El metaverso comienza a despertar las primeras polémicas. La semana pasada la firma canadiense Tokens.com informó que decidió comprar por 2,4 millones de dólares un total de 566 metros cuadrados en tierras virtuales. La compra fue record y se llevó a cabo en una plataforma blockchain que recrea un mundo digital llamada Decentraland.
Hace años se difunden noticias de inversores que decidieron empezar a comprar parcelas en la luna o incluso en distintos planetas del sistema solar. Siempre causan curiosidad o sorpresa. Pero posiblemente sean más sencillas de asimilar que esta inversión millonaria en un terreno construido con un solo material: los bits.
La nueva tendencia en el mundo de las criptomonedas de comprar propiedades virtuales reaviva un debate repetido: ¿existe una burbuja de dimensiones cada vez más impactantes o en verdad las sociedades comienzan a prepararse para replicar muchas de sus actividades en un espacio digital en el que la realidad estará simulada?
La respuesta no parece ser sencilla ni estar resuelta. La visión de los más críticos es que todo este furor por los ladrillos que no pueden tocarse es otro artificio de las firmas tecnológicas que tienen desesperación por “reinventarse en el futuro”. Necesitan vender la idea de que habrá cambios radicales en los próximos años porque sería la única forma de darle fundamentos y sostener los record de capitalización de sus empresas.
En cambio los optimistas del metaverso consideran que la realidad virtual será el espacio en el que comenzarán a transitar las relaciones humanas en las próximas décadas. En el blog de tecnología de Singularity University se realizó un análisis sobre la venta de terrenos virtuales a precios millonarios.
“Las personas y las empresas parece que están apostando a que la vida se vuelva más digitalizada y que despegue el tan publicitado y poco entendido metaverso”, se menciona. Para agregar que “la tierra virtual se está convirtiendo en una inversión tan importante como la tierra física y, si continúan las tendencias actuales, es posible que ofrezca a los primeros usuarios una gran recompensa”.
El análisis parece exagerado pero tiene un punto interesante. Se busca explicar porqué Tokens.com decidió pagar más de 2 millones de dólares por un terreno virtual que llevado a la comparación del mundo real no sería más grande que un estadio de básquet.
Básicamente, la apuesta de la firma es instalar a las principales marcas de moda y diseño en uno de los distritos del mundo virtual de Decentraland, que en cierta forma tiene como objetivo replicar lo que ocurre en espacios como la Quinta Avenida de Nueva York. Gucci, Prada, Ralph Lauren, entre otros, son algunas de las marcas que figuran.
La idea de pensar que un usuario de estas plataformas virtuales va a querer vestir con una remera o pantalón de cientos o miles de dólares a su personaje (o avatar digital) suena estrambótica. A pesar de ello para algunas de las principales marcas de diseño no lo es y se empiezan a disputar este nuevo mercado.
Posiblemente sea una de las muestras más claras de las incongruencias del sistema. Mientras una empresa paga fortunas por hacerse de un espacio de tierra digital y un usuario está dispuesto gastar sin mirar por vestir a un personaje de bits, en el mundo real siguen sin resolverse problemas tan básicos como la posibilidad de que todos las personas tengan un plato de comida o accedan a vacunas.