Es mucho más que un jardín: es una instalación artística que, lejos de intentar complacer la mirada humana, pretende agradar a mariposas, abejas, polillas, avispas… “Hay extrañas yuxtaposiciones de formas, patrones y colores de flores y plantas que ningún jardinero siquiera consideraría combinar. Porque no se adapta a nuestros gustos, sino que está diseñado para ser atractivo y beneficioso para especies polinizadoras, en especial aquellas en peligro de extinción”, explica la artista inglesa Alexandra Daisy Ginsberg, autora de Pollinator Pathmaker, obra que está terminando de sembrar en Cornualles, Inglaterra. Para la pieza -que alcanzará su auténtico esplendor a fines del venidero junio, cuando florezca nomás acabe la primavera en UK-, la mujer trabajó codo a codo con horticultores, apicultores, entre otras voces calificadas, empapándose de información para luego decantarse por 64 tipos de plantas que harán las delicias de insectos polinizadores. Tan variopintas que “dan a esta suerte de escultura natural, de 55 metros de largo, un aspecto medio chiflado”, se carcajea Alexandra, que incorporó en su obra especímenes como “Echium pininana, raro ejemplar que produce néctar durante todo el día, y Cynara cardunculus, o cardo comestible, similar al alcaucil, especialmente irresistible para abejorros”.

Algunas especies plantadas

Proyección digital del jardín, según pasan las estaciones 

Dicho lo dicho, lo más llamativo de la chillona propuesta de Ginsberg -que pronto sembrará nuevas versiones, adaptadas a espacios de Londres y Berlín- es que también se asoció con especialistas en física y computación para crear un algoritmo que analizase la forma y el tipo de vuelo y recorrido de los insectos, además de contemplar qué flora es más perdurable y bienhechora. Algoritmo que, aparte de ayudarla a inventar su jardín, sirve ahora de herramienta para cualquier terrícola que guste replicar la iniciativa. Y es que, en pos de multiplicar la experiencia, Alexandra lo ha puesto al alcance a golpe de click, en forma online, para que las personas con un terrenito disponible -sea un campo, un jardín comunitario, un parche verde detrás de una casita urbana- pueda visualizar en tres dimensiones cómo luciría su propia pieza arty, y con qué plantas, sugeridas tras analizarse la calidad del suelo, el tamaño de la tierra, etcétera, downlodeable con manual de instrucciones. Después de todo, la meta es lograr un impacto positivo que ayude a la biodiversidad a partir de “este loco experimento de arte entre especies”, declara Ginsberg, cuya hoja de ruta incluye haber resucitado tiempo atrás aromas de flores extintas, por citar otros proyectos innovadores.  

En plena faena