A fines de 2015, la Argentina adhirió a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada en Naciones Unidas mediante la Resolución 70/1, que establece 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 Metas de carácter integrado e indivisible. Entre los ODS se encuentra uno destinado específicamente a Reducir la desigualdad en los países y entre ellos (ODS Nº10). Según la propia Resolución, el crecimiento económico se ha vuelto una condición necesaria pero no suficiente ya que, para ser inclusivo y sostenible, debe compartirse la riqueza generada y combatir la desigualdad de ingresos.
Sin embargo, al analizar las metas junto con los indicadores de seguimiento, se encuentra un problema de base: el problema de la desigualdad se plantea en términos individuales y no contempla el análisis de la riqueza generada por la sociedad. Así, entre las metas más concretas se establece la necesidad de "lograr el crecimiento progresivo y sostenido de los ingresos del 40 por ciento más pobre de la población a una tasa superior a la media nacional" y de "adoptar políticas fiscales, salariales y de protección social y lograr progresivamente una mayor igualdad".
Luego, los indicadores de seguimiento que informa el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales --agencia de gobierno responsable del seguimiento y consecución de la Agenda 2030--, plantean monitorear la brecha de ingresos entre los hogares ricos (quintil 5) y pobres (quintil 1), el Índice de Gini de la distribución del ingreso per cápita familiar y la proporción de transferencias monetarias directas de protección social sobre el PBI.
La definición de las metas plantea un primer escollo que condiciona las posibilidades de progreso en el área: pasa por alto el carácter relacional y estructural del fenómeno. Y no es una casualidad, ya que proviene del corpus económico hegemónico que enfatiza las características distintivas de los individuos en la explicación de la desigualdad. Según esta mirada, la inequidad entre dos personas, en particular la referida a ingresos laborales, principalmente se explica a partir de las elecciones de horas destinadas al trabajo o al ocio, la cantidad de años de estudio y/o la formación recibida en un empleo, el género o incluso los vínculos sociales.
De esta manera, la incidencia de la relación desigual entre un patrón y un trabajador, la dinámica del capital y la creciente pauperización de las relaciones laborales y los vínculos entre el incremento de las ganancias empresariales y la menor capacidad de incidir en sus riquezas por parte del Estado, sólo pueden ser pensados de manera indirecta.
Otro diagnóstico
La desigualdad de ingresos ha sido explicada en buena parte de los estudios referidos al tema a través de las disparidades que aparecen al interior del mercado laboral. Existen distintas razones que permiten entender dicha orientación. Por un lado, la mayor parte de la población deriva sus ingresos del salario; por el otro, las encuestas de hogares que se utilizan para investigar el problema poseen importantes límites para captar los ingresos empresariales, por lo cual la cola superior de la distribución de ingresos no aparece contemplada en el cálculo de los coeficientes habituales de desigualdad.
Pero, además, las dimensiones más usuales sobre las que se indaga la disparidad de ingresos dentro del mainstream en economía, se relacionan con características de los individuos como los niveles de educación, género, composición del hogar y horas trabajadas.
Sin embargo, estas explicaciones enfatizan los resultados --abordados a partir de la medición del fenómeno vía brechas de ingreso o Índice de Gini--, pero no arroja luz sobre un aspecto fundamental: en realidad el proceso que provocó esa distribución desigual tuvo lugar antes de la medición.
Para explicar esto es necesario tener en cuenta el proceso relacional de producción, dado que el capitalismo es, por definición, un modo de producción que se desarrolla de manera socializada, y donde se contemple que la obtención de ingresos en nuestras sociedades es un juego de suma cero.
Para contemplar esta lógica social de la distribución tenemos que partir de tres ideas clave: 1) el poder económico-social es la variable clave que permite apropiar ingresos; 2) el punto de partida de una distribución de ingresos parte del ejercicio de ese poder en ciertos mercados clave (de trabajo, de capital, de tierras y de conocimiento) para apropiar excedentes; y 3) la apropiación de esos excedentes se vincula a actores concretos, como empresarios industriales, comerciantes, trabajadores formales, trabajadores informales o bancos.
Según esta mirada, la riqueza parte de la generación de excedente y se expresa sobre todo en las ganancias empresariales, que son la dimensión clave para explicar la producción y reproducción de la desigualdad de ingreso, porque permite un acercamiento a la lectura de la desigual distribución de poder al interior del empresariado (desigualdad en la apropiación de ganancias), y entre empresarios y trabajadores/as (desigualdad funcional de ingresos).
Las ganancias
Si se evalúa la competencia capitalista a través de diferenciales de rentabilidad sectorial promedio, es posible discutir qué ramas de actividad obtienen sistemáticamente ganancias extraordinarias en la Argentina. A través de una primera apertura de la tasa de ganancia, en base a los grandes sectores publicados por el Indec, se observa que las ramas que han mantenido tasas de ganancia más elevadas son aquellas ligadas a las actividades primarias de base agraria o extractiva, como agricultura, ganadería, caza silvicultura y pesca y minas y canteras, seguidas por la industria manufacturera.
En estos sectores se percibe un salto en las ganancias durante la etapa posneoliberal, donde las diferencias se acentúan. Esto es así porque los cambios estructurales ocurridos durante la última década del siglo XX, que profundizaron el patrón de inserción dependiente de la economía, permiten a las empresas que lideran el proceso productivo en cada rama de actividad independizarse del ciclo económico, crecer a tasas superiores a la economía y obtener mayores beneficios.
En todos los períodos, las ramas comentadas previamente que integran la cúpula empresarial poseen una rentabilidad por encima del promedio mientras que el resto se ubica por debajo de la rentabilidad promedio. Es decir, en todo momento sin importar si la economía se encuentra en período de expansión o depresión, la cúpula sigue obteniendo cuantiosos beneficios.
Sin ir más lejos, a pesar de la caída del producto por el impacto de la pandemia, durante todo el año 2020 ciertos sectores del capital vieron incrementadas sus ganancias. En el mismo sentido, mientras que en 2020 los trabajadores y las trabajadoras perdieron buena parte de sus ingresos reales y también sus puestos de trabajo, cerrado el primer trimestre de este año, diversas empresas cotizantes en la Bolsa de Valores de Buenos Aires que son parte del núcleo del gran empresariado presentaron balances con importantes incrementos de rentabilidad, como Molinos Río de La Plata S.A, Morixe Hermanos S.A, Pampa Energía, Agrometal S.A, Profértil y Ternium.
En síntesis, las asimetrías de poder en los mercados básicos dan origen a rentabilidades extraordinarias de ciertas ramas de producción respecto al promedio de la economía a partir de que ciertas empresas se destacan dentro de su segmento. Estudiar el proceso de producción y realización de riqueza por medio del cálculo y análisis de las tasas de ganancia en ramas seleccionadas del sector privado de Argentina para la primera década del siglo XXI permite incorporar una lectura sobre la cola superior de la distribución de ingresos.
Posible y necesario
La meta de reducción de desigualdad de Naciones Unidas puede ser complementado con el siguiente objetivo: "Lograr la reducción tendencial de las superganancias del capital a través del cobro de alícuotas diferenciales y progresivas entre ramas y al interior de cada rama".
Algunas opciones tentativas para apuntar a la reducción de las superganancias es el fortalecimiento de la capacidad de control de los derechos de exportaciones. Tal como ha hecho el Reino Unido en relación al sector de petróleo y gas (Petroleum Tax Revenue) o Australia con la explotación de hierro y carbón (Minerals Resource Rent Tax), Argentina puede aplicar un impuesto indirecto sobre la comercialización en sectores que combinan ganancias de capital con rentas monopólicas producto de la concentración en el uso y la propiedad de la tierra.
Otra opción es el cobro de impuesto a la riqueza, no como un aporte por única vez sino anualmente, para reducir la brecha de desigualdad ajustando la riqueza adquirida.
Una tercera posibilidad es contar con un nuevo "Impuesto a las superganancias". Se trataría de un impuesto progresivo de alícuota variable para las diferentes ramas de actividades y para las empresas al interior de cada rama que excedan el promedio de rentabilidad de la economía o la rama, respectivamente. Cada rama deberá contribuir con una tasa extra por su rentabilidad extra que, por lo general, no es más que expresión de su poder diferencial en la estructura productiva. De esta manera, las ramas agropecuarias y mineras deberían abonar anualmente en función de esa rentabilidad extraordinaria. La movilidad de la alícuota debe estar dada por alguna medida de dispersión de las ganancias de la rama en relación al promedio, ajustada por la variación de los costos de la rama.
* Investigador adjunto del CONICET-IdIHCS. Profesor de la FaHCE-UNLP. Coordinador de la oficina Buenos Aires del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
* Investigador asistente del CONICET-IdIHCS. Profesor de la UNAJ. Miembro del proyecto de investigación del Instituto Tricontinental de Investigación Social Las Fuerzas de la Desigualdad.
Autores de (Des)Iguales. Las causas del abismo entre el Norte y el Sur. Disponible en https://thetricontinental.org/argentina/desigualdad-cuaderno1/.