La dictadura cívico-militar argentina se sigue contando. Pesadilla eterna, los años de plomo destilan nuevas historias para ser contadas. Una y otra vez. Como si no alcanzaran las formas para narrar tanto horror. En ese pasado reciente cuyos ecos continúan acechando, sea por el dolor causado o por el negacionismo de unos pocos envalentonados, hay nombres que por su accionar en aquellos años merecen iluminarse. Uno de ellos es el de Robert Cox, el director del Buenos Aires Herald, el diario publicado en inglés en Argentina que denunció las violaciones de los derechos humanos de parte de la dictadura cuando ningún otro medio lo hacía. 

Una vida y obra que ahora será llevada a la pantalla grande con Dirty war, el nuevo proyecto de ficción en el que se encuentra embarcado el director y ganador del Premio Oscar Armando Bo (nieto). “La idea es contar la historia de Bob desde un punto de vista humano, de ese periodista, pero también padre, que tuvo que exiliarse junto a su mujer y sus hijos por el sólo hecho de contar la verdad. Es una gran historia, que puede inspirar a muchos futuros periodistas”, detalla el cineasta.

Robert Cox siempre quiso contar su historia y no pudo. “En realidad, no pude ni quise  revivir aquellos años”, le aclara a Página/12, sentado en una mesa del Café Tortoni. Pero su hijo David le insistió tanto para que la escriba, y recibió tantos rechazos de parte de Bob, que terminó contando él la historia de su padre. Lo hizo en el libro Dirty Secrets, Dirty War: The Exile of Robert J. Cox, del cual el periodista Michael Steinberger se valió para escribir el guión de Dirty war, que Bo leyó con devoción cinematográfica. “No conocía la historia de Bob en detalle, y cuando leí el guión me resultó espectacular”, reconoce el director de El último Elvis y Animal, ante la mirada del protagonista. “Me enamoré instantáneamente de la historia, era algo que no había visto todavía. Me fascinó la vida de un hombre que si no hubiera hecho lo que hizo tal vez la realidad argentina hubiera sido diferente a la que hoy conocemos”, reflexiona.

Británico radicado en Argentina desde 1959, Cox llegó al país como redactor del Buenos Aires Herald y desde 1968 se convirtió en su editor. De modos sencillos, el periodista se transformó en un emblema de la libertad de expresión, primero cuando fue el primero en registrar y reflejar la fundación de las Madres de Plaza de Mayo, y luego cuando hizo del Herald el único diario que denunciaba sistemáticamente los secuestros y desapariciones de la dictadura. Una tarea que le valió innumerables amenazas, atentados y hasta una detención en plena dictadura que pudo contar, seguramente gracias a sus contactos internacionales que atemorizaban a los militares. En 1979, finalmente, Cox y su familia debieron exiliarse. Esa historia, desde que se transforma en editor hasta su exilio, es la que contará Dirty war.

Madres de Plaza de Mayo, un faro en tiempos de silencio (Imagen: AFP)

“Vamos a contar la historia de un héroe, que salvó vidas, que fue uno de los pocos que salió a decir en dictadura lo que nadie decía. Que la película empiece a trabajarse en este momento, donde los medios y de las redes sociales nos sobreinforman, resulta interesante en tanto cuenta una historia de una época donde la información se ocultaba, no la había. La violencia institucional y la falta de información generaron una sociedad muy particular. Poder contar esta historia es un orgullo”, subraya Bo, que además de dirigir producirá la película que se filmará en 2022. “Las locaciones van a ser en Argentina, lo más reales posibles. Estamos viendo quién va a interpretar a Bob, quién hace de este inglés tan particular. Va a ser un gran actor, estamos viendo agendas y posibilidades. Sólo puedo decir que va a ser un actor inglés”, adelanta.

-¿Qué significa, Robert, que su historia se siga contando y de nuevas formas?

Robert Cox: -Es muy importante porque muestra la importancia del periodismo. Durante la dictadura realmente no se hizo periodismo. Hubo autocensura, que es lo peor que se puede tener. La autocensura es el peor sistema de censura que existe. Recuerdo que fui con una corresponsal del New York Times a ver a Jorge Luis Borges, porque él quería hablar sobre la censura que existía en tiempos de los militares. Y Borges nos dijo que en términos lingüísticos la “censura era buena”, porque uno tiene que escribir mucho mejor para contar lo que pasa. Y esa fue una gran verdad. Ese fue un desafío para el Buenos Aires Herald, que tuvimos que buscar formas de llegar a la gente y confrontando a los militares sin que se notara demasiado porque la vida de todos corría peligro.

Armando Bo: -La falta de libertad de expresión te pone en el esfuerzo de tener que buscar la manera de contar atravesando la censura. A veces eso puede ser positivo, dentro de todo el drama que ese sistema generó. Uno tenía que buscar puntos de vista para contar la historia.

-¿Por qué contar esta historia?

A. B.: -Hay muchos por qué. Como cineasta, conocer la historia personal de Bob, de su mujer Maud Daverio, de su familia y de ese diario en ese tiempo fue una oportunidad para contar una historia que se contó de muchas formas pero que todavía no se llevó a la gran pantalla. Es muy inspiradora sobre lo que significa ser periodista, tomar decisiones y contar lo que está pasando. Durante mucho tiempo, la manera de elegir las historias que conté asumían formas más creativas o con una perspectiva más internacional. Cada cosa que fui haciendo tuvo un porqué. Conocer la historia de Bob me hizo tener ganas de contar una historia relacionada a mi país y a nuestro pasado.

-¿Qué aspecto se va a contar de la historia de Bob y el Herald?

A. B.: -La pretensión es que el quiebre no sea solo el golpe de Estado y la dictadura, sino contar un poco antes para contar una realidad que a veces se deja de lado. Muchas veces se cuenta la dictadura solo desde el golpe, como si antes no estuviera pasando nada. La película va a intenta reflejar cómo se veían las cosas en ese momento, que no eran tan claras. Mucha gente pedía una cosa y otros, otra. En ese aspecto, el trabajo de Bob como periodista, atando cabos e investigando, tomando decisiones, luchando contra la censura y la violencia, hasta el momento que tuvo que exiliarse porque reciben amenazas. Me escucho decirlo y me filmo encima (risas).

-¿Cómo se piensa conceptualmente una historia trágica y basada en hechos reales? ¿Qué género le imprimirá a la película?

A. B.: -Los géneros son siempre un poco censuradores, pero se puede pensar que será un thriller político, pero a la vez humano. No quiero perder de vista lo humano. La mirada de Bob y de su equipo guiarán la historia, pero también el punto de vista de Maud. Y las Madres también, porque ellas necesitaban un espacio, que alguien las escuchara en aquél tiempo. Porque si bien hoy las Madres son toda una institución en nuestro país, y se habla de la dictadura y su plan, contar cómo empezó a saberse lo que pasaba me parece una oportunidad invalorable. La película podrá servir para informar o iluminar a las generaciones sobre aquellos años, que no conocen los detalles de lo que pasaba, que era muy complejo.

-Bob, su vida siempre estuvo relacionada con la realidad, con los hechos verídicos desde su rol de periodista. En este caso, el film va a ficcionalizar su vida y la realidad. ¿Cómo se lleva con ese cambio de registro?

R. C.: -Conociendo el trabajo de Armando, que nos gustó muchísimo, creo que la película podrá llegar a muchos de otra manera. La ficción no es exactamente la verdad pero tiene el poder de conseguir alcanzar a los espectadores de otra manera. Si uno piensa en cualquier gran escritor, siempre sobresale la verdad con narrativa de ficción. La ficción permite a la gente ver… Iba a decir “más allá”, pero no me gusta porque se me viene a la cabeza (Emilio) Massera diciendo “no vamos a combatir hasta la muerte. Vamos a combatir hasta la victoria, esté más acá o más allá de la muerte”… Una ficción permite valerse de efectos que pueden dispararle a la gente pensar en cosas que tal vez no logra el documental. El impacto emocional es importante para imprimirle a la dictadura lo terrible que fue. Algo similar pasó en Alemania con el Holocausto: los alemanes tuvieron que conocer y aceptar lo sucedido para recuperarse. En Argentina, todavía hay quienes no quieren aceptar lo que pasó durante la dictadura.

-Lo niegan o lo reivindican, incluso.

R. C.: -¡Exacto! Recuerdo el famoso editorial de La Nación, en el que luego los trabajadores del diario publicaron con foto de ellos diciendo que no estaban de acuerdo con ese editorial. Es muy importante eso.

A. B.: -Bien utilizada, la ficción tiene esa posibilidad emocional de cambiarle a uno lo que piensa o siente. Toca el corazón. Los documentales también, obviamente. Para esta película de sensaciones humanas, que transcurren en esta historia, la ficción ayuda y mucho. Ojalá la historia llegue a muchos a través de las múltiples pantallas, la que sea en un ecosistema de exceso de pantallas. Es una historia inspiradora, que habla de las decisiones que Bob y su equipo de trabajo y su familia tomaron para decir la verdad y hacer lo que había que hacer más allá de quién estaba detrás.

-¿Por qué creen que hay que revisitar el pasado, aún desde la ficción?

R. C.: -El pasado nunca es pasado. Todos sabemos eso: el pasado es presente.

A. B.: -El pasado visto a distancia asume nuevos significados y posibilidades. El punto de vista de Bob y su entorno permite tener un punto vista diferente sobre la dictadura. Esa mirada, incluso internacional desde su condición de inglés, puede ser un relato positivo dentro de todo lo oscuro sobre cómo hay que mirar las cosas y jugársela por lo que uno siente que debe hacer. 

R. C.: -Puede ayudar a que la gente comprenda por qué hay que decir “Nunca más”. Hay que insistir todas las veces posibles y por todos los medios. La película será una manera de hacerlo, para establecer algunos hechos en un país donde casi nada está establecido.

-Armando, con Dirty war contará una historia sobre Argentina y el pasado reciente. ¿Cómo le resulta trabajar esta cercanía por primera vez en su carrera?

A. B.: -Es hacerme cargo de un montón de cosas, de ser argentino y de esa auto presión de contar esta historia tan nuestra. Es fascinante, tengo la responsabilidad de que llegue a la mayor calidad posible como película pero al tiempo le llegue a la gente. Es dar un paso como realizador a contar otro tipo de historias, buscar otro tono, que también es una motivación extra. Como contador de historias, la de Bob me resulta alucinante.

-Bob, recién señalaba que a través de la película se podrá contar la importancia del periodismo. Hoy, la profesión está en crisis y cuestionada como nunca antes.

R. C.: -Eso va a pasar siempre. Desafortunadamente, hay mucha gente que no quiere conocer la realidad. Especialmente cuando hay noticias que no son buenas. Se hace buen periodismo en algunos lugares del mundo. Hay un gran problema con el periodismo argentino, porque durante años fue muy corrupto.

En ese momento, Cox introduce su mano en el bolsillo de su camisa y saca un viejo carnet de cuero que lo reconoce como periodista profesional. “Es un carnet emitido por la Policía Federal obligatorio en aquel entonces, que daba rebajas en Aerolíneas Argentinas y los trenes”, cuenta el periodista. ”Hay una doble lectura. Por un lado, uno puede pensar 'mirá lo ordenada que estaba la sociedad' y el lugar que ocupaba el periodismo. Por otro, era una manera de control social”, se suma Bo.

-¿Cuál es su vínculo con la dictadura?

A. B.: -Nací en 1978, por lo que por suerte no lo viví. Mi viejo (el actor Víctor Bo) tenía un arma, a mi abuelo (el cineasta Armando Bo) lo amenazaron varias veces… Claramente tuve un vínculo cercano, porque me llegaron las historias familiares. Ahora voy a profundizar con Bob y su familia la historia de mi país. Quiero ser lo más fiel a lo que hayan vivido. Es un viaje desde la previa del golpe, cómo era la Argentina, y traspasar a ese momento donde los militares toman el poder, a partir de lo que Bob empieza a publicar en el Herald. Esas decisiones que tomaba, de publicar e imprimir, iban a un montón de riesgos y tal vez el destino de muchos argentinos. No creo que sea casual que Bob sea inglés, que trabajara para medios internacionales. Todas esas cosas lo influyeron y le permitía tener contacto con otro tipo de información.

-Si tuviera que definir a Dirty war, Bo, ¿diría que es una película sobre un momento histórico, sobre un héroe, sobre un diario?

-Es la historia de una familia en un momento histórico particular de la Argentina. Es la historia de un periodista puro, de esos que cuesta encontrar, de respeto por la profesión, que toma decisiones que trascienden lo periodístico, tienen consecuencias sociales y humanas. Las Madres encontraron alguien que cuente su historia. Hoy está muy establecido el lugar que ellas tienen, pero él fue el primero en darles un espacio y se la jugó, poniendo a alguien cada jueves para escucharlas cuando nadie lo hacía. 

(Imagen: Guadalupe Lombardo)

 

Los tiempos del cine

“El cine está viviendo un momento muy difícil. El cine como experiencia en salas está en crisis, a partir de la proliferación de tantas y distintas pantallas”, afirma Bo. Ese proceso mundial encuentra en Argentina un problema mayor, ante la crisis económica y una industria que históricamente padeció el problema de la exhibición. “Siempre fue un gran problema para el cine argentino conseguir pantallas. Lo viví con Elvis o Animal, donde tener una pantalla era lo más importante. Hoy hay muchas más pantallas, no solo en el cine. Desde ese punto de vista, las plataformas brindan muchas oportunidades, porque necesitan hacer películas y series. Es una oportunidad para los que cuentan historias poder contarlas y no depender de que una persona te de un sí o un no. Y al mismo tiempo es triste porque se está perdiendo la experiencia natural del cine de ver una película en pantalla grande, es una experiencia diferente, artística y profunda. Sería genial encontrar la combinación. Pero sin dudas para los contadores de historias, el hecho de que haya tantas compañías buscando contenido, sin necesitar de cortar entradas para recuperar, hace que haya buena inversión para los proyectos. Ese es un aspecto positivo, aunque triste para la realidad del cine y los estrenos en salas”, reflexiona. 

Su diagnóstico, sin embargo, no está exento de nostalgia ni mucho menos de resignación. “Uno como director lo que más quiere es estrenar en una pantalla grande", señala. "Es lo que más me gusta. Dirty war es una película para la pantalla grande. Pero hoy lo importante es que la historia se cuente, en cualquier lugar, que sea lo más vista posible. Todos nos estamos adaptando un poco, viendo qué es lo que va a pasar. Hay que tratar de ver lo positivo. La gente quiere ver y necesita ver. La relevancia hace que los cineastas tengamos una posibilidad y no hay que desaprovecharla”.

 

Producir para contar

 

Dirty war es una película que estará producida por About Entertainment, la productora que Armando Bo abrió hace poco más de un año, junto a las argentinas Mercedes Reincke, Natacha Cervi y a Ezequiel Olemberg. Además del film, la productora está trabajando en varios proyectos, entre ellos una serie de ficción sobre República Cromañón, que contará la historia de un grupo de adolescentes que vieron morir a amigos y parejas en el trágico incendio ocurrido el 30 de diciembre de 2004 en el boliche en el que tocaba Callejeros. 

Otra serie en producción es la que contará el caso del dentista y asesino Ricardo Barreda, cuyo guión están desarrollando Florencia Etcheves, Liliana Escliar y Soledad Vallejos (periodista de Página/12). “Es una época de mucho movimiento y cada proyecto lleva mucho tiempo de trabajo. Es un gran momento para nuestra profesión. Como director y guionista es fantástico. También ahora como productor, porque la intención de About es producir historias en las que no esté yo dirigiéndolas y que tengan atractivo internacional”, cuenta Bo. About también adquirió los derechos de Las Malas, la novela de Camila Sosa Villada sobre las vivencias y lazos afectivos de un grupo de trabajadoras sexuales.