La salida de la crisis de la economía de Islandia resuena entre los funcionarios argentinos que negocian con el FMI la reestructuración de la deuda. Ello se debe a que dicho país atravesó una crisis bancaria y financiera en el marco de un acuerdo con el organismo, con un mercado cambiario que presentaba fuertes regulaciones generando un euro paralelo y una brecha frente a la cotización oficial. El interés es mayor no sólo por esa situación similar, sino también porque Julie Kozack, quien está al frente de la negociación con nuestro país, fue quien también estuvo a cargo de la misión del Fondo en Islandia.
En 2008, el país nórdico firmó un acuerdo stand-by con el FMI y a lo largo de casi 10 años aplicó un esquema de subastas de divisas (en este caso, principalmente euros) para lograr que converjan el tipo de cambio oficial y el paralelo. El tipo de cambio paralelo era tan alto que, una vez estabilizado, resultó atractivo para inversores extranjeros, que lo usaron para ingresar inversiones en la economía real.
Ese ingreso de divisas de inversores extranjeros compensó gran parte de la salida de divisas que provocaban fondos internacionales que habían hecho inversiones especulativas con papeles islandeses antes de la crisis global de las hipotecas. Fue una forma de aceitar el ingreso y la salida de distintas posiciones de inversión hasta ir hacia un mercado de cambios único.
En el caso de Islandia, la presión en el tipo de cambio venía principalmente por fondos externos que habían quedado “atrapados” en un esquema de carry trade (la “bicicleta financiera” en la jerga criolla). Una situación similar a la que se había dado durante la gestión Macri en 2018, cuando ingresaron los fondos PIMCO y Templeton de la mano del entonces ministro Luis Caputo. Justamente, el FMI presionó a Mauricio Macri para dejar volar el dólar licuando las tenencias de dichos fondos, para luego permitirles salir ya devaluados con los dólares prestados por el organismo a través de subastas. El resultado de la política de libre flotación cambiaria fue una devaluación que generaba elevada incertidumbre, induciendo una creciente demanda de dólares que terminó comiéndose el mayor crédito de la historia del organismo internacional sin lograr estabilizar el mercado.
¿El resultado sería distinto si se vuelve a aplicar la receta del FMI pero ahora con un mercado cambiario regulado como sucedió en Islandia? Pareciera que no, ya que hay una diferencia fundamental entre la situación de nuestro país y la de Islandia hace algunos años. Las características estructurales de la economía argentina bimonetaria y con elevada informalidad, impide pensar que la brecha se resuelva cuando una serie de actores internacionales dolaricen sus tenencias en pesos y se despidan del país. Si el FMI obliga a dejar flotar el paralelo se generará una incertidumbre cambiaria que alimentará la demanda de dólares, absorbiendo todas las nuevas divisas que aporte el organismo, sin cerrar la brecha ni estabilizar el mercado de cambios.