La propuesta fue generar un espacio que permitiera revertir las lógicas que históricamente han excluido a las personas LGBTI+ de los ámbitos académicos, en particular la población travesti y trans. Romper con la clásica hostilidad de la academia para gestionar nuevas formas de aprendizaje, aulas más inclusivas. A comienzos de año, el Ministerio de Cultura de la Nación, junto al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y el Centro Cultural Paco Urondo, lanzaron la primera Diplomatura en Gestión de Proyectos Culturales para la comunidad LGBTI+. Un espacio virtual y gratuito con un comité docente formado por referentes del campo cultural.

En su primera convocatoria, superó las cinco mil inscripciones. Fueron seleccionadxs 106 gestorxs, artistas y trabajadorxs culturales de todo el país. La diplomatura ya empezó siendo una experiencia movilizante desde esperar tener un cupo, desde el momento en que yo recibí el mail diciendo que había entrado a una diplomatura en la que se unen el Ministerio de Género con el Ministerio de Cultura, con el Centro Cultural Paco Urondo, dependiente de la UBA”. cuenta Gonzalo Gutiérrez, cordobés, actor, docente, coordinador de grupos de improvisación teatral, y militante gay. A sus 30 años, esta iniciativa permitió reconocerse gestor cultural cuando aún no sabía que ya lo era.

Una gran parte de lxs estudiantes, a quienes el sistema educativo nunca incentivó y que apenas habían podido terminar sus estudios secundarios, conocieron por primera vez la Universidad de Buenos Aires. Unx de ellxs es Soledad Caballero: lesbiana no binarie de Neuquén, gestore cultural del espacio Alto Valle Diverse. Está a días de cumplir cuarenta años, y la diplomatura fue una oportunidad para ponerle un título académico a la actividad cultural que hace tiempo venía llevando a cabo en su territorio, con las herramientas que tenía a mano: “La diplomatura nos dará un título a muches de nosotres que de no ser por esta iniciativa no lo hubiéramos tenido. Vino a poner en valor al trabajo que desarrollamos y también a abrirnos muchas puertas, no solo de conocimiento, sino de accesibilidad a lugares que desde nuestros territorios se hace mucho más difícil”, explica a SOY.

Gonzalo Gutiérrez


Un proyecto educativo diverso y federal

Un punto clave del proyecto fue su carácter federal, su valoración por el conocimiento que se construye en cada territorio, con sus particularidades y sus conflictos puntuales. Pao Lunch, docente de Neuquén que llevó a cabo las clases del laboratorio de proyectos, resalta la importancia de cuestionarnos la hegemonía cultural bonaerense. ¿De qué hablamos cuando hablamos de federalización? “Muchas cuestiones de la federalización se piensan desde Buenos Aires para nosotros, quienes vivimos fuera de Buenos Aires. Y resulta que está bueno abrir esta significación que le ponen a lo federal, y cómo nuestros territorios tienen un peso en sí mismo. Y no solo por el reconocimiento que hace Buenos Aires de de nuestros trabajos y de nuestros proyectos. También creo que es un lugar de aprendizaje para la gente de Buenos Aires, para aprender que en otros lugares suceden otras cosas, de otras maneras.”

Para postularse a la diplomatura no era necesario presentar ningún título de grado o papel burocrático que documentara el saber: se reconoció la experiencia por sobre la lógica burocrática que suele desplazar y excluir a las identidades disidentes. “Jamás pude graduarme ni obtener mi título universitario. Sin embargo, la experiencia universitaria la tengo hecha y eso nunca había sido reconocido. Jamás me hubiese pensado como docente si no hubiese sido por este tipo de proyectos” cuenta Lia Chara. Dictó sus clases a dúo con Ricardo Manetti, y aceptaron el desafio de construir un nuevo tipo de aula: romper la clave heterosexual en la que está pensada la historia de la cultura. Hace diez años que Lia se dedica a lo que llama “hackear espacios” en clave LGBT. Le interesa “Entender cómo nuestros cuerpos responden a esas normas culturales que hay en los espacios. Y cómo cuando se transforman las maneras y las maneras de habitar, los transforma la cultura que nos rodea”.

Clases para aprender a mapear sobre iconoclasistas y entender la noción de territorialidad, una bibliografía de autorxs queer como Paul Preciado, charlas con el Archivo de la Memoria Trans, herramientas para potenciar cada currículum, para pulir proyectos personales. La posibilidad de tener, por primera vez en la vida, una profesora trans: así lo recuerda Ámbar Vega, una feminidad trans no binaria de 36 años. El proyecto que trabajó en la diplomatura es una obra de teatro pensada para llevarse a cabo en el Maipo, una exploración a ese espacio emblemático para el mundo de las vedettes y de la iconografía travesti. “Algunas vedettes de los 70 hacían una crítica a la política, descubrí que Nelida Lovato era militante, pero después de la dictadura todo empezó a ser cosificación. Si bien estuvo Flor de la V, por ejemplo, no hacían política, eran objeto de burla de un capo cómico. O era mostrar los cuerpos de un discurso político.”

Sasa Testa es profesor de castellano, literatura y latin, Magister en Estudios y Políticas de Género, y hace poco se recibió el Diploma Superior en Formación Política. Durante su docencia en la diplomatura, dio clases en pareja pedagógica junto al abogado Alejandro Jomadas Mamani. El seminario, titulado Políticas Públicas y Legislaciones Sectoriales, tenía como objetivo darle herramientas legales a lxs estudiantes que les permitieran concretar sus proyectos culturales sin impedimentos. Sobre sus clases, Sasha cuenta: “El grupo era participativo no solo desde lo teórico, sino también desde lo activista, lo militante. Los aportes que se hacían estaban muchas veces focalizados en el territorio. Es algo que las instituciones académicas tienen que propiciar, espacios en los que justamente el valor del capital simbólico que tiene el saber teórico muchas veces tiene cierta hegemonía por sobre el saber territorial o el saber encarnado en la experiencia.”

Daniela Ruiz


Arte y militancia

“Arte, diversidad y militancia” es el lema de la Fundación Damas de Hierro. La secretaria es Marta Rivas, de Jujuy, una mujer trans no binaria de 23 años. Además de entender el arte como una herramienta para transformar la cultura, la organización se propone la cultura como una forma de integración social: “Trabajamos para elaborar un espacio de expresión y comunicación. A través del teatro poder visibilizar las problemáticas del colectivo travesti-trans.” ¿Desde qué lugar se crean las propuestas culturales, para qué y para quiénes? Las clases de la diplomatura, que contó con un equipo de coordinación conformado por Ricardo Manetti (FFyL, UBA), Rocío Rivera (CCUPU, FFyL, UBA), Johanna Sporn (Ministerio de Cultura) y Magalí Fernández Valdez (Ministerio de Mujeres Género y Diversidad), ponían en discusión estas preguntas como un disparador para generar proyectos por fuera de la norma. “Siempre la plata es un impedimento para pensar en proyectos culturales, y nos enseñaron a dejar de pensar en eso como un obstáculo, empezar a pensar en nuestras propias capacidades, nos dieron herramientas para poder acceder a las convocatorias” cuenta Gonzalo.

Este espacio abrió la posibilidad de repensar la heteronorma y la cisnorma que todavía rigen gran parte de los espacios artísticos y culturales. Pero la batalla contra el elitismo no es reciente: Daniela Ruiz, una de las docentes del proyecto, formó parte de la primera cooperativa artística latinoamericana para inclusión travesti, hace más de quince años. “Me he encontrado con una cis norma, una heterosexualidad tremenda en las artes escénicas. Los espacios muchas veces han sido clasistas, no solamente para las travestis, sino para las compañeras indígenas como yo. Y desde este espacio empecé también a repensar nuevas prácticas universales, ampliando el nivel de visibilidad.” Daniela tiene cuarenta y seis años, ha dirigido obras que retrataban la explotación y la supervivencia travesti, como Hotel Golondrina y Calabozo en la 25. Además de ser profesora de teatro en distintos centros culturales, también dio clases a mujeres que viven en situación de prostitucion sin ninguna contención psicológica.

Las experiencias trazan un mapa federal de propuestas que escapan los límites blancos, binarios y heterosexuales. Una grieta por donde empiezan a colarse en la vida cultural las identidades disidentes, las lógicas amorosas, territoriales. En palabras de Daniela Ruiz: “Fue una construcción comunitaria de voces que hablaban y decían, que planificaban estrategias. Muchas veces esto queda solamente atrapado en personas académicas acá en Buenos Aires. Hicimos una ampliación de mirada, y desde este lugar, quienes estaban en esta diplomatura comprendía nuevas prácticas, nuevas formas de visibilizar la cultura.”