Las primeras postales de ’Twas The Fight Before Christmas (Apple TV+) son cándidas como un disco de Bing Crosby dedicado a esta parte del año en el hemisferio norte. A Jeremy Morris se lo ve disfrazado como el reno Rodolfo en un video hogareño, buscando el pino perfecto en un bosque y colocando las luces en el techo de su casa como para que se adviertan hasta la estratósfera. El hecho de que compare su obsesión con la caída del Muro de Berlín deja en claro porqué lo llaman “Mr. Christmas”. Aunque, tal como él mismo lo señala, el mote de “abogado de las fiestas” es más atinado.
Se trata del único estadounidense que tiene prohibido decorar su casa en Navidad por orden judicial. “No se puede pedir permiso para un milagro”, asegura el hombre que viste como Jimmy Stewart en ¡Qué bello es vivir! y tiene la determinación de Arnold Schwarzenegger en El regalo prometido o -para seguir en la línea de clásicos navideños del cine- Bruce Willis en Duro de matar. De hecho, dice que su referente en la vida es Clark Griswold, el personaje de Chevy Chase en Vacaciones de Navidad. Esa clase de tipos familieros que pueden causar una hecatombe eléctrica en pos de su objetivo. ¿Sus enemigos? Los vecinos de West Hayden States. Un grupo de residentes que nunca aprobó su show de luces desde que se mudara a ese barrio privado de Idaho en 2015.
El documental sigue el caso dándole lugar a varios de los implicados en este derrotero que podría acabar con una sentencia de la Corte Suprema junto con la proyección de Jeremy Morris en la política. El susodicho asegura que lo discriminaron por su fe cristiana mientras que sus vecinos lo muestran como un propietario fanático e insoportable. El protagonista no tiene empacho en mostrar sus dos caras. La del freaky querible que regala galletas a sus invitados o la del abogado artero que graba conversaciones privadas y se reúne con comandos de derecha radical ostentado armas.
Así es como a partir de un problema entre propietarios, ’Twas The Fight Before Christmas desmenuza una de las mayores tradiciones estadounidenses y la convulsionada agenda de ese país. Su directora, Becky Read, es lo bastante lúcida como para no copiar el modelo de Michael Moore y deja que la audiencia arme el arbolito. Es uno de los entrevistados del lado de Morris que tilda al consorcio de comunismo por atentar contra la libertad individual. Y el repertorio vecinal es variopinto aunque ninguno sea tan extremo como Mr. Morris. Lo colorido del personaje recuerda a otros documentales que exploran el costado más extravagante de las costumbres Made In USA. No por nada entre los productores aparece Chris Smith, quien también puso su sello en Tiger King, Fyre y American Movie. “El hecho de que la noticia llegara hasta Gran Bretaña habla de lo único del caso. El conflicto tocó una fibra muy fuerte y ya lleva más de seis años”, asegura la realizadora británica entrevistada por Página/12.
-El comienzo del documental remite explícitamente al género de películas navideñas un poco pervertidas. ¿Tuvo algunas en mente?
-Sí, parece como El Grinch, Mi pobre angelito, incluiría The Truman Show. Son esa clase de películas que tienen cierto sentido de nostalgia y una vuelta de tuerca oscura. El componente de Navidad te lleva a eso. Me hice un espacio mental con todas las que iban apareciendo. Son películas que siempre tienen un toque fóbico, o de escape, que se preguntan por quién está viviendo al lado de tu casa. Incluso Jeremy cita algunas de ellas como El Grinch.
-¿Tenía la intención de trabajar lo político desde el vamos o eso apareció en el desarrollo de la producción?
-Surgió desde el comienzo. El elemento divertido de la Navidad era el paquete pero sabía que adentro había una conversación más intensa sobre las libertades individuales. Y eso va más allá de quien viviera en un barrio cerrado o no. Podés reemplazar al consorcio por un gobierno y sería lo mismo. Refiere a la intolerancia y a la división con la que hoy vivimos en cualquier lado. Eso lo hizo universal y creo que cualquiera se puede sentir interpelado por algo así.
-A usted solo se la oye en un momento específico del trabajo. Es cuando le pregunta a una vecina por las motivaciones de Jeremy Morris. ¿Sacó sus propias conclusiones en este sentido?
-Esa es la gran incógnita. ¿Se trata de ganar, de su convicción, de lucrar, de ganar la batalla cultural o demostrar que atacaron su fe? Está convencido de que se sintió muy afectado en su libertad, eso es claro. Lo que no quería era imponer una conclusión forzada sino que cada uno hiciera la suya. Hay algo en la superficie y por lo bajo se extienden todas estas raíces.
-Su trabajo conecta con varios documentales que indagan sobre el american way of life desde el humor incómodo y con personajes excéntricos. Una gran referencia es American Movie con un apasionado del cine de terror y acá es sobre un fanático de la Navidad. ¿Ve esa relación?
-Es muy interesante. Chris Smith es nuestro productor y dirigió ese documental. Éste es mi debut como directora y su aporte fue muy importante. Me sirvió de guía porque quería que la conversación estuviera bien planteada en términos culturales y para entender la temperatura actual de los Estados Unidos. Creo que me dio el balance correcto. Jeremy, por otro lado, es alguien fascinante. Es muy teatral frente a la cámara, es un personaje muy rico para un documental, obviamente.
-Las dos versiones de la historia aparecen en el lugar de los hechos. ¿Cuán intenso fue el rodaje?
-Mucho. Ninguno tenía experiencia frente a las cámaras y la mayoría en este punto solo quiere seguir adelante con su vida. Hubo mucha reticencia en un inicio porque no sabían cuál era mi posición. Durante el rodaje algún entrevistado podía insultar cerca de la casa de Jeremy y uno no podía saber si estaba escuchando. Para mí fue muy intenso.
-¿Cuál fue el momento más insólito de este insólito documental?
-A Jeremy le hicimos una entrevista en su oficina hogareña pero mostraba solo un ángulo de su personalidad. La más oscura. Yo sabía que quería empezar el trabajo enseñando su entusiasmo por la Navidad, que es real y evidente, así es como dimos con su cuarto de herramientas donde tiene guardadas todas sus decoraciones. Ahí es el tipo más feliz del mundo, quien arregla las luces a las tres de la mañana. En ese espacio le hicimos la entrevista más larga y hubo un momento en que le habló directamente a la cámara. Se dirigió a una vecina que se sintió acosada por él. Lo hizo de manera muy agresiva y a todos nos shockeó. Más que agresivo fue intimidante. Al otro día se lo planteamos porque queríamos estar seguros de su perspectiva y no le dio importancia. Eso dice bastante. Muchos en el documental, incluida su esposa, se arrepienten de lo que sucedió y cómo se llegó a este límite en el que todos terminaron dañados. Él, en cambio, se siente en una cruzada por la Navidad.