La pregunta más importante en Brasil hoy es: ¿Lula da Silva (foto) será el próximo presidente de Brasil? Nadie más jura por la reelección de Bolsonaro. Pero, aun así, el camino no está claro para Lula.
La derecha está dividida: una parte incluso se resigna a vivir nuevamente con Lula en la presidencia de Brasil. Probablemente todavía sea un sector minoritario en la actualidad, pero puede crecer con el tiempo. No coinciden con el programa de gobierno de Lula, son neoliberales y saben que el gobierno de Lula irá en otra dirección: reanudación de inversiones productivas, prioridad en la generación de empleos formales y en políticas sociales. Pero consideran que pueden, como sucedió en el gobierno anterior de Lula, convivir con el programa del expresidente.
Entienden que la situación en Brasil y su economía es desastrosa, y que solo un presidente con experiencia y mucho apoyo puede llevar a un gobierno con legitimidad, que pueda hacer que el Estado brasileño vuelva a funcionar, para que la economía vuelva a crecer y Brasil recupere su prestigio en el mundo. Saben que este gobierno no servirá principalmente a los intereses de los bancos privados ni al capital especulativo. Pero tienen que conformarse con un gobierno de Lula, como precio a pagar por haber colocado en la presidencia a quien llevó a Brasil a la peor crisis de su historia.
Derecha opositora
La derecha sabe que no será su gobierno. Intentará, con sus medios -especialmente los medios de comunicación- condicionar en la medida de lo posible un nuevo gobierno de Lula. Reanudará las denuncias de corrupción, se opondrá a la política económica del gobierno, utilizará su fuerza en el Congreso para bloquear proyectos gubernamentales con los que no esté de acuerdo. Y se prepara para las elecciones siguientes, con sus propias candidaturas, para intentar evitar que el Partido de los Trabajadores (PT) continúe en el gobierno.
Otros sectores se oponen directamente a la posibilidad de un nuevo gobierno de Lula. Buscan candidatos que puedan presentarse a las elecciones. Están divididos entre Jair Bolsonaro y Sergio Moro. No se trata de diferencias programáticas, sino de las posibilidades electorales de cada uno.
Lula y Nicaragua
Este núcleo duro jugará con todas sus fuerzas para evitar el regreso de Lula al gobierno. El uso del tema del gobierno de Nicaragua ya muestra un tipo de acción que intenta socavar a Lula. El PT y Lula serán acusados de no ser democráticos, por la posición del partido en países como Cuba, Nicaragua y Venezuela. Se explorará cualquier inexactitud en la posición del PT.
La posición del PT es que los pueblos de esos países deben decidir su destino, sin ningún tipo de intervención externa. Condena la posición norteamericana de intervención y derrocamiento.
El PT apoya las medidas económicas y sociales de los gobiernos de los países que favorecen los derechos de toda la población, que se oponen al neoliberalismo y al capitalismo. Pero no toma el sistema político de esos países como propio.
El propio Lula criticó recientemente la candidatura de Daniel Ortega por oponerse a la reelección indefinida. Él mismo, luego de ser reelegido y con el 87 por ciento del apoyo brasileño, se negó a intentar algún tipo de cambio constitucional para postularse a un tercer mandato y lanzó la candidatura de Dilma Rousseff.
Debate interno
El PT es un partido profundamente democrático, con amplio debate interno, a través de la presencia de diferentes corrientes y la libre participación de todos sus miembros. Además de promover debates con movimientos sociales y organizaciones civiles y contar con medios de difusión para dar a conocer estos debates.
Ésta es la primera trampa que se le tenderá al PT y Lula, que deberán afrontar con rigor y seriedad. A lo largo de la campaña aparecerán nuevas denuncias, fake news, acusaciones infundadas, entre otras iniciativas. Los medios de comunicación serán instrumentos de la campaña de la derecha contra Lula y el PT. La disputa de ideas será central, no solo la disputa política. Habrá que ganar políticamente, pero también en la lucha por las ideas.
En 2002 Lula ganó políticamente, pero las ideas neoliberales continuaron dominando la sociedad. Esto puso límites a los gobiernos del PT. Lograron hacer que esos gobiernos que priorizaran las políticas sociales y no el ajuste fiscal, pero que no llevaran a cabo reformas profundas que alteraran estructuralmente a la economía, el Estado y las relaciones sociales. Reforma tributaria, reforma del Estado, del sistema político, democratización del Poder Judicial, entre otras, que estaban pendientes.
Lula es claramente el favorito, mantiene un alto nivel en las encuestas, con grandes distancias en relación al resto de los candidatos. Pero falta casi un año para la primera vuelta de las elecciones. Durante mucho tiempo vendrán muchos intentos antidemocráticos para evitar la victoria de Lula. Es necesario estar preparado para enfrentarlos, con respuestas y con movilizaciones populares. La victoria de Lula representará no solo la reconquista de la democracia, sino también una derrota rotunda de la derecha, de sus partidos, de sus medios de comunicación y de todos que se han comprometido con el gobierno de Bolsonaro.