Cuando me siento a desgrabar la charla que realizamos ayer junto a les creadores y participantes de Lesboteca me pregunto si corresponderá escribir en primera persona, no suelo hacerlo, las y los que siguen la programación de Soci@s de Página/12 saben que en este tipo de artículos se presenta un resumen de lo que sucedió con algunos pasajes destacados, pero esta vez todo tiene otro cariz.
Me siento interpelada directamente y no logro despegar el sentir del acontecer.
Cómo obviar las sensaciones cuando el proyecto que nos convoca está completamente atravesado por lo sentimental y lo personal. Y, además, por qué presentar una versión aséptica de lo que se vivió ayer en el Café Cultural Caras y Caretas que, dicho sea de paso, fue la primera charla que realizamos con público, algo que también le sumó una cuota extra porque pudimos encontrarnos, reconocernos, abrazarnos y volver a compartirnos.
La charla como invitación para pensarnos, pero también como un espacio necesario para hablar de amor fuera de la heteronorma y, sobre todo, para rescatarnos del silencio que, a pesar de que nuestro porteñocentrismo nos lleve a creer lo contrario, aún pesa sobre muchas y muches.
La Lesboteca propone eso, contar desde la diversidad, ofrecer un lugar dónde mirarse, reflejarse y sentirse parte de algo más grande. Albergar esas historias en un archivo es cobijar a todas esas otras historias no contadas.
Algo que afloró espontáneamente y que se repitió entre escuchas y participantes fue la necesidad de encontrar representación en el campo cultural, pero también nuclear, dar marco de pertenencia y hallar en esos relatos una voz amiga que te cuente su primer amor. Tal como sus creadores expresan, “el podcast como formato permite detenerse y escuchar una voz narrante, revalorizando la tradición oral de la narración como espacio de construcción de sentido colectivo. Estas historias, además de relatar experiencias personales, dibujan el perímetro cultural de una sociedad que apartó de su construcción la experiencia afectiva y sexual de lesbianas y disidencias”. Además, agrega La Caiu, sentíamos la falta de consumo trivial de historias de amor, ese universo de comedia romántica que siempre es heterosexual”.
Otro de los aspectos que destacan sus creadores es entender este archivo no como un trabajo periodístico, sino como pequeñas ficciones. “Apelamos al recurso de que todo recuerdo es una ficción en sí, también invitamos a les participantes a decidir qué decir y que no y, por otro lado, el puntilloso proceso de edición ayuda a que ese relato sea ficcional”, cuenta Ana Luz Vallejos.
Para dar cuenta de algunas de las experiencias y voces que pasaron por este archivo sonoro de amores lésbicos también se sumaron al panel le filosofe Vir Cano, la periodista y creadora de Lesbodramas Camila Alfie, la música Chocolate Remix y le co-directore de Casa Brandon Lisa Kerner.
Acá algunos de los pasajes destacados:
¿Por qué participaron de la Lesboteca?
Chocolate Remix: Para las lesbianas de mi generación, en donde muchas de esas historias estuvieron bastante atravesadas por el silencio, es liberador poder compartirlas. Yo no había socializado con amigos, por ejemplo; en ese momento fue algo que guardé porque sentía que no tenía un lugar en la sociedad, ni que se pudiera contar.
Vir Cano: La considero una intervención activista. Me hice lesbiana en un momento donde había una ausencia y un vacío de representaciones lésbicas, entonces tener la posibilidad de contribuir a un archivo que armara un campo referencial de historias lésbicas amorosas era una reparación histórica y una reparación personal.
Lisa Kerner: Para mí fue como hacer el ejercicio práctico de lo personal es político, es un gesto activista. ¿Imagínate si hubiéramos tenido grabaciones de Maria Elena Walsh?
¿Por qué creen que proyectos que visibilizan afectividades disidentes tienen valor a futuro?
Lisa Kerner: Me parece que abre la escucha a otras realidades en las cuales todavía es un bajón ser torta, entonces dar con la historia de otres es reparador, brinda alivio saber que no estás sola en el mundo y eso es un montón.
Vir Cano: Considero interesante el recorte que hicieron, la diversidad de los relatos, porque desarma la idea de que hay una linealidad en nuestro proceso histórico en relación a los movimientos LGTB, específicamente al movimiento lésbico, como si la dificultad de asumir deseos que desafían la heterocisnormatividad fuera una cuestión del pasado. Creo que volver sobre esas historias, sobre cómo fueron, algo de esa diversidad de afectos, es interesante en relación a la lectura que hacemos de nuestro presente. Me interesan mucho los proyectos de archivos porque tienen esa potencia, dislocan algo de los relatos lineales de la temporalidad que, a mi juicio, hacen daño. Por ejemplo, asumir que ahora es fácil salir del closet. Justamente ese repertorio de historias de diferentes maneras de transitar el primer amor es un bálsamo, un recurso, y pienso que el activismo tortillero hace eso históricamente: siempre elaboramos en relación a hacer de nuestra experiencia algo colectivo, ponerlo a rodar y hacer eco con otres.
¿Qué te pasó cuando te asumiste como lesbiana?
Cami Alfie: Sentí que para ser lesbiana me tenía que ir a otro país. La pregunta que se me presentaba era cómo sorteo este agujero negro. En algún punto reconocerme a mí misma como lesbiana tuvo mucho que ver con encontrar un círculo de afectos y amistades, no podía ser lesbiana sola, sentí que necesitaba ser lesbiana con otres.
¿Cómo es un amor lésbico paqui y la diferencia con uno disidente?
Vir Cano: Me cuesta reivindicar mi primera historia, si bien tiene un valor biográfico importante porque fue la primera vez que estuve con una chica, no podría leerlo en clave de un amor disidente porque fue un amor enclosetado, obturado, negado y difícil, por eso no siento que haya sido una exploración del territorio afectivo lésbico que a mí me interesa rescatar. Por eso cuento la historia de reconstrucción de un vínculo luego de un noviazgo, después de lo que, en términos generales, pensamos como el amor. Lo que me interesa es la historia de recomposición, de rearmado, de volver a construir una trama afectiva allí donde fracasa ese proyecto que, para mí, viene muy moldeado por la heterosexualidad normativa, por la educación sentimental de la que no estamos exentes quiénes somos lesbianes. Y, en lo personal, quería justamente marcar esa diferencia de tesitura. Me parece interesante revisar qué nos pasa con esos territorios corridos de los dispositivos afectivos o de la educación sentimental recibidas, porque mayormente nos enseñan que cuando se termina el amor es porque se termina la pareja y mi experiencia tiene muy poco que ver con eso. Les lesbianes reivindicamos mucho esas maneras de construir, de armar compañía, de construir sostén y redes que no tienen que ver necesariamente con la pareja, para mí esas vincularidades más porosas, abiertas y corridas del núcleo, no sólo familiar sino de la pareja, es lo más interesante y lo más disidente que tiene el lesbianismo.
Para cerrar el encuentro, Ana Luz Vallejos reflexionó sobre la importancia del archivo y seguir generando esta pluralidad de voces “para ampliar la mirada y hacer más real esa representación que nos fue negada y, al mismo tiempo, ser capaces de generar empatía con otres lesbianes que ocupan espacios que no tienen la batería de privilegios que tenemos nosotras”.
Si querés revivir la charla completa podés hacerlo acá: