¿Cómo anda, lector? ¿Cómo dice que le va?. Si, se lo preguntamos de esta manera, porque sabemos que, hoy en día y cada vez más, la gente dice que le va de una manera, pero le va de otra. Esto no es muy bueno para la sociología ni para las encuestas políticas, ni para los psicoanalistas. Pero todos ellos  ya están acostumbrados a esa clase de respuesta, con lo cual insisten de manera más incisiva, o bien, miran para otro lado, consignan el dato y ¡listo el percentil!

Ahora uno podría preguntarse, desde muchas y diferentes perspectivas, por qué  la gente dice que le va de una manera, si en verdad le va de otra. O incluso a veces “le va de la misma manera que dice”, pero cree que le va de otra, y miente. 

¿ Será que a veces la gente responde…

  • como cree que le va?
  • como la tele dice que le va?
  • como le debería ir?
  • como el terapeuta dice que le podría ir si fuera menos neurótico?
  • como el patrón dice que le iría si trabajara más?
  • como le gustaria que le fuera?
  • peor de lo que le va en realidad, para evitar la envidia del resto de los encuestados, el barrio y los vecinos?
  • Mejor de lo que le va en realidad, para dar “buena imagen”, por eso de “ si te ven bien, te tratan bien?
  • como Mirtha dice que le va?
  • como el horóscopo dice que le va a los nacidos en su mismo signo?
  • como la mamá espera que le vaya?
  • como la esposa dice que le debería ir para gustarle a ella?
  • como le iba cuando era joven?
  • cómo los hijos lo/a idealizan? ¿con un traje de Superman o Wonder Woman usado, conseguido en algun outlet de carnaval?
  • como el, tujes?

Como sea, cuando uno responde esta pregunta, trata de dar, y de darse, una imagen. Uno sabe que está alimentando el perfil, lo que otros saben creen, piensan sobre uno. 

¡Uno se está cotizando, lector!

Sí, lector, todos sabemos que la mano invisible del mercado está presente siempre, o al menos, que eso es los que nos quiere hacer creer, para sostener su imagen hegemónica y ni se nos ocurra volver a esos años donde nos hacíamos creer que podíamos, que teníamos derecho, por ejemplo, a tener nuestra propia imagen y no la que el mercado nos vende, cara pero financiada.

Lector, al paso que vamos, nuestros tataranietos van a tener que pagar nuestra imagen. ¡La gente se endeuda para poder decir que está mejor!” Hasta usa parte de esa plata para pagarle a aduladores que, a cambio de una lebacs, te elogian. 

¡Hasta le mismísimo presidente logró que un líder chino le diga “ que se parece a Messi! ¿Cuántas toneladas de soja nos costó ese elogio? ¿Cuantas centrales nucleares?

La imagen, para, lo es todo. A tal punto, que el presidente (perdonen que seamos monotemáticos) ¡Firmó un acuerdo que ya estaba firmado! “¡Y él no lo vio!”, (dirian Les Luthiers) 

Porque esa imagen., lector, es que la ubica a usted, a mi, al presidente y al trapito, en algún lugar de la sociedad 

¡Uy, dije sociedad”… No, no, quise decir, es la  que lo ubica usted en alguna góndola del supermercado en el que nos hemos transformado en este último año y medio por obra y gracia, o por sobre y desgracia. 

Entonces usted puede estar entre los productos de alta gama,  o ser una promo efectuada al solo efecto de sacárselo de encima lo más rápido posible, porque presienten que se acerca la fecha de vencimiento. O porque sobramos, porque hay otros productos que rinden más.

No somos negocio, lector, tenemos que asumirlo. Y si no somos negocio, difícilmente el gobierno invierta en nosotros, cuando puede poner su efectivo en Panamá y sacar mejor provecho.

De esto se trata, lector, de sacar provecho, de comer y descomer, de invertir y pervertir, y si se puede, divertir.

No estamos en los 60, no están cantando “Viento, dile a la lluvia de inversiones” o “¿Donde va la gente cuando llueven dólares?”. Esos momentos felices que vienen y que se van, ya no están. La ingenuidad es un bien escaso, y encomia nadie da un peso por ella.

De todo esto trata este suplemento.

Hasta el sábado, lector.

@humoristarudy