La persistencia del drama de los migrantes ilegales, la crisis de las instituciones de la democracia y la falta de la reacción de los políticos para hacer frente a la urgencia humanitaria, y el diálogo ecuménico, fueron ejes fundamentales del viaje de seis días de Francisco a Chipre y Grecia, el periplo treinta y cinco desde que asumió el pontificado y el tercero en lo que va de este año. Continuando con su prédica dirigida a la sociedad internacional para que asuma el drama de los refugiados Jorge Bergoglio volvió a la isla de Lesbos y al campamento de migrantes de Mavrovouni, donde ya había estado en 2016, para pedir desde allí el fin de un "naufragio de la civilización". En la oportunidad el Papa calificó el mar Mediterráneo de "frío cementerio sin lápidas".
La denuncia de la inhumanidad que encierra la situación de la migración ilegal y la falta de solidaridad de los países ricos, en este caso especialmente los europeos, ha sido una constante en la prédica de Francisco y ahora quedó en evidencia que uno de los objetivos centrales de esta incursión internacional fue volver a poner el tema en la agenda. “Detengamos este naufragio de la civilización" demandó en una de sus intervenciones públicas en Grecia. Antes, en Chipre, el Papa había pedido “abrir los ojos” frente a la “esclavitud” y la “tortura” que sufren los migrantes en los campos de refugiados. En varias oportunidades anteriores el pontífice ha caracterizado la situación de los migrantes como la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, que requiere de respuestas globales y coordinadas, al mismo nivel que las catástrofes provocadas por el desastre ambiental y la pandemia del coronavirus. Por eso Francisco también criticó a los políticos por su "hipocresía" ante el cambio climático.
Retroceso de la democracia
Pero Bergoglio no dejó de aprovechar la tribuna que le brindaba su viaje a Grecia, “la cuna de la democracia”, para señalar en su primer discurso pronunciado en Atenas, el retroceso del sistema. Hablando desde el "lugar donde nació la democracia", y sin mencionar en forma directa a ningún país, el Papa afirmó que “no podemos evitar notar con preocupación cómo hoy, y no solo en Europa, estamos siendo testigos de un retroceso de la democracia”, advirtiendo sobre el autoritarismo que gana a algunos países que se dicen democráticos. Y en la misma ocasión pidió un retorno a la "buena política", que haga de los más débiles una prioridad y "avance hacia la justicia social".
"La Comunidad Europea, presa de formas de interés propio nacionalista, en lugar de ser un motor de solidaridad, aparece a veces bloqueada y descoordinada", dijo Francisco ante la presidenta griega Katerina Sakellaropoulou y otras autoridades de ese país.
El viaje a Chipre y Grecia siguió los lineamientos generales de lo que viene siendo el pontificado de Francisco, poniendo en el centro de sus mensajes la situación de los “descartados”, en un caso los pobres y en este en particular los migrantes ilegales, el reclamo de solidaridad y justicia internacional presente en sus documentos más importantes, traducido también en un llamado permanente en favor del ecumenismo y un acercamiento entre las grandes religiones monoteístas para avanzar en la acción conjunta en favor de la paz y la fraternidad en el mundo.
Sin mayorías
Este último capítulo también estuvo presente ahora. Y Francisco, como lo hizo antes en sus viajes a Israel y a países de mayoría musulmana, decidió llevar su prédica a territorios como Chipre y Grecia, donde el catolicismo no es mayoritario. El 86% de la población griega son cristianos ortodoxos, en tanto que los católicos son apenas el 1% y el Papa católico no genera mayor adhesión entre los griegos.
No obstante, antes de partir desde Roma, Francisco había adelantado su propósito de “satisfacer su sed en las fuentes de la fraternidad” y reforzar vínculos con sus “hermanos de fe”, los cristianos ortodoxos, separados de la Iglesia Católica desde el Cisma de Oriente en 1054 entre Roma y la antigua Constantinopla.
Mensaje para Europa
Y fue el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, quien sintetizó antes de la partida de Bergoglio de Roma, el propósito que luego se fue concretando en el viaje a Chipre y Grecia. “El Papa quiere hablar sobre todo a Europa –dijo entonces Parolin- invitándola a redescubrir sus raíces y su unidad más allá de las diferentes visiones que pueden coexisitir”. Y agregó que “al mismo tiempo, Francisco se dirige a toda la humanidad, porque el fenómeno de la migración pone en tela de juicio y destaca nuestra humanidad: cómo nos acercamos a esta realidad, cómo nos acercamos a las personas”.
Bergoglio no abandona su estrategia para instalar temas y dar pasos que apuntalen sus propósitos, que son humanitarios, políticos y también religiosos. Y lo hace con la misma prolijidad con la que un avezado ajedrecista se mueve sobre el tablero.