Pisando relativamente fuerte

“Todavía no tengo del todo claro si me encantan tanto los pies que necesito ponderarlos, o me gustan tan poco que busco disfrazarlos”, admite la contrariada artista rusa Elizaveta Litovka, con base operativa en Ucrania, conocida por crear zapatos con prácticamente cualquier objeto que caiga en sus manos. Calzado efímero, dicho sea de paso, que bebe del reciclaje y la reutilización para abordar la naturaleza performática del vestir. “No tengo ninguna técnica especial. Veo un ángulo, la línea del talón, una postura, un material que me llaman la atención, y parto desde ahí”, expone la muchacha de 30 años, cuyo inagotable repertorio de materia prima incluye cáscaras de banana, ladrillitos Lego, pétalos de rosas, botellas de plástico, vidrio roto, panqueques, hongos comestibles, rabanitos, velas (encendidas) y un etcétera interminable. De hecho, durante la crisis por potencial faltante de papel higiénico en los inicios de la pandemia, usó el anhelado ítem para fabricar un modelito que devino viral. “Es hora de descubrir en qué gastarás tu último rollo o a qué dedicarás tus últimos momentos”, fueron las provocadoras líneas de la muchacha, que evidentemente no se decantó por la opción más pragmática. Más tarde, haría lo propio con las infaltables mascarillas descartables, ubicuo símbolo de nuestros días, en otra pieza muy popular de su creciente y caprichosa colección de ensamblajes en torno a los pies, donde rara vez falta el tacón. A pesar de que, como ella misma reconoce, en su día a día no suele caminar “en altura”; en sus palabras, “son pocas las ocasiones en las que me saco mis zapatillas deportivas”. “Los pies te llevarán a cualquier parte del mundo al que quieras, o puedas, ir. También te ayudarán a esconderte de él cuando sea necesario”, explica su favoritismo por la mentada extremidad, en torno a la que gira su serie de obras artísticas portátiles. O, más bien, relativamente portátiles: difícilmente algunas de ellas sobrevivan más de dos o tres pasos sin desarmarse.

Los albatros se divorcian

Desamor, secretismo, infidelidad, problemas de comunicación o incompatibilidad sexual son algunas de las razones por las que puede separarse una pareja ¿Acaso la crisis climática se ha colado en la lista de motivos para quebrarse un matrimonio consolidado? Sí, si los enlazados son albatros, y viven en las islas Malvinas. Parece ser que estas aves se prestan bastante –conforme señala la prensa inglesa– a las comparaciones con los humanos: tienen una fase adolescente larga e incómoda donde aprenden las bondades de la seducción, hacen viajes de años fuera de casa para “madurar”, saludan enfáticamente al cruzarse con un compañero que no han visto en mucho rato. Y generalmente se aparean de por vida con su media naranja, a punto tal que están consideradas como una de las criaturas monógamas más leales del mundo. Costumbre que viene en picada por culpa, dicho está, de la crisis climática. Si antes se divorciaba entre el uno y el tres por ciento de los albatros, el promedio ha aumentado estos últimos años, registrándose separaciones en hasta un ocho por ciento de la población aviar contemplada. Así lo determina un reciente estudio publicado en la Royal Society, que analizó el comportamiento de más de quince mil parejas de albatros, residentes de las islas Malvinas, y observó que el inusitado calentamiento de las aguas obliga a estos animales a volar más lejos y ausentarse por más tiempo de casa. Dado el ambiente más hostil para conseguir el pan de cada día, el estrés se les dispara y, según el científico Francesco Ventura, coautor del paper e investigador de la Universidad de Lisboa, terminan culpando a su cónyuge no solo de los percances cotidianos: también de un mal desempeño amatorio, que los lleva a pastar en otros campos románticos. Obvio es decir que nadie se inmiscuye en las razones del corazón; lo que inquieta a los especialistas es que se siga acentuando una tendencia de rompimiento que eventualmente “podría perturbar severamente los procesos reproductivos regulares”, con consecuencias evidentes: menos crías, mayor riesgo de extinción.

La vuelta de Benny

Desconcertados, muchos periodistas británicos coinciden: es el regreso más improbable de todos. En plena era de la hipercorrección política, del revisionismo histórico e, inclusive, de la controvertida cultura de la cancelación, no dan crédito de que su tevé –más precisamente, la señal That's TV Gold– haya repuesto un programa de sketches donde un mofletudo rubicundo de gafitas no solo lanza miradas lascivas a señoritas curvilíneas: ya mayorcito, hace lo imposible por toquetear, pellizcar, desnudar a bonitas chicas florero, que tienen –a lo sumo– un tercio de su edad. También recibe y dispensa collejas, bofetadas, coscorrones a mansalva de otros secundarios; es víctima o incitador de persecuciones a cámara rápida al son de la reconocible Yakety Sax. Sobradas las pistas: tras dos décadas sin pantalla en Gran Bretaña, ha vuelto El show de Benny Hill, que fue cancelado a fines de los 80s por ser “demasiado sexista, demasiado vulgar” (también por una baja de rating, todo sea dicho, aunque se siguiera emitiendo en algunos de los 140 países donde fue lisa y llana sensación, incluida la Argentina). A golpe de efectivos/efectistas gags, Alfred Hawthorn Hill –o sea, Benny– alcanzó una popularidad inusitada entre 1955 y 1989, el larguísimo tiempo que duró su programa, en el que no todo era humorada picaresca, facilonga, carente de sutilezas: también hubo parodias más curradas (de Starsky y Hutch hasta Asesinato en el Expreso de Oriente), imitaciones (de Nana Mouskouri a Michael Caine), etcétera. Así las cosas, sus gags más recordados son los de acosadores de cuidado, por los que se lo increpó en vida, acusado de machista. Crítica a la que Hill respondía que sencillamente usaba recursos clásicos de la comedia; que las mujeres siempre mantenían la dignidad en los episodios, a diferencia de los tipos, que eran retratados como unos pazguatos. Que no envejeció bien el show, está más claro que agua filtrada; por eso extraña tanto que se haya resucitado justo ahora, cuando hay tanta más conciencia de género. Desde el vamos, empero, el canal ha abierto el paraguas, y en cada emisión, una placa avisa lo evidente: “Este programa refleja los estándares, el lenguaje y las actitudes de la época. Algunos espectadores pueden encontrar el contenido ofensivo”. ¿Asunto zanjado?

¿Vida de perros?

Gunther el Sexto no tiene demasiadas razones para andar echando ladridos: tras heredar una cuantiosa fortuna familiar estimada en 500 millones de dólares, lleva añares dándose la gran vida. Pasa largas temporadas en alguna de sus tres mansiones distribuidas en el mundo, viaja en exclusivo jet privado, es propietario de muchos yates y coches abc1. Aquello sin mentar que lleva una dieta a base de caviar y bistecs de primerísimo nivel, que él se embucha con gusto lobuno tras ser preparados por su chef personal, que lo consiente que da calambre (a punto tal de haberle servido un plato con trufa blanca, obtenida en una subasta por encima del millón de dólares). Acaso en búsqueda de una vida más modesta, sin embargo, Gunther VI ha puesto a la venta hoy día uno de sus descollantes hogares, que antaño le comprara a la mismísima Madonna, reina del pop, por la bicoca de 7.5 millones. Se trata de una villa de estilo mediterráneo con vistas al mar, en la bahía de Biscayne, Miami, ahora tasada en casi 32 millones. Nueve dormitorios, ocho baños, muelle propio, verdes jardines y una envidiable piscina se despliegan sobre un terreno de 4800 metros cuadrados, que harán las delicias del potencial dueño. Persona que además de hacerse de una propiedad estupenda, tendrá una flor de anécdota para compartir con sus amigos: el haberle comprado la mansión de 3029 Brickell Avenue a... un pastor alemán. Porque Gunther VI es un perro, el más rico del planeta tierra, cuyo pituco linaje se remonta a seis privilegiadas generaciones. A falta de hijos, fue una condesa germana, Karlotta Liebenstein, quien dejó su fortuna multimillonaria a Gunther III al morir en 1992. Gunther VI, sucesor del heredero, a la sazón su abuelo, disfruta hoy día del abultado fideicomiso legado a su familia perruna. ¿Tan bien se le dan los negocios a este animalito que da sentido diametralmente opuesto a la frase “vida de perros”, dado que no parece conocer de qué va una existencia plena de desazones, acostumbrado a los grandes lujos? No precisamente. En verdad, aclara la revista de negocios Forbes, “detrás del canino hay un grupo de empresarios italianos que opera bajo el nombre Grupo Gunther, y que ha invertido en bienes raíces, editoriales, equipos deportivos, discotecas, investigación científica”. Independientemente, en la actualidad el perrito tiene los días contados para lamerse a gusto en la habitación donde otrora dormía Madonna, y que Gunther VI adoptó como propia. Ruthie Assouline, su agente inmobiliaria, sospecha que la mansión se venderá pronto. Pase lo que pase, está encantada con su cliente canino: “Durante nuestro primer encuentro, corrió y me lamió la cara con un beso tan baboso que me corrió el lápiz labial. Creo que eso selló el trato”, sus reveladoras declaraciones.