En el pico de la Beatlemanía, tratar de infiltrarse en el mundo de los Fab Four para ver a sus verdaderas personalidades era un desafío de proporciones hercúleas. Costaba imaginar lo que hizo Michael Lindsay-Hogg en 1969, tratar de meter una cámara frente a sus rostros y en la intimidad de su cuartel general. No terminó bien. En el documental de tres partes realizado por Peter Jackson, Get Back -basado en 56 horas de material inédito registrado por Lindsay-Hogg sobre la banda en sus días finales- se puede ver la tarea que su antecesor tuvo entre manos, mientras trataba de convencer a la banda más grande del mundo para que cooperara. No pareció obtener mucha cooperación.
"Ellos podían decir 'No, no, absolutamente no. No vas a mostrar esa parte'", recuerda Jackson, riéndose ante los descubrimientos que fue haciendo cuando empezó a meterse en esos invalorables archivos. Era muy sabido que The Beatles estaban en pleno control de lo que se mostraba de ellos: les tomó décadas liberar un solo track de esas sesiones. Pero ahora tengo la plena sensación de que la historia ha arribado". La película se estrenó los pasados 25, 26 y 27 de noviembre en Disney+, provocando un nuevo ruido mundial.
Para hacer su documental, al neocelandés se le garantizó un acceso sin precedentes a esas filmaciones casi legendarias de las sesiones de Let It Be, que habían permanecido intocadas en la bóveda de Apple Corps (la compañía fundada por The Beatles para manejar sus asuntos) durante medio siglo. Desde hace mucho, se habían convertido en una especie de mancha en la línea de tiempo del cuarteto de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr: la banda luchando por darle forma a nuevas canciones, buscando un lugar para llevar a cabo un concierto, y de algún modo intentando llegar al otro lado del plan sin estrangularse uno al otro.
En ese momento, el documental de Lindsay-Hogg fue acusado de mostrarle eso al mundo desde sus facetas más horribles. De manera comprensible, entonces, Jackson era muy cauteloso: ya en el pasado se habían descartado otros planes para restaurar y lanzar ese material. Pero luego de ver lo que había allí, supo que tenía que hacerlo. "Todavía tengo la mente explotada por el mero hecho de que esto realmente exista", dice el realizador de 60 años. "Lo más destacable de todo esto no es lo que yo haya hecho, es la cuestión de que Michael Lindsay-Hogg haya filmado esto 52 años atrás".
Como podía esperarse del hombre que estuvo detrás de las trilogías de El Señor de los Anillos y El Hobbit, lo que empezó como un solo documental terminó convertido en tres partes, cada una de ellos con una duración de alrededor de dos horas o más. El resultado es magnífico. Casi todas las reseñas publicadas por medios de todo el mundo (incluyendo a Página/12) lo ensalzaron; el crítico de The Independent Ed Cumming lo describió como "un monumento a The Beatles, enorme y revelador, que actúa como un baluarte contra los interminables libros y artículos y charlas simplemente mostrándolos tal como eran".
Para restaurar el material, Jackson utilizó la misma tecnología de punta digital que tuvo a su disposición para Ellos no llegarán a viejos (2018), su asombrosa película sobre la Primera Guerra Mundial. Mientras que el material de Lindsay-Hogg requirió menos edición visual, el audio necesitó mucho trabajo. Al escuchar esas grabaciones tantos años después, Jackson se sintió algo así como un agente de la CIA. "Como soy un fan de The Beatles, entiendo las sutilezas y la relevancia de un montón de pequeñas cosas sobre las que hablan", dice.
Al observar esos archivos, el director se enteró de que en una ocasión la banda saboteó las grabaciones de audio de Lindsay-Hogg a propósito. "Nos dimos cuenta de que John y George en particular eran muy cuidadosos con sus conversaciones privadas, no querían que fueran registradas", dice. "Michael escondió micrófonos por todos lados para tratar de capturar conversaciones casuales. Pero lo que John y George solían hacer era subir el volumen de sus amplificadores bien alto y rasguear en la guitarra -sin tocar nada en particular- para que los micrófonos solo pudieran tomar eso. Estaban en esta especie de batalla permanente."
Fue sólo décadas después que Lennon y Harrison pudieron ser frustrados por la tecnología, cuando el equipo de Jackson pudo ser capaz de quitar el audio de la guitarra y finalmente exponer lo que habían estado hablando. "Es un poquito malicioso", admite Jackson. Pero también la broma de las guitarras, podría argumentarse.
Let It Be fue estrenada en mayo de 1970, solo unas semanas después de que Paul McCartney confirmara que The Beatles se habían separado definitivamente. Originalmente estaba planeado que la película mostrara a la banda mientras iba armando un gran concierto, en una locación que estaba por determinarse. Lindsay-Hogg había sido contratado para eso. Pero su documental fue consecuentemente contaminado por la percepción de que había sido filmado durante un momento de amargas tensiones, algo tan inapropiado como alguien levantando su teléfono para registrar un choque de autos. Jackson estaba determinado a cambiar el entendimiento de esos eventos.
Enero 1969: la banda está ensayando, trabajando en nuevas canciones en los estudios de filmación de Twickenham, tratando de decidir dónde montar el escenario para su performance filmada. La excitación en el aire es tangible, y todos parecen felices de estar nuevamente juntos, aun sabiendo que están siendo filmados. Se ve a Ringo Starr payaseando alrededor de su batería, y la inquebrantable química que sirvió de alquimia para algunas de las más grandes canciones que el mundo haya conocido. "Ustedes trabajan tan bien juntos: se están mirando uno al otro, se están viendo uno al otro, simplemente están sucediendo", les dice el productor George Martin durante una visita, al escuchar canciones que terminarían formando parte del disco Let It Be (“Get Back”, “Don’t Let Me Down”), pero también gemas que terminarían en Abbey Road, lanzado en septiembre de ese año, y material que sería editado en sus discos solistas.
Jackson dice que es todo un testamento para la banda que fueran capaces de trabajar a través de las sesiones de Twickenham sin que corriera sangre (el documental incluye un pasaje que ayuda a diluir mitos disparados por una nota en un diario, que aseguraba que Harrison se había ido tras una pelea física con Lennon). "Ellos tenían sus propias opiniones", dice Jackson sobre los cuatro integrantes. "Lidiaban con las cosas de manera diferente. Pero tengo que decir que salí de todo esto respetándolos más. Porque cuando levantás el velo y ves la verdad sin maquillajes, de algún modo te preparás para quedar en algún punto decepcionado. Y no encontré eso". ¿Y qué encontró? "La oportunidad de pensar en ellos como seres humanos", señala. "Terminé pensando en ellos como tipos decentes, sensibles. Tenían desacuerdos, tenían diferentes ambiciones. Pero no hay actitudes ególatras, cosas de prima donnas."
Tanto Ringo Starr como Paul McCartney parecen complacidos con lo que captura la película. "Siempre estuve quejándome sobre la película original, porque no hay verdadero disfrute en ella", le dijo el baterista al magazine online Inside Hook. "Creo que todos van a disfrutar Get Back, porque podés ver a esta banda trabajando realmente duro y atravesando alzas y bajas emocionales para llegar donde finalmente llegaron. Y realmente llegamos. Cada vez."
"Te voy a decir que es lo realmente fabuloso de esto, y es que muestra a los cuatro teniendo la pelota", le dijo McCartney a The Sunday Times tras ver el corte de Jackson. "Es algo que me reafirma. Esa fue una de las cosas importantes sobre The Beatles, podíamos hacer reír uno al otro." En el artículo cita un cliop en el que él y Lennon están bromeando, haciendo "Two Of Us" como si fueran ventrílocuos. "Es algo que me prueba mi principal recuerdo de The Beatles, que era el disfrute y la habilidad que teníamos", dijo. Admitió que incluso él, que estuvo allí, en el corazón de todo el asunto, estaba convencido del caos que rodeaba ese período de la banda. Cuando se le preguntó si ver este material cambió sus sentimientos sobre el rol que jugó él en la separación, contestó: "Sí, realmente. Y la prueba está en todo este material. Porque yo definitivamente también compré ese lado oscuro de la separación de The Beatles, y me culpaba por eso."
"Cuando lo vio, Paul me dijo que era un retrato muy fiel y certero de cómo eran entonces", señala Jackson. No recibió ningún apunte sobre la serie terminada, comparado con el pobre Lindsay-Hogg, que tuvo que lidiar con la banda metiéndose en la sala de edición para reclamar cambios. "Tuve la sensación de que ya no existen preocupaciones sobre su imagen", dice. El realizador fue muy cuidadoso para no torcer las cosas o representarlas mal con solo una cita de una conversación de una hora, a la vez que se mantenía fiel al material. "Traté de retratarlos tal como los estaba viendo", explica. "Y la banda misma no quería un proceso de lavado, no querían un material sanitizado."
El acercamiento sin barreras de Jackson significó que también quedaran varios momentos difíciles en cámara (no solo para ellos sino también para el mismo Lindsay-Hogg, quien aún vive y tiene 81 años, y que hace un par de comentarios culturalmente insensibles). Un momento clave es cuando George Harrison dejó la banda, el 10 de enero de 1969. "Me levanté, fui a Twickenham, ensayé hasta la hora de almorzar, me fui de The Beatles", se lee en una contundente nota en su diario. Pero es la consecuencia de eso lo que constituye una de las secuencias más fascinantes del documental. "En el momento en que George se va, ellos tienen un gran problema", dice Jackson. "No hay nada nuevo que revelar, aparte de cómo responden a la crisis. Y eso es interesante."
Efectivamente, se ve a Starr, Lennon y McCartney debatiendo sobre la partida de Harrison, y a Lennon admitiendo que él elegiría a Yoko Ono por encima de cualquiera de ellos. "Sacrificaría a todos ustedes por ella", dice. Más tarde, McCartney advierte a los otros contra intentar interferir con la relación de la pareja, aún si les disgusta el modo en que Yoko parece perpetuamente pegada al costado de Lennon. "Parecen exagerar sobre eso, pero John siempre lo hace, saben, y probablemente Yoko también", dice. "Esa es su escena. No se puede decir 'Están exagerando, sé considerado y no la traigas a nuestros encuentros'". En un presentimiento hilarante, McCartney también prevé cómo Ono probablemente sería culpada por romper la banda: "En 50 años va a ser algo increíblemente cómico... 'Se separaron porque Yoko se sentó en un amplificador' o algo así... no es tan tremendo, no es que estemos teniendo peleas que rajan la tierra."
Jackson parece muy consciente de la envidiable tarea que tuvo en sus manos, la de crear algo "nuevo" sobre The Beatles que atraería por igual a los aficionados y los fans ocasionales. Lo que cree sobre Get Back es que muestra un costado genuinamente diferente de las leyendas, uno que realmente nadie ha visto antes. "Aun cuando estás en una conferencia de prensa, tratás de ser natural, de ser vos mismo, pero estás consciente de que hay un público", explica. "Lo que hace esto, en sus momentos más casuales, es ponerte en contacto con una mirada 100% pura de los tipos, que no existía en ninguna película, en ningún otro lado. Es la mosca en la pared de este muy ambicioso proyecto que estaba empezando a descarrilar. ¿Qué mejor manera de conocer sus personalidades que ver cómo lidian con sus problemas?"
En última instancia, Jackson quiso ofrecer algo que pudiera darle esperanza a la gente, animarla un poco "tras un año de mierda". El director se siente afortunado de haber pasado la pandemia de esta manera, inclinado sobre todo este material, construyendo el momento del 30 de enero de 1969, cuando la banda fue a la terraza del edificio de Apple Corp en Savile Row 3, Londres, sin saber que esa sería su performance final. "La banda nos estaba animando todo el tiempo", dice Jackson. "Tratamos de hacer de Get Back algo feliz y gozoso, porque sentimos que la gente necesitaba eso. ¿Y quién mejor que The Beatles para provocarnos una sonrisa?"
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.