El grupo de danza-teatro Krapp vuelve a los escenarios. Es un regreso cargado de emociones ambivalentes. Por un lado, es muy deseado porque las creaciones de este colectivo de bailarines, actores y músicos, al que se le fueron sumando creadores de otras disciplinas, siempre sorprendió con obras desconcertantes y bellas, que bucearon en zonas abismales, cruzaron lenguajes, manejaron energías físicas extremas, y un humor alejado de los estereotipos que no temía al ridículo. Todo fue riesgo y experimentación, búsqueda de nuevas formas de expresión, de abordar la problemática de la representación y los límites del lenguaje, en propuestas que sacudieron la escena local y se lucieron en el exterior. Pero el retorno se tiñe de un dolor infinito ya que no estará presente físicamente Luis Biasotto, uno de los fundadores del grupo en 1998, junto a Luciana Acuña, ambos cordobeses. Artista de una fuerza creativa descomunal, director, coreógrafo y bailarín con cuerpo de titán y espíritu de niño, Luis falleció por coronavirus en mayo pasado. Estaba en Córdoba, junto a su pareja Gabriela Gobbi, también bailarina, coreógrafa y gestora cultural, a la espera del bebito que nació hace pocos meses, construyendo una casa en la naturaleza. Pero sí estará en el espectáculo a través de videos, de su voz, de textos y de la concepción general de la propuesta que habían comenzado a pensar hacía varios años.
Este viernes y sábado, a las 20, van a presentar en el CCK en el marco de la cuarta edición de la Bienal de Performance, Réquiem: La última cinta del Grupo Krapp, un concierto performático que retoma fragmentos de las creaciones de la compañía que marcó la danza contemporánea independiente de las últimas décadas, e influenció a muchos creadores jóvenes. “No hay solo una sensación, el abismo ante un estreno es parecido al de siempre, pero esta vez va acompañado de una extrañeza que implica estar sin Luis. A veces parece que está, que se ríe con nosotros, que se enoja, que piensa y otras veces no. Entonces nos sentimos solos y más tristes que nunca”, confiesa Acuña a Página/12.
El germen de la propuesta se remonta al 2013, cuando Krapp realizó una retrospectiva en el Cultural San Martín, en la que repusieron Mendiolaza, Olympica, Adonde van los muertos (Lado B) y Adonde van los muertos (Lado A), y una especial reconstrucción de ¿No me besabas?, no a cargo de ellos mismos sino de un grupo de investigadores e intérpretes invitados. En ese contexto de revisitar su propia producción, Biasotto y Acuña imaginaron entonces hacer un concierto con algunos temas y canciones de sus obras. “Nunca imaginamos un Réquiem. Con Luis habíamos hecho una lista de temas, intervenidos con textos, imágenes de video y pequeñas coreografías. Pero nunca imaginamos que ese concierto iba a tener como eje la pregunta sobre la muerte. Pero como también ya hicimos no una, sino dos obras sobre la muerte… Creo que realmente no hay casi nada de lo que está en esta obra que no lo hayamos pensado antes con Luis. Por eso la sensación y el hecho, es que la estamos creando con él”, asegura la directora.
-¿Este concierto performático fue concebido como una antología?
Luciana Acuña: -La Bienal nos invitó a participar apenas murió Luis. Enseguida, Maricel Alvarez (la curadora), Susana Tambutti (la directora artística) y Graciela Casabé (la directora) me llamaron y me dijeron que en la Bienal tenía que haber un espacio para Luis, que sino no tenía sentido hacerla. Y a partir de esa invitación decidimos hacer este concierto ahí. Este llamado fue muy importante porque ellas siempre siguieron y apoyaron nuestra carrera desde el inicio, y confiaron en nosotros. Esta invitación fue una contención muy fuerte. La obra o concierto performático está construido con fragmentos de todas nuestras obras. No hay prácticamente materiales nuevos sino un compendio de imágenes, situaciones, textos, canciones que forman parte de toda la obra de Krapp. Es una antología de los temas y canciones de las obras, pero todo está mezclado, confundido y estallado. Un poco como nosotros ahora. Es simple y es sincero. Yo siempre pensé que Krapp se iba a terminar diluyendo, que de a poco íbamos a dejar de hacer obras juntos, que iba a dejar de existir casi sin darnos cuenta. A nadie se le ocurrió un final de tragedia como posibilidad. Y lo que ocurrió fue eso: una tragedia.
-La forma original del concierto que imaginaron debió haberse transformado porque Luis ya no está físicamente y por el dolor que implica. ¿Qué podés anticipar de ese cambio en relación a lo que vamos a ver?
L.A: Podríamos decir que en esta obra Krapp cambió su forma, pero no algo de su esencia que permanece. Esta vez elegimos estar todos en escena, no solo los de siempre, sino también los que están detrás de escena acompañando y creando con nosotros: Matías Sendón, Alejo Moguillansky, Mariana Tirantte y Gabriela Gobbi. Y también acompañando muy de cerca Gabriela A. Fernández (vestuarista), Ariel Vaccaro (escenógrafo), Fabián Gandini y Susana Tambutti (coreógrafos y bailarines). En esta última obra ya no importan los roles, ni quiénes somos, ni si lo que hacemos es una obra, una performance, un concierto o qué. Ni tampoco si las personas en escena están vivas o muertas. Estamos todos ahí, despidiendo a nuestro amigo y a nuestro grupo, que siento, al menos yo, que se fue con él.
Réquiem: La última cinta del Grupo Krapp cuenta con dirección de Luciana Acuña, creación e interpretación de Gabriel Almendros, Fernando Tur, Edgardo Castro, Luis Biasotto, Luciana Acuña, Alejo Moguillansky, Mariana Tirantte, Matías Sendón y Gabriela Gobbi. La música original y dirección musical es de Tur y Almendros, y la batería de Diego Voloschin. La dirección audiovisual está a cargo Moguillansky, la concepción espacial, escenografía y vestuario son de Tirantte y las luces de Sendón. Los textos son de Krapp en colaboración con Moguillansky, Mariano Llinás, Lola Arias y Mariana Chaud, y la producción es de Gabriela Gobbi. Las entradas son gratuitas y se reservan previamente en la web de la Bienal: https://bienalbp.org/bp21/