“La muestra es un disparador para que la memoria colectiva siga creciendo” dice Verónica Mastrosimone, curadora de Memoria del Caos. De la atomización a la organización popular, una muestra inaugurada en la Casa del Bicentenario el viernes pasado que propone no olvidar. Se sostiene en escenas fotográficas y relatos orales que comprueban que el 2001 está aun en los cuerpos.
Recorrer el salón principal da cuenta de un entrenamiento de la memoria que se traduce en un recuerdo, un cabo de anclaje en la escalada de una pared en donde las palabras “conmoción” “revuelta” “solidaridad” “exclusión” “asamblea” “organización” son el impulso hacia un modo de organización popular que hoy se revela -como aquellos rollos fotográficos de principio de siglo- en los feminismos populares, el ambientalismo y la lucha por la tierra .
En “Memoria del caos” la fotografía analógica es la provocación para un viaje en el tiempo en donde veinte años no es nada. Decir 19 y 20 de diciembre es una manera de ocupar una parte del calendario para dar cuenta de una crisis que había empezado mucho antes con las privatizaciones a mediados de los 90. En la muestra hay fotografías que datan de 2004, 2005 y 2006. Son mujeres tomando las fábricas en un trabajo de seguimiento fotográfico a trabajadoras y trabajadores de fábricas recuperadas realizado por Graciela Calabrese. Durante cinco años acudió a las fábricas semanalmente.
“La palabra exclusión era el término que sintetizaba algo del paisaje que habían dejado los años 90” dice Verónica Gago, activista feminista e integrante de Ni Una Menos. Su voz es una de las que puede escucharse en el salón en una pieza audiovisual en donde también participan Neka Jara, Marlene Wayar, Ana Paula Far Puharre, Maria Claudia Martinez, Victoria Tesoreiro, Malena Bystrowicz y Florencia Vespignani. Todas componen las escena a través de un relato en donde la palabra se va encastrando, la alegría de recordar aquello como uno de los momentos de organización popular más robustos de nuestra historia reciente y el dolor que todavía provoca la imagen de la muerte en manos de la represión: “Jorge Demetrio Cárdenas herido de dos balazos de plomo en las escalinatas del Congreso de la Nación”, es el pie de la fotografía de Enrique Garcia Medina y es la prueba de la bala de plomo que lo mató.
“Llegamos al Congreso por Rivadavia y todo ese peregrinar fue muy fuerte con tus vecinos y vecinas, con la gente, con las viejas y los viejos debajo de los edificios diciendo ´vayan por nosotros, no podemos caminar´. Era como una masa que se sabía parte de lo mismo, a pesar de que todas las diferencias estaban ahí expuestas, sobre todo la nuestra. Eras vos y eran todas y todos. Realmente un momento hermoso que no le disculpo a esta sociedad que lo olvide” dice Marlene Wayar con los ojos llenos de lágrimas. Esa es la propuesta de esta memoria del caos: tomar la decisión de no olvidar.
Las hijas de las piqueteras
En el 2001 Veronica Mastrocimone estaba en Tartagal filmando “Piqueteras” (2002), un documental que dirigió junto a Malena Bystrowicz. Las habían echado de sus trabajos y utilizaron la indemnización para hacer la película: “Investigando nos dimos cuenta de que para hacer una película sobre el movimiento piquetero tenía que ser de mujeres piqueteras, porque eran el 80% del movimiento. Porque fueron las primeras que salieron a cortar a las rutas, porque eran las que sostenían las ollas populares”, explica Malena sobre el proceso previo que estaban realizando para el documental en el norte de nuestro país. Durante esos días visualizaron materiales sobre la represión en Cutral Co, Mosconi y Ledesma. Se enteraron por la televisión que Fernando De La Rúa decretaba el Estado de Sitio: “Habíamos estado durante varios días mirando material sobre represiones y de pronto estaba pasando en Buenos Aires. Teníamos esas imágenes en la retina porque estábamos haciendo el documental”, cuenta Verónica. Intentaron conseguir pasajes de Tartagal a Buenos Aires: “En la Terminal de Ómnibus veíamos en la tele como le tiraban los caballos a las madres de Plaza de Mayo. Me acuerdo que en la ruta sintonizamos la radio y siempre había un presidente distinto” cuenta Malena Bystrowicz.
En aquel momento las mujeres estaban en la calle, en las ollas popualres, en las asambleas, en las redes de trueque y en todos lados. El cuerpo de las mujeres aprendían a hacer todo y empezaban a problematizar las tareas de cuidado y el sostenimiento de la vida cotidiana dentro de la territorialidad: “Creo que es inevitable pensar desde hoy esa presencia y ese protagonismo porque está siendo releído y reinterpretado, no porque en ese momento no se viese, no fuese evidente o no hubiese protagonismo; si no por lo que significó el armado territorial de esas organizaciones, porque implicó un cambio fundamental en lo que significa ese núcleo familiar, donde el varón es el jefe de familia y es la entrada principal de ingresos. Y creo que ahí hubo un quiebre irreversible”, explica Verónica Gago.
Esta bitácora oral en voces de activistas, referentes sociales, artistas y reporteras atraviesa la muestra, dándole cuerpo a una escena que es de esos dos días, pero que también es de años antes y años después. Y que hoy, sin ir más lejos, resuena como esa pregunta en constante latencia sobre lo que es la organización política popular. Gago pone especial énfasis en notar cómo en muchas asambleas de estos tiempos se ve liderando a las hijas de las piqueteras, las que eran pequeñitas en esos momentos del 2001 y que tienen un saber hacer, una capacidad de gestión y un tipo de liderazgo: “Creo que se conecta directamente con lo que ha sido la experiencia de sus madres”.
Neka Jara, era en 2001 militante del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, recuerda que tres días antes al 19 bloquearon el acceso a 8 hipermercados de Quilmes: “Sentíamos que venía una represión fuerte a los movimientos sociales”. Neka cuenta que había conflictos en la organización en el tema de seguridad: “Decían que las mujeres no podíamos participar por las condiciones. Fue una discusión fuerte y finalmente la tarea de seguridad siempre funcionó más con mujeres que con hombres. Es el resultado de todas estas luchas históricas, de muchas luchas anteriores de mujeres en los sindicatos, mujeres en el trabajo, en las marchas y en los piquetes. Es decir, el feminismo, hoy florece con toda esa historia”
En ese florecimiento está el 3 de junio 2015 con el primer Ni Una Menos, las vigilias en el Congreso en la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, los paros feministas, entre muchos mas entramados callejeros de acuerpamiento: “Cuando veías en el Congreso a lxs pibxs que tenían menos de 20 años haciendo la vigilia para la ley del aborto me preguntaba ¿de donde salió esa forma de poner el cuerpo en la calle? Yo creo que tiene que ver con una tradición de lucha y una tradición específica que tenemos las mujeres de enfrentar las crisis poniendo el cuerpo. Frente a algo que está en ebullición, salimos y nos organizamos” explica la curadora de la muestra que estará hasta el 16 de enero en la Casa del Bicentenario.
Aquellos rollos bajitos
El archivo que existe sobre el 19 y 20 de diciembre del 2001 es casi todo analógico. Quienes estaban en la calle registrando la revuelta popular tenían una cierta cantidad de rollos en sus mochilas. Verónica cuenta que hubo fotógrafos que no pudieron registrar el momento en el que el helicóptero despegaba de la terraza de la Casa Rosada: “Se habían quedado sin rollo así que solo lo pudieron ver. ¡Imagínate ese momento!” . La fotografía digital ya estaba dando vueltas a principios del siglo XXI, sin embargo en la calle lo que había era analógico. Veinte años después los archivos deambulan entre redes sociales y la aglomeración de fotos en las memorias de los celulares . La pregunta que se hace Verónica es justamente quien hace la tarea sobre ese archivo. ¿Quién lo trabaja?. El día de la inauguración Cristina Freire y Res estuvieron conversando acerca del archivo y una de las conclusiones a las que llegaron es a la necesidad urgente de una ley de archivos que empiece a elaborarse con preguntas acerca de cómo y por que se genera un archivo, quien lo hace y de qué manera.
Ana Paula Far Puharre, es reportera gráfica y docente. Recuerda dos momentos en los cuales se dió cuenta de lo que estaba pasando: “Una fue la de un compañero nuestro del diario Clarín con una máscara antigás que era como extraterrestre y eso me dio una noción de lo que estaba pasando. Y después ir corriendo al lado de una chica y ver como se le destrozaba el talón con un disparo y ahí tomar conciencia de que no eran balas de goma, que eran balas de plomo. Y me asusté muchísimo porque vi el talón estallar y tomé conciencia de mi peligro y de lo que sucedía, porque sentía que era una guerra, lo más parecido a una guerra que yo había vivido como reportera”.
El 2001 coincide con el momento del cambio de la materialidad de la captura de imágenes, de lo analógico a lo virtual, una bisagra mas entre todas las que protagonizaron el cambio de milenio.
“El abanico de lo que hacía falta para sostener este país estaba en los cuerpos de las mujeres” dice Marlene y recuerda a su madre que no se preguntaba demasiado, iba a la acción: “Iba a agarrar lo que había en el ropero para venderlo, para canjearlo por verduras. Iba a ver si conseguía lecops y patacones, iban a organizarse comunitariamente para alguna economía popular que ni siquiera estaba el concepto”. El concepto podía esperar, los cuerpos no. De eso se trata tomar la decisión de no olvidar, de eso da cuenta este recorrido que como dice su curadora “es una parte, un recorte que podría haber sido cualquier otro”
Invasión 19 de diciembre de 2001
La muestra cuenta con una instalación realizada por GAC (Grupo de Arte Callejero), una lluvia de soldados de juguete en paracaídas. Ese día, allá por el 2001, todxs intentaban agarrarlos sin saber que eran: “No saben qué es, pero ahí están, suspendiendo el tiempo cotidiano y sus recorridos, obligando a quienes transitan a mirar hacia arriba, mientras algunos, corren para alcanzar uno de esos soldaditos de juguete en paracaídas. Y siguen descendiendo miles y el viento los lleva un poco más lejos. Han pasado unos minutos, ya no tenemos más soldaditos para tirar, miramos hacia abajo y nos saludan compañeras y compañeros que se acercaron a ver la acción, y que también están registrando lo que pasa con una filmadora. Son las 5 de la tarde del 19 de diciembre de 2001” explican desde GAC. El video de esa filmadora es parte de la muestra.