Ser peronista en el mundillo poético es una herejía. Ser poeta peronista es, en este caso y por razones obvias, un oxímoron dialéctico. Como Dorio en este libro lo impone, nos guste a algunos y reculen otros, todos aquí somos Lo Peronista (unos leales, otros montaraces): somos, éramos “los nosotros aquellos”, seguimos siendo los “peón es nada”, mitos vivos (un perón y una eva que apenas si se nombran pero allá van), mitos desnudos que transcurren, exaltan la historia argentina siempre del lado otro: la barbarie.

Hay guiños para el que quiera hallarlos: a Fogwill, a Pavese, a Hernández (el Fierro), a Eliot y hasta remansos borgeanos de un tipo culto, letrado, y aún más, mucho, lo que de sí mismo anterior trae en lengua refinada o tosca, a machete o con filo de navaja, en la música interior, en “la su vida” lírica, uno que además no teme que su Patria exista y el poema, como podría decirle un Quintiliano si llegara a leerlo, lo evidencia: este libro está hecho con expresiones tan vivas que más parece que se percibe con los ojos que con los oídos.

Hay que leerlo en voz alta a Dorio. Con altavoz peroncho,

Verso sobre verso:

Cada verso Sorbe

Una gotita de la hiel.

ardiente, El íntimo dolor,

Esa secreta Secreción que

fluye

Por carriles más hondos y

sutiles Que los senderos de la

sangre.

Un poeta mayor. Socava. Te hace un hoyo en la mente del que germinan ideas y se cosecha patria. Lo curioso es que no deja de ser en su letra un bohemio de estricta observancia que se deleita elaborando caprichos tipográficos, nuevas formas de puntuación, mayúsculas detrás de las comas, aunque queda bien claro que lo que se propuso es la epopeya bastante kafkiana de poemar el peronismo.

Como pocos lo hacen, se percibe en su evolución de octubre una irresistible preocupación por el Verbo. Al ser un hacedor sin límite, devela lo que llegó de vida en octubre desde la negrura lacerante de una época ominosa, ¿imaginación histórica o lo que Eliot llamaría teoría política de un poeta imperfecto que sabe cómo caerse del poema sin perder de vista el avispero?

Hay más preguntas a medida que se va leyendo. ¿Cómo hace un peronista dominado por el demonio literario para poemar la historia reciente sin desdeñar su instinto más fuerte de literato dramático? ¿Cómo pudo, por Dios, despreciar todo estímulo agonístico (mal de nuestra época) y de una disposición retórica oximorónica hacer que surja tanta belleza?

No hay enigmas en su obra pero sí un espíritu exaltador que en ese torbellino dialéctico estremece y hace pensar, sin duda, que la historia del peronismo ha sido brevísima en comparación con las inmensas fuerzas latentes de este pueblo que supo conocer precisamente una breve felicidad y el peor miedo, y que ha sido y seguirá siendo el actor protagónico de este “espejismo que [por ahora, sólo por ahora] acecha en la materia” poética.

Ha logrado Dorio hacer por arte lo que los retóricos llaman hipotiposis, una vívida pintura de hechos históricos con una peroratio deslumbrante (sí, de tribuna poética, de isocrática moldura) y la más ilimitada, insondable, caprichosa, a veces insensata verba humana de un poeta lírico que llama a la comprensión pero desprecia la moderación sin resignar la racionalidad y lo translúcido, un desvarío necesario que de pronto parece inconexo pero que sube de la oscuridad de la tierra, brota de su magma interior, de una posesión inefable, el pathos de un poeta verdadero. 

*Artículo publicado originalmente el 12/12/21