Cuatro a cuatro es un resultado de otros tiempos en un partido de otro campeonato, con algunos goles que no se dan todos los días. Muy loco todo. Porque también hay que anotar que el clásico disputado en el bosque platense, que entretuvo, emocionó y será inolvidable para los neutrales (¿ el mejor partido del campeonato?), despertó reacciones muy diversas entre los protagonistas.
El "Pulga" Rodríguez, que hizo tres goles y fue claramente la figura de la cancha, ni tomó nota que se podía llevar la pelota, caliente porque con el 4-2 su equipo tenía el triunfo en el bolsillo y no lo supo aguantar. El crack tucumano empezó la tarde mal (saltito y remate débil en el primer penal), y fue por la revancha (cañonazo desde cerca, aprovechando un rebote, gol; toque sutil y genial contra un palo en una pelota boyando en el área, golazo; y penal a quemarropa, al medio del arco y sin saltito, gol), pero no alcanzó.
Tampoco estaba contento Brahian Aleman, otra de las figuras de la cancha. Metió un zapatazo tremendo desde casi 30 metros, el tercer gol de su equipo, pero se fue lesionado en el segundo tiempo cuando estaban 4-3, y desde el banco vio el 4-4 que le enfrió la tarde como el hielo que le pusieron en el tobillo.
El cuarto gol de Estudiantes lo hizo Leandro Díaz, empujando la pelota mientras se caía, tras un rebote en Rey. Cuando lo entrevistaron al final del partido se despachó con un exabrupto fuera de contexto. “Lo empatamos porque dejaron de cantar cuando estábamos 4-2. Son cagones, es lo único que voy a decir”. Y dejó a todos helados. La realidad es que a Gimnasia hace rato que le va mal en el clásico; hacía tres años que no metía un gol y lleva casi 12 años sin ganar. Y cuando el partido se puso 4-3 en la cancha empezaron a sobrevolar todos los fantasmas. Si se pone la lupa en el 4-4 se verá una débil reacción del arquero en el remate previo de Castro, cosa de fantasmas.
El técnico Zielinski puso el acento en que no le había parecido penal el del cuarto gol de Gimnasia (tenía razón), pero reconoció los muchos errores cometidos por los suyos en el primer tiempo y el coraje que pusieron en el segundo.
Andújar, recordó que su hijo nunca había visto que le hicieran un gol en el clásico. Cuatro le hicieron, pero no podía disimular la alegría porque no habían perdido.
El silencio de la mayoría de los hinchas de Gimnasia cuando Herrera marcó el final mezclaba desilusión, desencanto y calentura. Tibiamente algunos se animaron a aplaudir. Después de todo habían sido testigos de un partido único, especial, lleno de vaivenes, de golazos y emotivo de punta a punta.