Es difícil imaginar hoy la situación del tango hace 25 años: pocas orquestas, de músicos ya grandes, casi ningún espacio para tocar y un género musical que llevaba largo tiempo en retirada. Una escena muy distinta a la actual, repleta de grupos, con mucho intercambio generacional, material y experiencia al alcance de la mano para cualquier instrumentista con inquietudes y decenas de discos nuevos (y composiciones) al año. Y en todo ese proceso, un grupo con algunos pibes que en 1996 no llegaban ni a los 20 años de edad: la Orquesta El Arranque. Fue una de las que encendió la mecha para construir el tango del siglo XXI. Este jueves y viernes celebrará su primer cuarto de siglo en el Torquato Tasso (Defensa 1575), a partir de las 21 y con la presencia estelar de uno de sus principales mentores, el gran Víctor Lavallén.
Orquesta referente para sus pares, con integrantes fundamentales en la formación de las generaciones que siguieron, El Arranque nació, curiosamente, como un simple grupo de estudio. Lo formaron Camilo Ferrero, Alejandro Schwarz, Leonardo Stefoni, Pablo Carreras e Ignacio Varchausky. Pronto se sumó, aunque brevemente, Alejandro Guyot como cantor, un rol que luego ocuparon figuras como Ariel Ardit (también fue invitada con frecuencia Lidia Borda), hasta la llegada de quien hoy ocupa ese rol, Juan Villareal. “El Arranque nace de las ganas que teníamos todos los fundadores de tocar tango, porque lo escuchábamos obsesivamente pero hasta entonces ninguno había tenido experiencia real con el tango tradicional, que era el que nos interesaba, esa primera formación era más un grupo de estudio porque queríamos aprender, entender, no teníamos nada para decir”, se retrotrae en el tiempo Varchausky, contrabajista y referente de la agrupación que, entre otros rasgos salientes, destaca porque no tiene un director. Varchausky recuerda esos primeros años como “de actividad intensísima, de bohemia lindísima”.
Ni se imaginaban ni planeaban entonces las giras por todo el mundo, los diez discos, los dos Premios Gardel, ni los dos Konex, ni los escenarios compartidos junto a grandes del género como Leopoldo Federico, Néstor Marconi, Julio Pane y Raúl Garello, ni a estrellas internacionales como Wynton Marsalis o Kevin Johansen. Además de devenir ellos mismos en arregladores, también compusieron nuevas obras para el género. Y de yapa, sumaron a su aprendizaje la labor docente, transmitiendo a los más jóvenes lo que habían incorporado de los maestros, sobre todo a través de la Orquesta Escuela Emilio Balcarce.
“Eso se dio de manera natural –reflexiona Varchausky ante la consulta de Página/12-: sucedió que toda esa información que recibimos de los maestros necesitó ser codificada y ordenada para realmente entenderla. En ese trabajo apasionado como intérpretes entramos simultáneamente en una lógica pedagógica que coincidió con un creciente interés de parte de nuevos colegas. Pasar la posta del lenguaje orquestal del tango se transformó también en una misión, que intentamos hacer siempre con el mismo amor y generosidad con la que la recibimos”.
Con frecuencia se identifica a El Arranque con la figura e influencia de Alfredo Gobbi, uno de los más reputados compositores de la época dorada del tango. “Gobbi es la enciclopedia del tango, la orquesta que de alguna manera es todas las orquestas”, define Varchausky. “Nos identificamos porque como estábamos tan obsesionados con entender el lenguaje, su riqueza, suttilezas, variantes, escuchar a Gobbi es como la cátedra madre: está ahí todo lo que uno puede aprender del género”, plantea. “Gobbi manejaba una información monumental que sabía administrar y nosotros nos volvimos locos por eso, y cuando uno escucha a Gobbi no sólo vibra desde lo intelectual, emocional y físico, sino que también aprende distintas lógicas sobre cómo se puede tocar determinada cosa. Es la comprobación de que hay aproximaciones infinitas al género”.
En los conciertos en el Tasso recorrerán los hitos del repertorio de estos 25 años. También se subirá al escenario Víctor Lavallén, con quien grabaron Camaradas, que aparecerá durante 2022 y celebrará el legado compositivo de Emilio Balcarce y Julián Plaza, dos compañeros de Lavallén en la orquesta de Osvaldo Pugliese y el Sexteto Tango, además de mentores del grupo. “Si esto fuera rock, sería como haber compartido años con Jimi Hendrix, Paul McCartney, Jimmy Page y Robert Fripp: un lujo absoluto”, comparan.
De cara al aniversario, Varchausky también reflexiona sobre la evolución de la escena. “En lo personal me hace muy feliz, creo que algo tuvimos que ver con eso, con nuestro trabajo y nuestra insistencia”, apunta. “Hoy no sólo el tango tradicional orquestal se toca muy bien, por parte de distintas generaciones, sino que por lejos es el momento histórico de mayor diversidad de propuestas, estéticas, discursos. Hoy se toca cada una de las vertientes que el tango tuvo casi desde sus inicios. Es el momento de explosión del tango canción y las nuevas vertientes, profundamente atravesadas por otras músicas, otros discursos, como la generación del rock. Esa escena no sólo se multiplicó: explotó para todos lados”. Y ellos fueron –son- El Arranque de todo eso.