El 19 de noviembre de 2019, Modo Diablo hacía su última presentación en vivo a la fecha. Vestidos por Roberto Sánchez como jugadores de un programa de entretenimientos noventoso, los tres paladines del trap, YSY A, Neo Pistea y Duki, se abrazaban poniéndole precinto a una etapa que iba promediando, mientras entendían que sus caminos iban a lugares distintos. La concreción del sueño había respondido a todos los miembros de la familia. Aunque los medios, su sensibilidad e incluso la naturaleza de sus propios proyectos los vayan a hacer reincidir.
Si bien la propuesta del trap y el rap en Argentina no funciona como un colectivo estable donde cada cual tiene su rol -como sí parecen tenerlo Dillom y su equipo de producción, con resultados sin precedentes en lo contemporáneo-, es notable cierta camaradería. Se puede trazar una línea que va contando la historia para los libros futuros que alguien debería escribir.
Hay una palabra que estos muchachos pronuncian en cada entrevista que dan. No importa la edad, el género musical por el que estén apostando, ni su masividad. Todos y cada uno hablan de "hambre": la que sentían cuando empezaron, la que los impulsó a seguir aún cuando nadie los reconocía, a saltar etapas y llenar estadios sin ser del todo conscientes. Estar famélicos les permitió a lo largo de un tiempo (con ritmos demenciales) regular su carrera y a partir de esa explosión cultural reagrupar las células, sin perder las mañas.
Da la sensación de que la fragilidad de la juventud y no tener un respaldo externo los mantuvieron unidos, como esos niños que van a cumpleaños y no pueden despegarse de las piernas de sus padres. A medida que acondicionaban sus estilos y técnicas, también lo hacían sus personalidades. Y hoy, siendo muchos artistas consagrados, algunos sin poder salir a la calle, siguen conservando algo de eso de cuidarse las espaldas entre sí. La red de colegas sufre altibajos, pero sigue demostrando resultados interesantes.
Es como si hubiese un pacto implícito, una protección entre hermanos, martinfierrista de pura cepa: se pueden tirar beef y amenazarse por historias, pero que no venga alguien de afuera de la escena a pretender desarmar el fuerte. Así como cuando en Twitter los extranjeros pretenden venir a darnos lecciones de cómo vivir mejor en Argentina. Tendrán sus errores, pero son nuestros. ¡Arriba esos memes de Bardo Salteño y Bart grafitteando "El Duko" en una pared de Monte Chingolo!
► YSY, el gran fundador
Prematuro e irreversible, Alejo montó un imperio que dejó de digitar justo antes de que se le escape de las manos: El Quinto Escalón, una fiera incontrolable que se mantuvo hasta donde pudo y no alcanzaba para ninguna de las partes. Los freestylers necesitaban competir con pibes de otras regiones y ganar visibilidad como competidores; el resto entendía que la lógica de batallas no los terminaba de satisfacer y querían ver qué onda "eso de la música", cómo pegaban sus punchlines con melodías.
Alejo logró trasladar todos sus talentos creativos y, con ello, otro concepto que continúa armando este rompecabezas: la autogestión. ¿Por qué si llegamos hasta acá solos ahora vamos a tener que pedir ayuda a señores de traje que nada entienden de lógicas musicales? Sigamos solos, pero acordémonos de nuestros hermanos. Ysy es el ejemplo por antonomasia de hacerlo todo solo. Y si no se sabe, se aprende.
Con 13 años se mandó a organizar eventos, consiguió sponsors, tejió contactos, arregló pormenores con personal de seguridad o policía, y en el medio, cuando le quedaba tiempo, rapeaba con una destreza alienígena. Y en su pico máximo de popularidad podría haber firmado una alianza con Red Bull, ser jurado internacional o lo que fuera que le permitieran sus abultadas credenciales, pero no. La siguiente etapa lo ubicó en el centro del escenario, full ice y con unas piernas que jamás se cansan.
Ahora, con su todavía flamante disco Trap de verdad, Alejo suma su cuarto trabajo de estudio, un lugar que, antes que cómodo, lo encuentra divertido. No sorprende entonces que en el Luna Park reventado que lo vio debutar para presentarlo, remarcó varias veces que se había propuesto empezar a disfrutar de tocar en vivo.
Esa noche Duki lo vio desde atrás, pero estuvo presente en el bautismo en El Palacio de los Deportes de su hermano.
► Perreos con Duko
La cuna del reggaeton está en Puerto Rico, pero en Argentina ostentamos una buena franquicia, aún cocinándose con intenciones más rústicas que las popificadas que bajan del Caribe. Duki estrenó su Temporada de reggaetón, segundo EP que se añade a los dos discos largos. Y, al igual que YSY, el Wanakin exorcizó demonios, aprendió de sus errores (SSJ, su disco debut, fue más para conformar a la industria que para obedecer impulsos artísticos), maduró (Desde el fin del mundo es la tesis) y hoy confiado sorprende y se saca las ganas.
Mauro y el frontman de El Quinto Escalón ya son mucho más que simples figuras conocidas, y hacerse un nombre les permite producir canciones con artistas que atraviesan las fronteras. Un glitcheo que asoma el hyperpop y entusiasma hacia lo que se viene muestra a un Duko full neutro que desaprovecha la oportunidad de sazonar con las letras el toque argento. Midtown es el billete ganador porque combina perfectamente el mood bailable con el costado sad: su don que lo llevó tan lejos.
► CA7RIEL, Paco, la tormenta y la calma
Las fragmentaciones no necesariamente son negativas: basta con escuchar los discos solistas de CA7RIEL y de Paco Amoroso. El dúo lisérgico partió caminos, Cato conservó la electricidad que galopa en cada uno de los tracks de EL DISKO; mientras que Paquito puso a madurar sus ideas, aturdido por ese monstruo frenético llamado fama sin haber podido detenerse a pensar próximas direcciones.
Cuarentena mediante -que actuó como catalizador o break artístico, dependiendo el caso-, el niño de ojos de muñeco y espalda quebrada optó por suavizar su voz y explorar el mundo de las canciones. SAETA parece un disco hecho para lustrar el verano y musicalizar las primeras charlas en la vereda a altas horas de la noche. Con colaboraciones perfectamente elegidas (Adrián Dárgelos, Tío la Bomba, El Doctor y Lara 91k) y un Paco con la claridad del aprendizaje.
► El corazón a toda prisa de Wos
¿Y Wos? El pibe asistencia perfecta estrenó su segundo LP con un título que suena a oxímoron (Oscuro éxtasis) y un featuring con Mollo que era sólo cuestión de tiempo. Una colaboración que alegra a los fans de ambos lados. Aunque el disco es prolijo sin ofrecer muchas novedades respecto a Caravana y se desinfla en la segunda parte. Los singles no llegan a entrar en armonía con el resto. Quizás tenga algo que ver que el propio Valentín siente más de lo que piensa y eso aún no alcanza a plasmarse en las canciones. El corazón a toda prisa y un cerebro que aún trata de descifrar todo lo que pasó.
► La red social
YSY es algo reacio, pero el embajador sigue haciendo la seña diabólica con las manos y disfruta de tirarse unas barras con su "gordo" mientras se mete en otro universo: el stream. Duko lo lleva en su piel y resigna el cierre de su disco para que CA7RIEL robe el último aliento y quede debiéndole una a su anfitrión. Wos samplea a Fatboy Slim pero de la mano del chico del tatuaje de Guadaña, quien además fue su guitarrista. Paco acompañó su caos escénico y ahora dividen aguas, pero festejan sus aventuras en la misma calle. Y con la misma selfie.
"A mí no me cambia la fama", canta Duki en la legendaria Hablamos mañana, el tema con el que fue invitado a grabar con Bad Bunny junto a Pablo Chill-E. Lombardo sigue saludando a todes en la calle, participa en canciones con personas que quizás todavía no estén seguras de si quieren ser cantantes, de la misma manera que sube en su Instagram capturas de temas que son el under del under, sin ningún aparente interés más allá del querer apoyarlos.
Basta ver qué pasará con la nueva generación, porque sí, ya hay una nueva camada de manijas queriendo salir a borbotones: Tiago PZK, Rusherking y María Becerra entran en otro nivel de la línea temporal, sin ir más lejos. Y se verá si el destello de los espejitos de colores es tan fuerte como para acabar destruyendo nuestra idiosincrasia.
Son los hijos de la instantaneidad, y ése es su plazo natural para gestar cosas. Hoy por hoy, pensar en tardar más de un año en sacar un disco es una locura. Por eso el mercado no les da el tiempo para procesarlo. Y si la ficha les cae durante la mezcla de sonido, a lo largo del tour o incluso en la fecha de despedida, allí se darán cuenta de que quieren cambiar de dirección. Estará en ellos darse cuenta si vale la pena empezar de cero.