Las calles de Ciudad Jardín inspiraron a Gustavo Santaolalla y lo acompañaron a lo largo de su exitosa carrera artística. El verde, los árboles y el sonido de los pájaros están presentes en sus canciones como una marca distintiva. Es algo que está ahí desde Mañana Campestre, primer éxito de Arco Iris, que parece una fiel pintura del barrio, de su cuadra y de la Ciudad Jardín de principios de los sesenta y que aun intenta conservarse.
La compuso sentado en un banquito en el patio de su casa, sobre la calle De los Geranios. Sus padres llegaron en la década del 50 y Gustavo pasó allí toda su infancia y adolescencia, hasta que formó Arco Iris y comenzó a vivir en comunidad.
“Ciudad Jardín es un lugar realmente mágico y muy inspirador. Yo creo que tiene que ver mucho en mi música el haber crecido en este lugar, con este paisaje y este ambiente”, señala Santaolalla. “La forma en la que te disponés urbanísticamente marca cómo sos, cómo caminas, cómo te movés dentro de tu comunidad y todo eso fueron cosas que me han marcado y que están presentes de alguna manera en mi música”, agregó.
Medio siglo después, con dos Oscar en su haber y una trayectoria gloriosa en el exterior, la conexión entre el músico y el barrio sigue intacta, como los recuerdos y la magia de la casa, uno de los puntos claves de La Ruta del Rock.
Cada vez que Gustavo viene al país tiene un itinerario repleto de actividades, donde un espacio clave en la agenda es el reencuentro con sus orígenes para volver a entrar al lugar que lo vio nacer, recostarse en su cama de la infancia y sentarse en el patio bajo la parra.
Hoy, la casa forma parte de un museo del rock al aire libre ideado por la Municipalidad de Tres de Febrero, un recorrido autoguiado por lugares emblemáticos de la historia del Rock Nacional en Tres de Febrero, en el oeste del conurbano, donde también sucedieron otros hitos rockeros como el primer recital de Sumo o el nacimiento de Los Piojos.
En la puerta, luce el cartel de La Ruta del Rock que identifica el lugar, cuenta su historia y lo marca como un ícono cultural del barrio. En este nuevo viaje de Gustavo a sus orígenes, en medio de una gira por el país, se encontró con este homenaje: “Es hermoso el proyecto de La Ruta del Rock, donde se marcan los lugares en los que se escribió la historia de nuestro rock y del oeste. Estoy agradecido del reconocimiento que ha tenido mi música que empezó acá, en este lugar, y que siguió por otras partes del mundo, siempre tratando de representar y de llevar a Ciudad Jardín a donde voy por el mundo”. Y sobre su lugar en el mundo, agregó: “Esta es la casa donde crecí, donde comencé a tocar la guitarra, donde siempre apoyado por mi padres tuve mis primeros instrumentos”.
Mientras los vecinos lo saludan con cariño, como a uno más del barrio, caminó por las calles circulares que lo conectan con otro lugar especial para su vida y su carrera: la Iglesia Sagrada Familia (De los Ceibos 3332), otro punto de La Ruta del Rock.
Gustavo comenzó su búsqueda espiritual en esa pequeña parroquia, donde fue monaguillo y formó parte del coro con Ara Tokatlian y Guillermo Bordarampé. Allí se conocieron y luego fundaron Arco Iris, una de las bandas más influyentes en los orígenes del rock nacional.
Así lo recuerda Gustavo, parado en la puerta junto al cartel de la Ruta: “Este es un lugar clave en mi historia personal y también en la de Arco Iris. Este fue el lugar donde realmente nos conocimos Ara, Guillermo y yo y comenzamos con nuestra búsqueda espiritual. Acá veníamos todos los domingos cuando éramos monaguillos y donde yo en algún momento pensé que iba a ser sacerdote. Mi búsqueda espiritual sigue, pero se despertó acá”.