Se cumplen 20 años del corralito. Para algunos, los más jóvenes, es un acontecimiento bancario traumático que no vivieron pero con el que viven como un fantasma, para otros significó la pérdida de su dinero. Para todos es parte de la memoria colectiva económica que se manifiesta a la hora de administrar los ingresos, los gastos y ahorros, en definitiva: un suceso histórico dramático que condiciona el hoy. ¿Qué pasó el 2 de diciembre de 2001?
1 a 1
En el último año del gobierno de Raúl Alfonsín la inflación fue del 3079 por ciento, lo que significa que fue de hiperinflación. Ese momento donde se ingresaba al supermercado con los productos a un precio y se salía con otro, puesto que en cuestión de minutos aumentaban. Alfonsín abandona el Gobierno sin completar su mandato y con una popularidad en caída libre por su gestión económica. En 1989 asume la presidencia Carlos Menem y como ministro de Relaciones Exteriores y luego (en 1991) de Economía, Domingo Felipe Cavallo, quien en 2001 volvió al mismo cargo durante el gobierno de Fernando de la Rúa. Estos nombres, personajes claves de esta historia terrible, resuenan en la memoria de los argentinos y algunas imágenes se reproducen: saqueos, la consigna “que se vayan todos”, De la Rúa huyendo de la Casa Rosada en helicóptero, decenas de muertos en manos de la policía, y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo haciéndole frente, son algunas de ellas.
¿Cómo frenar la inflación? Es la gran pregunta de ayer y de hoy. En ese momento, el 10 de octubre de 1991, Carlos Menem promulga la Ley 23.928 , disponiendo que a partir del primero de enero de 1992 se establecía una paridad fija entre el peso y el dólar (equivalente, a su vez, a 10.000 australes). Primero se equiparan 10.000 australes a 1 dólar, luego se equipara 1 dólar a 1 (nuevo) peso. En concreto, define una política de tipo de cambio fijo por ley y sin fecha de caducidad esa relación de paridad.
La ley tenía algunas exigencias técnicas, entre ellas la existencia de respaldo en reservas internacionales de la moneda circulante, por lo cual se restringía la emisión monetaria. "En todo momento, las reservas de libre disponibilidad del Banco Central de la República Argentina en oro y divisas extranjeras, serán equivalentes a por lo menos el ciento por ciento de la base monetaria. Cuando las reservas se inviertan en depósitos, otras operaciones a interés, o en títulos públicos nacionales o extranjeros pagaderos en oro, metales preciosos, dólares estadounidenses u otras divisas de similar solvencia, su cómputo a los fines de esta ley se efectuará a valores de mercado", determinaba el artículo 4 de la ley.
El 1 a 1 se sostiene por 10 años . Al estar restringido por la ley y no poder emitir más pesos que el stock de reservas, se ancló la expectativa inflacionaria. Esos años teñidos de pizza y champán, viajes a Miami, Disney y boom especulativo inmobiliario, luego devendrían en devastadora crisis social, económica y política.
¿Cómo se llega al corralito?
Por las características de la economía argentina de tener una estructura productiva desequilibra sumado a déficits de la cuenta corriente, producto de la importación masiva de bienes y el no aumento en la misma magnitud de las exportaciones, empezaron a escasear los dólares.
La falta de dólares se fue compensando con las reservas que tenía el Banco Central pero eso no podía durar para siempre. En los primeros años de gestión, el gobierno de Menem decide vender las empresas del estado (YPF, Aerolíneas Argentina, Ferrocarriles Argentinos y Gas del Estado, entre otras), lo que permite el ingreso de un caudal significativo de dólares. Esto estabiliza momentáneamente el problema. Sin embargo, al cabo de un tiempo, el problema se repite: faltan dólares.
Menem ya se había endeudado para mantener la paridad económica y refinanciar la deuda externa, que llegaba a valores exorbitantes acompañados de una situación social muy compleja con altos índices de pobreza y de desempleo.
El 10 de diciembre asume Fernando de la Rúa, quien decide continuar con el Plan de Convertibilidad establecido por Cavallo. El primer ministro de Economía, José Luis Machinea, puso en marcha un programa de ajuste fiscal avalado por el FMI. Sus sucesores en el cargo, Ricardo López Muphy y Domingo Cavallo, continuaron las medidas de reducción del gasto público, aumento de impuestos e incremento del endeudamiento.
El primer desembolso del FMI calma las aguas, pero ya para fines del 2000, cuando tiene que hacer el segundo desembolso y no lo hace porque Argentina no estaba cumpliendo con las metas pactadas, la desconfianza es total y la inestabilidad económica un hecho. Es en este momento donde se empieza a agudizar la crisis económica: el financiamiento por parte del FMI se había terminado. Dejan de ser rumores para pasar a ser hechos.
La desesperación era absoluta. Gran parte de la población se encontraba endeudada en dólares y un sector de ahorristas buscaba sacar sus dólares del banco. Producto de la corrida bancaria, el Gobierno decretó un feriado bancario y cambiario estableciendo que sólo se pagarían sueldos y jubilaciones. Pasada esta medida y frente a la no respuesta de los bancos ni el respaldo del Banco Central, el presidente De la Rúa en conjunto con Cavallo dispone el corralito el 2 de diciembre de 2001.
Banqueros, financistas, contactos con el poder político llegaron a tiempo a retirar sus depósitos. El resto de los ahorristas, no. Así fue como grupos sociales que habían vivido su ascenso (ficticio) durante el menemismo, perdió.
Beneficiarios y damnificados
En quince días el país tuvo cinco Presidentes, consolidó el default, abandonó la férrea política cambiaria que sostenía desde 1991 y devaluó el peso. La protesta social desencadenó en una serie de movilizaciones dónde el Estado desplegó una fuerte represión que incluyó la declaración de Estado de Sitio.
Para el momento que Cavallo anuncia el corralito, los que disponían de información privilegiada ya habían transferido al exterior unos 18.000 millones de dólares. El 93 por ciento de los ahorristas encadenado a los bancos, que ya no podrían recuperar su dinero en pesos equivalentes a dólares, eran los que mantenían unos 50.000 dólares promedio.
Largas colas frente a los bancos de jubilados, pequeños comerciantes, ahorristas para retirar los 250 pesos semanales se vuelven parte de la cotidianidad. El consumo había bajado y el dinero que circulaba era escaso.
Sin embargo, mientras ahorristas perdían, los bancos giraban fondos al exterior. Durante 2001, los bancos extranjeros que operaban en el país transfirieron a sus matrices utilidades por 300 millones de dólares, 61 por ciento más que el año anterior. Los bancos, en vez de traer los dólares al país para responder a sus clientes, se los llevaron. Un grupo de entidades extranjeras envió a sus casas centrales o bancos asociados 1550 millones de dólares previendo que se venía una devaluación.
Hoy, se presenta necesario repasar y esclarecer esta parte de la historia para evitar caer en trampas desestabilizadoras que incitan a profundizar un malestar social signado por el duelo, el aislamiento y la crisis económica a nivel mundial.