consecuentes cuotas de testosterona y agresión latente. Pero la ópera prima de Felipe Gómez Aparicio da varios pasos adelante. Los elementos señalados son solo el marco para focalizarse en los temas principales del film: el retrato de una familia y una sociedad disfuncionales y las perversiones de una clase social privilegiada.
Porque la presión que Juana (Umbra Colombo), la madre peligrosamente edípica, ejerce sobre su hijo David con el objetivo de convertirlo en una obra de arte para exhibir no dista demasiado de los efectos nocivos de la dictadura del cuerpo que prima en las culturas contemporáneas. Y el David de las pesas y los aparatos en la habitación y en el gimnasio, es el correlato del que asiste a uno de esos colegios secundarios de élite -con sus muchachones que practican rugby y sus chicas, jockey- que suelen cincelar cuerpos y corazones conservadores, homofóbicos y machistas.
A la vez que combina alusiones al David de Miguel Ángel (pero anabolizado), música de Robert Schuman (“The Davidsbündler”) y de forma inusual la tensión y el erotismo, la película entrecruza varios géneros. Así, El perfecto David deviene relato de iniciación, un Bilgunsroman cinematográfico en donde el adolescente tendrá que rebelarse contra su madre y su entorno social para intentar convertirse en lo que quiere ser y descubrir y animarse al placer.
El perfecto David de Felipe Gómez Aparicio Duración: 75’. Estrena 9 de diciembre