Los cartoneros volverán a marchar al Congreso este jueves, a las 11, en reclamo de que sea sancionada la Ley de Envases. María Castillo, cartonera desde 2001, militante, hoy directora nacional de Reciclado del Ministerio de Desarrollo Social, desmiente que el proyecto resistido por las multinacionales sea --como trata de instalar el lobby empresario-- “un impuesto”, “una caja para La Cámpora”, “el principio de una nueva burocracia” o “un mecanismo que va a encarecer los precios”, según las argumentaciones escuchadas en estos días. “La ley busca que las empresas se hagan cargo de producir con materiales reciclables y que los cartoneros puedan trabajar en condiciones dignas”, explica Castillo a Página/12. Para quienes en su hogar ya están haciendo separación de residuos, vale leer lo que conoce Castillo tras haber pasado del trabajo en la calle a la gestión en el Estado.
Envases no reciclables
Muchos de los envases de los productos de consumo masivo no se pueden reciclar. “Determinado tipo de bolsas, como el packaging de las papas fritas. Todos los envases de ese material --detalla Castillo--, incluidos muchos de galletitas, ese tipo de plástico que cuando lo apretás hace ruido, no tienen mercado para ser reciclados, porque incluyen componentes que no se pueden recuperar. Y ocupan volúmenes muy importantes del total de la basura. Tampoco los vasitos de yogurt: hoy no hay mercado para reciclarlos, aunque en los hogares tantas personas los limpian. Las pilas: hoy solo hay dos empresas que las compran y no dan abasto para recibir la totalidad.”
No es un impuesto
Lo que impulsa el proyecto de ley es que los envases tengan componentes que sean reciclables al cien por ciento. No fija un impuesto, sino una tasa vinculada al uso de materiales no reciclables. “La tasa llega al máximo del 3 por ciento en los casos de envases con componentes que no se puedan reciclar, pero baja en la medida en que se utilicen materiales reciclables. Lo que deben pagar las empresas no es un porcentaje fijo, sino que depende de cuánto material no reciclable usen en sus envases --dice la funcionaria--. Lo que se les está pidiendo es que garanticen un envase que pueda volver al circuito de recuperación y que contribuyan a un fondo para reutilizar los materiales que ponen en el mercado”.
Cambios para el trabajo
Hoy cartonean entre 150 y 200 mil personas, según se estima. El Estado nacional viene implementando el programa Argentina Recicla para dar más productividad y con ello mejores ingresos a esta actividad de subsistencia. Esa experiencia sirve para darse una idea de en qué ayudaría tener un fondo fiduciario y una organización del trabajo desde cada municipio. “Cuando el Estado acompaña, vemos que el sistema de reciclado funciona muy bien --cuenta Castillo--. Nosotros estamos articulando el trabajo en varias intendencias: Trelew, Lomas de Zamora, Mercedes, Escobar, Santiago del Estero. En Trelew, por ejemplo, vinculamos tres modalidades de cartoneo: encontramos compañeros que vienen trabajando históricamente en un basural, una cooperativa que está dentro de un parque industrial y vinculada a los deshechos de grandes generadores y otra cooperativa que hace retiro del reciclado puerta a puerta, domiciliario. Ahora los tres equipos están coordinados por el municipio. Lo que hicimos desde el Estado nacional, con el programa Argentina Recicla, fue financiar herramientas para que el material que recuperan los tres pueda ser clasificado y enfardado y así venderlo a mejor precio”. Esta integración permitió a los trabajadores acceder a herramientas y máquinas, ser parte de una logística que mejora la producción, estar bancarizados y mejorar sus condiciones de trabajo.
Cuando falta este apoyo, muchas experiencias se frustran. En el país “hay más de 3 mil plantas de reciclado abandonadas, y lamentablemente muchas no funcionan.”
Más derechos, más conciencia
“El cartonero que trabaja suelto sale a las seis de la mañana y vuelve a las siete de la tarde a su casa, y vende a bajo precio. Cuando se integra a una cooperativa tiene la oportunidad de recuperar derechos: en la cooperativa hay un horario, acceso a una obra social, un seguro, un camino para sumar valor agregado a los materiales.”
“También hay una vinculación con los vecinos, que agradecen que alguien se ocupe de reciclar. La sociedad va entendiendo la importancia del reciclado. Se suma al puerta a puerta, está interesada en la separación de residuos domiciliarios porque le preocupa el problema de la basura. A nadie le gusta ver, cuando llueve, como en la calle los desagües quedan atascados de plásticos. Cada vez más personas tienen en claro que en la producción de los envases se utilizan recursos no renovables, como el petróleo en el caso de los plásticos, y que esto tiene una relación con el calentamiento global. Pero a las empresas les falta conciencia sobre el impacto de sacar a la vía pública envases con materiales no reciclables. Lo que busca garantizar la ley es justamente eso --concluye Castillo--, que todo el circuito, desde que un producto se fabrica hasta que el envase se deshecha, sea recuperable."