Un 74 por ciento de personas que viven en barrios populares tiene una cuenta bancaria, pero el 18 por ciento no se identifica como bancarizada. Gran parte de la población de barrios populares consume y ahorra mayormente en efectivo, lo que los excluye de acceder a descuentos y planes de pago en cuotas fijas. La digitalización se dio mayormente gracias al Estado y su banca pública que exige la bancarización para transferir beneficios sociales.
El impacto transformador de las fintech y la banca digital que se agudizó durante la pandemia no llegó a los barrios populares. Es la conclusión más visible de la investigación sobre hábitos financieros y uso de pagos digitales que realizó la fundación Techo junto con el especialista en Inclusión Financiera Ignacio Carballo en 20 barrios populares del país. El 45 por ciento dice no tener cuenta en el banco por falta de dinero, el 27 por ciento no encuentra beneficio alguno o no tiene interés en poseerla, el 21 por ciento no quiere o puede pagar los costos de mantenimiento y un 23 por ciento dice no tener la documentación necesaria para abrirla.
Más de la mitad de las personas que trabajaron en los últimos seis meses recibieron su sueldo en efectivo y sólo el 26 por ciento mediante una cuenta. La preferencia por el efectivo por sobre el uso de tarjetas y medios de pago digitales es contundente, explicado por las características del funcionamiento de la economía popular, así como el “vivir al día” de las personas. De hecho, más de la mitad de quienes reciben una transferencia del Estado retiran todo el dinero de inmediato por falta de confianza en las instituciones financieras. Este dato no es menor dado que la importancia de la inclusión financiera radica en una mejor distribución del ingreso habilitando el acceso al financiamiento a tasas más bajas o mismo a descuentos para los consumos de alimentos o materiales de trabajo o de refacción de vivienda.
"Nosotros no tenemos descuentos ni acceso a créditos", explica Araceli Ledesma, referente comunitaria y promotora de integración sociourbana en el barrio Lagomarsino de Pilar, y agrega: "La educación financiera nos va a permitir ahorrar más del 80 por ciento. Nos va a permitir hacer un párate para decir esto me sirve para esto, poder planificar nuestra vida, tener capacidad de ahorro y vivir en condiciones dignas".
Esta situación que expone Araceli se refuerza con el tipo de financiamiento al que acudieron en los barrios populares para la construcción o refacción de su vivienda: el 80 por ciento de quienes realizaron compras de materiales lo hicieron únicamente en efectivo. Solo el 5 por ciento usó la tarjeta de crédito para la compra en cuotas.
Asimismo, 80 por ciento de quienes realizaron al menos una mejora en su vivienda durante el último año lo hicieron a partir del ahorro semanal o mensual. Siete de cada diez que ahorraron lo hicieron en efectivo y seis de cada diez a través de la compra de materiales para la construcción. En menor medida, se hacen presente las vaquitas o grupos de ahorro no registrado que se basan en la confianza de sus integrantes, principalmente. Las cuentas en instituciones financieras tradicionales y en billeteras digitales, a través del celular, no parecen tener un peso significativo.
Un punto importante es la presencia del Estado en el acceso a la bancarización: más de la mitad de las personas entrevistadas, el 62 por ciento, declararon percibir transferencias del Estado, siendo el 74 por ciento de estas recibidas mediante una cuenta en institución financiera. Más de la mitad de ellas -58 por ciento- declararon que se trata de la primera cuenta que abrieron en su vida.
De acuerdo a la encuesta, también tienen poco peso las aplicaciones de delivery en los barrios populares , tanto como generadoras de empleo o para acceso a consumo. Apenas siete de las 751 personas entrevistadas usaron este tipo de aplicaciones para trabajar. Desde la perspectiva de los y las usuarias, el 10 por ciento utilizaron delivery al menos una vez en el último mes.