Pura almendra
Un monoproducto hecho con apego a la tradición. Una pareja que se fue a vivir al campo bajo la sombra de los almendros. Un dulce preparado con un puñado de ingredientes nobles. De eso se trata La Simona, una marca de turrones de autor. El mismo y famoso turrón que abunda en las mesas navideñas, tantas veces menospreciado por fabricantes de turno. En La Simona vuelven a la receta histórica, la misma que se utiliza en Alicante, la provincia española reconvertida en denominación de origen. Quien haya probado alguna vez un turrón artesanal y de calidad en Alicante, sabrá de qué se trata: es duro, de mordida crujiente (los blandos son los que se hacen con almendra molida en la vecina ciudad de Jijona), que en boca comienza a derretirse lentamente, expresando el sabor a frutos secos tostados.
El turrón de La Simona compite de igual a igual con los importados de España a un precio considerablemente menor. Es de “calidad suprema”, lo que en jerga turronera significa que al menos el 60% del turrón es pura almendra, repelada y tostada. El resto: azúcar, miel y una frágil hostia a base de féculas. “Los almendros los plantó mi suegro en Daireux, una localidad en el suroeste de la provincia de Buenos Aires. Con Marcos (Radnic) nos fuimos a vivir allá y arrancamos con este emprendimiento. Comenzamos usando solo almendras propias; por suerte fuimos creciendo y hoy también le compramos a Buenos Vientos, que están en Neuquén y cultivan nuestra misma variedad”, cuenta Daniela Bonomo, detrás de La Simona.
La pandemia marcó un antes y un después para la marca: con el auge de los envíos a domicilio, las ventas se duplicaron. Por ahora elaboran una única variedad con formato de “torta imperial” (es redondo y fino), pesa 150 gramos y vienen en cajitas individuales ($790 la unidad; $7100 los diez turrones). Antes de fin de año sumarán una segunda presentación, diseñada para regalo: una caja más elegante con tres turrones redondos de 200 gramos cada uno.
Un dulce que se aleja de la golosina kiosquera para convertirse en una delicadeza.
Los turrones se compran por Instagram y Facebook (@lasimonaturronesdeautor), con envío a domicilio a todo el país o retiro gratuito en Palermo. También se consiguen en casas de delicatessen.
Yo también soy una fiambrería
Lo de Don Dalmiro es fantástico: una pequeña fiambrería ubicada en Palermo con quesos, jamones y embutidos de calidad, donde se prioriza la necesaria relación precio calidad. “Desde mis 18 son fanático consumidor de todo esto. Llevo 40 años trabajando en producción audiovisual, viajé por toda Argentina y probé cosas distintas, conociendo a productores de todo el país. Quise buscar ese equilibrio de cosas ricas que no sean carísimas”, cuenta Juan Cruz Sáenz, creador de la marca.
Don Dalmiro nació hace cuatro años, del otro lado de la Av. Córdoba; luego se mudó unos cientos de metros ganando una preciosa barra a la calle, que en pandemia lo convirtió en un gran punto para pasar y llevar. Pronto sumaron panes de masamadre de la panadería alemana Renania (de Zona Norte) dando vida a un menú de sándwiches deliciosos que generan colas cada mediodía. Los fiambres de cortan al momento, los panes (baguette, vienés, integral, ciabatta, de miga) se calientan en horno, con opciones como mortadela con pistachos y queso ($300); asadito de Las Dinas, queso y tomate ($400) o burrata, tomate y rúcula a $500, entre muchos más. Todos son generosos (70 gramos de fiambre, 60 gramos de queso), y se les puede agregar extras como pesto de albahaca o berenjenas al escabeche.
La fortaleza de Don Dalmiro está en los productos que ofrece: hay salames de Tandil, de Mercedes y de Oncativo; hay quesos de Córdoba y de Buenos Aires (muy buenos brie y camembert); hay variedad de lever (de los alemanes de Schreiber) así como quesos de cabra y de vaca. Con eso arman muy ricas picadas ideales para festejar el fin de año, con opciones que van de $1700 a $2400 (comen dos y pican cuatro).
El padre de Juan Cruz era Dalmiro Sáenz, ese enorme escritor argentino de siglo pasado, que en textos como Yo también fui un espermatozoide se paró frente a una sociedad pacata e hipócrita con ironía y humor. Sin buscar ser un homenaje, este Don Dalmiro de Juan Cruz recupera algo de esa cercanía popular, entendida ahora a través de una propuesta honesta y bienvenida.
Don Dalmiro queda en Ravignani 1441. WhatsApp: 11-5800-0909. Horario de atención: lunes a sábados de 10 a 20. Instagram: @don.dalmiro.
Es el jamón, estúpido
Se llama jamón y se apellida ibérico. Y es el mayor orgullo patriótico de España, sin competencia con lo que se hace en otros rincones del planeta. No es casual que el jamón crudo español, en especial en su calidad más alta (de cerdo ibérico de pata negra, alimentado en los últimos meses de vida con bellotas), cotice entre las grandes delicatessen mundiales, por sabor y precio: incluso para un europeo de clase media significa un desembolso doloroso, superando los 100 euros el kilo. Pero se vienen las celebraciones de fin de año, y para algunos fanáticos es excusa suficiente para sacrificar ahorros y probar así unos gramos del mejor jamón del mundo. Para eso está Bellota y Caviar, la marca de lujo de Pablo Pries con casa en Barrio Norte (y sumando sucursal en Cariló).
El nombre del local ya dice mucho: desde hace años Pablo es el principal importador de caviar de esturión (que nada tiene que ver con esas huevas teñidas de negro, rojo o naranja que se ven en los canapés de las fiestas de casamiento). Este caviar es elaborado por los italianos de Calvisius, la mayor productora de todo Europa, a partir de una piscicultura de variedades de esturión beluga, osetra, del pacífico y siberiano. Es un producto claramente para muy pocos, donde una lata de 20 gramos del más económico cuesta $18.000.
En materia de jamones, los costos son algo más terrenales. En el local venden patas enteras y sobres al vacío de jamón cortado a cuchillo, como manda la tradición. Hay Gran Reserva (desde 12 meses de curado), ibérico de cebo e ibérico de bellota (ambos con 36 meses de curado). Los precios por pata (unos 9 kilos) van de $58.000 hasta $260.000; los sobres de 50 gramos comienzan en $1200. El local suma además jamoneros y cuchillos, productos ahumados de la familia patagónica Weiss y vinos de bodegas tradicionales, como Catena, Rutini, Salentein, Viña Cobos y otras.
Para muchos, gastar más de mil pesos en un poco de jamón será un absurdo; para otros es un capricho merecido. Un capricho que Bellota y Caviar se encarga en hacer realidad.
Bellota y Caviar queda en Peña 3078. Lunes a sábados de 10 a 14 y de 16 a 20. Instagram: @bellotaycaviar.