La tarea de Michel Temer está cumplida y, en consecuencia, también su mandato como Presidente está a punto de concluir. El verdadero propósito de quienes lo llevaron hasta el sitial de la presidencia fue, en primer lugar, garantizar el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff. Luego, una vez en el cargo, Temer debía habilitar los caminos “institucionales” y legales para desandar lo hecho por el gobierno del PT y sus aliados. En otras palabras: echar por tierra las conquistas de derechos construidas durante los gobiernos de Lula y de Dilma. Varios pasos fueron dados en esa línea a pesar de las protestas y de la resistencia popular. Otros fueron frenados por esa misma movilización. Es más: en este preciso momento Temer estaba en camino a introducir profundas reformas en el régimen laboral e impositivo, con graves perjuicios para los derechos de los trabajadores.
La pregunta es ¿por qué en este momento los mismos que lo llevaron hasta la presidencia generan las condiciones para la renuncia y/o destitución del Presidente? Sin temor a equívocos podría sostenerse que Temer ya cumplió con su cometido y que, por debilidad política y por desgaste, ya no le sirve más a quienes, de alguna manera, fueron sus mandantes y su sostén, incluyendo entre estos actores al poder financiero aliado con el sistema de medios de comunicación. Una vez que lo usaron, lo tiran, lo descartan. En español se suele utilizar la palabra “forro” para calificar a las personas que asumen tales conductas. En portugués: camisinha.
Más allá de que Temer se aferre hoy a la presidencia tanto él como su círculo saben que el mandato, por la vía que sea, llegó a su fin, ya se hizo la tarea sucia. Mientras tanto, los buitres del poder ensayan los mecanismos, también “institucionales”, para reemplazarlo por otros personajes que le sean funcionales pero que no aparezcan ante la opinión pública y la ciudadanía tan embarrados con la corrupción y el fraude. Hay que lavar la cara del fraude.
Quienes ahora surjan, independientemente de sus nombres, emergerán como “salvadores” ante la crisis, como “patriotas” dispuestos a inmolarse por la patria. Seguramente serán empresarios exitosos que, pudiendo gozar de su prestigio y de sus riquezas, deciden entregar parte de su tiempo para trabajar en bien de la patria. Y, por este camino y en alianza con el Poder Judicial como herramienta política, intentarán cerrarle a Lula el regreso a la presidencia, lugar al que hoy podría volver por voto popular.
Un nuevo fraude a la democracia se está concretando ahora en Brasil. Habrá que ver, sin embargo, de qué manera se hace presente la movilización y la resistencia popular en las calles y de qué forma se procesa el conflicto político social más allá de los círculos cerrados de la política y el poder económico.