Poderosas, llamativas y fuertes; con la ovalada entre las manos y a paso firme en cada cancha. Así rugen por todo el país estas mujeres, como verdaderas yaguaretés. “El rugby te conecta con la libertad absoluta que es ser vos misma. Cuando sentís esa libertad, la empezás a buscar en todo”, declara el manifiesto con el cual se estrenó el nombre y deja en claro cuál es el espíritu y la actitud de este equipo. “Tener un nombre propio potencia la personalidad del equipo. Venimos trabajando desde hace años, con mucho esfuerzo y sacrificio. Sumamos un nuevo valor, con un rasgo distintivo en nuestra camiseta, que nos va a proyectar a nivel nacional e internacional”, señala Gimena Mattus, capitana del plantel.
Las primeras huellas
En Argentina hay registros que indican que el rugby comenzó a jugarse de manera oficial a partir de 1873, con el entusiasmo por los deportes que trajeron consigo los inmigrantes británicos. Sin embargo, las mujeres tuvieron su primer partido oficial recién en 1985, más de 100 años después. En ese entonces, un grupo de novias, amigas y hermanas de jugadores del club Alumni decidió agruparse, entrenar y, a través de una revista, compartieron las ganas de enfrentarse a otro equipo. Por su parte, el club Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó se interesó, formó un plantel y finalmente el 25 de noviembre de ese año se disputó el encuentro.
Este histórico puntapié no fue suficiente para que las instituciones pusieran el foco en el desarrollo de la disciplina femenina; tuvieron que pasar más de 10 años para que se creara el primer equipo de rugby femenino a nivel nacional: en 1996 nació Cha Rogá, de Santo Tomé, provincia de Santa Fe.
Si bien en 2002 se organiza el deporte a nivel nacional, el salto principal se da en 2005, cuando la International Rugby Board -lo que hoy es la World Rugby (WR)- lo postula para que vuelva a ser una disciplina olímpica, para lo cual eran necesarias la rama masculina y femenina. Así en 2007 se conforman las ligas reconocidas por la Unión Argentina de Rugby, se convoca a un seleccionado nacional (en modalidad Seven) y se las da a conocer como “Las Pumas”, en referencia a la selección masculina, una identificación que no les era propia.
Lettizia Alcaraz fue una de las primeras jugadoras en ser parte de esas convocatorias y tuvo el orgullo de vestir la camiseta celeste y blanca durante más de una década. Junto a otras tantas compañeras, fue transformando cada adversidad en un camino para las que vinieron detrás. “Fue difícil el inicio porque no teníamos mucho conocimiento, hacíamos lo que podíamos. No había estructura, acompañamiento, preparación suficiente ni competencia. Tampoco referentes en ningún aspecto; no había muchas jugadoras, menos preparadoras físicas, entrenadoras o dirigentes. Y eso influye mucho, hoy es distinto: las mujeres nos formamos a lo largo de estos años y nuestras capacidades nos llevaron a ocupar esos roles, haciendo que las jóvenes se inspiren y vean que pueden ser lo que les apasione dentro del juego”, reflexiona la pionera correntina, actual Head Coach del Seleccionado Femenino de la Unión de Rugby del Noreste.
Además, Alcaraz tiene un fuerte compromiso con el desarrollo femenino en el rugby, ya que en 2019 fue una de las 14 representantes de todo el mundo elegidas por la WR para recibir la beca de liderazgo inspirador y trabajar por la paridad en el deporte. En el marco de esa experiencia, la santafesina Gisela Acuña fue designada para formar parte del staff de Las Yaguaretés y hoy hace historia como la primera entrenadora de combinados nacionales. “Este es el momento, porque ahora sí estamos preparadas para tomar esos lugares, ya recorrimos bastante para llegar hasta acá. Somos de una generación que ha sufrido muchas cosas. La idea es desempeñar bien nuestro rol para que, cuando se abran nuevas oportunidades, seamos cada vez más”, asegura la ex jugadora de Cha Rogá.
Juntas son más fuertes
A diferencia del animal, lejos están Las Yaguaretés del peligro de extinción: según el último relevamiento llevado a cabo por el área de Desarrollo y Competencia de la Unión Argentina de Rugby (UAR), la cantidad de jugadoras creció 121% en los últimos cinco años. Unas 6.084 chicas practican la disciplina en el país, de las cuales 5.142 están en edad competitiva a partir de los 15 años. Los números dan cuenta de lo fundamental que es tener mujeres involucradas en cada uno de los espacios para que se fomente más el deporte.
El crecimiento del rugby femenino también se da en el marco de una visión federal del deporte: el plantel de Las Yaguaretés está conformado por jugadoras de Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Catamarca, Tucumán, Río Negro y Buenos Aires. Actualmente los torneos están organizados bajo ocho regiones y existen 25 uniones provinciales, lo que hace que las rugbiers tengan competencias a nivel local, regional y luego nacional. De esta manera hay más posibilidades de observación y selección de deportistas para integrar el representativo argentino y sus categorías juveniles, y a su vez una preparación más adecuada para el alto rendimiento, requisito fundamental para la competencia internacional.
Marcar el camino
Así como el yaguareté es el felino más grande del continente americano, este plantel también quiere imponerse en la región. Para ello apuestan a un proyecto de largo plazo donde mantener la actividad y competencia es fundamental para ingresar al circuito internacional y aspirar a participar en un Juego Olímpico y un Mundial 7’s. En noviembre estrenaron el nombre nada menos que en el mítico torneo Sudamericano Valentín Martínez. Allí Las Yaguaretés terminaron en tercer lugar pero no consiguieron plaza para el Mundial de Sudáfrica 2022. “Me gustaría verlas campeonas sudamericanas, ese es mi objetivo principal desde que me llamaron. Pero esto es un partido a la vez”, se ilusiona la entrenadora Gisela Acuña, quien ha sabido no sólo ser parte de la Selección, sino ser capitana y referente por muchos años. Este trabajo comienza en las bases, por eso su meta en el rugby es que todas las jóvenes se sientan identificadas con el espíritu y la esencia del equipo, que todas “sueñen con ser Yaguaretés”.
En estos casi 20 años, cada una de las jugadoras que han salido a la cancha vestidas de celeste y blanco debieron quebrar barreras, hacer esfuerzos y unirse a otras tantas que eligieron el rugby como estilo de vida. Todas ellas, sin saberlo, estaban siendo para siempre Yaguaretés.
*Noelia Tegli