Según la Universidad Católica Argentina (UCA), la pobreza y la indigencia alcanzaron al 43,8 y al 8,8 por ciento de la población, respectivamente. Ambas cifras significan una reducción de alrededor de un punto porcentual con respecto al año pasado, aunque aún por encima de la época previa a la pandemia. Sin los programas de ayuda social del Estado, la indigencia hubiera alcanzado al 18,8 por ciento de los y las argentinas.
Tanto la pobreza - aquellas personas cuyos ingresos cubren la canasta alimentaria pero no otros gastos básicos en vivienda, salud, vestimenta y educación- como la indigencia por ingresos - quienes no llegan a cubrir siquiera los gastos de alimentación - concentran sus efectos en niños, los y las residentes del conurbano bonaerense y los trabajadores más precarizados. Los datos corresponden a los primeros diez meses del año y fueron calculados por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, un instituto con veinte años de historia en la medición de estos indicadores.
La leve mejora del porcentaje de pobreza impactó en todos los grupos etarios menos en los niños de hasta 17 años. Un 64,9 por ciento de ellos son pobres, guarismo que se encuentra apenas por encima de los 64,6 por ciento relevados en 2020 pero que sin embargo sigue demostrando una tendencia positiva frente al descenso de los otros rangos etarios. La tendencia es distinta al analizar la indigencia, que si bien está sobrerrepresentada en los niños, bajó de 15,7 a 14,7 por ciento entre 2020 y 2021.
En el análisis por región urbana el 51,6 por ciento de los pobres se encuentran en el conurbano bonaerense. Un dato relevante es que esta cifra disminuyó 5 puntos con respecto al año pasado alcanzando niveles similares a la prepandemia - que eran de por sí muy elevados-. La tendencia fue distinta en la Ciudad de Buenos Aires, donde la pobreza aumentó de 13,6 a 15 por ciento entre los dos años analizados, y casi cinco puntos por encima que en los niveles prepandemia. Las tasas de indigencia mostraron una reducción significativa en ambas regiones, pasando de 13,6 a 11,2 en el conurbano y de 4,1 a 1,3 por ciento en la Ciudad.
Finalmente, tanto las tasas de pobreza como indigencia afectan muy poco- menos de 1 por ciento- a los sectores medios profesionales y no profesionales, y mucho a los trabajadores marginales. El 72,9 por ciento de los pobres y 23,3 por ciento de los indigentes forman parte de ese estrato socio-ocupacional que también mejoraron respecto al 2020, cuando representaban el 77,3 y 23,3 por ciento de la pobreza e indigencia total, respectivamente.
Estado presente
El paquete de ayuda social que el Estado destinó para transferir ingresos y/o alimentos a los hogares y así afrontar la crisis causada por la pandemia evitó que la cantidad de indigentes fuera 18,8 por ciento- en vez del 8,8 por ciento registrado- de la población argentina. Este efecto inmediato de las transferencias de ingreso sobre la pobreza es menor que el registrado sobre la indigencia, que hubiese alcanzado al 48,9 en vez del 43,8 por ciento de la población de acuerdo a estimaciones de la UCA.
La asistencia pública tuvo un papel activo en contener las situaciones de deterioro que se arrastran desde hace décadas pero se profundizaron con la pandemia. Poco menos de la mitad de la población argentina -44,7 por ciento- se encuentra cubierta por algún programa. Este porcentaje bajó con respecto al 2020, que alcanzaba al 55,4 por ciento. "No es un indicador de desarrollo, sí de asistencia. La asistencia sirve para contener el problema, no para resolverlo", aclara Agustín Salvia, el director del Observatorio.
"Todos estos indicadores son la fiebre del termómetro, la manifestación de problemas estructurales. Evidentemente no hubo falta de asistencia e inversión publica, el principal problema es que no hay generación de trabajo", explica Salvia a modo de resumen.
Entre 2019 y 2020 la tasa de desocupación se incremento de 10,6 a 14,2 por ciento. La disminución al 9,1 en 2021 se atribuye a la reactivación económica, pero también al "efecto de un persistente desaliento y las licencias por covid-19", según la UCA. Las últimas dos causas generaron que disminuya la desocupación por la negativa, es decir que la gente en edad de trabajar deje de buscar trabajo. El organismo estima que de no haberse generado este efecto desaliento y las licencias y suspensiones por covid, la desocupación se habría incrementado a niveles cercanos al 12,5 por ciento en 2021.