"Esta iglesia fue testigo de las primeras reuniones de las Madres. Ellas sufrieron el terrorismo de Estado, y parece mentira que haya pasado tanto tiempo y tengamos que repetirlo: fue terrorismo de Estado, no fueron dos demonios. Si quisieron callarlas, no pudieron. Hoy están muy vivas en la memoria". Las palabras del presidente Alberto Fernández en el homenaje a los 12 de la Santa Cruz resonaron después de un acto cargado de emoción y de repaso crítico del pasado y del presente. Desde la primera fila, las Madres Taty Almeida y Enriqueta Marioni, y la presidenta de Familiares, Lita Boitano, siguieron y participaron del acto. También los ministros del Interior, Wado de Pedro, de Defensa, Jorge Taiana, de Cultura, Tristán Bauer; el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, el flamante diputado Leandro Santoro, el procurador del Tesoro, Carlos Zannini, entre otros funcionarios y legisladores.
Entre los familiares, amigos y compañeros de militancia de aquellas mujeres y hombres que marcó Alfredo Astiz para enviarlos a la tortura de la Esma y a los vuelos de la muerte, hubo encuentros y reencuentros, relatos de historias alrededor de uno de los episodios más atroces, entre toda la atrocidad de la dictadura (ver nota aparte). Hubo un pedido concreto por la liberación de Milagro Sala, a quien se le entregó una distinción que agradeció desde la casa de Jujuy en la que continúa presa desde hace ya 2.200 días. Y hubo también música y baile, celebración por una lucha que, 44 años después, continúa en pie.
La primera adhesión que se leyó en el acto fue la de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que en su caso había llegado más temprano vía Twitter: "Familiares y compañeros de los 12 de la Iglesia de la Santa Cruz. Mi corazón con ustedes, siempre". Los integrantes de la Comisión de Homenaje recordaron el acto de 2017 en el que ella estuvo presente, al cumplirse el 40 aniversario, "en un momento en que estaba pasándola muy mal (se había conocido el pedido de desafuero en su contra, en pleno embate del macrismo), y fue abrazada por las Madres".
Pisar las calles nuevamente
La conmemoración reunió a cientos de personas frente a la iglesia de Estados Unidos y Urquiza, en San Cristóbal, después del año pandémico en el que, inéditamente, tuvo que trasladarse al Zoom. Así que la alegría por el reencuentro se sumó en el lema “Pisamos las calles nuevamente para recuperar la Patria Igualitaria, Libre y Soberana por la que lucharon nuestras y nuestros 30000".
El renovado pedido de Memoria, Verdad y Justicia esta vez se extendió a una fuerte crítica al funcionamiento de la Justicia en general y de la Corte Suprema en particular. "Es indignante que más de 45 años después de cometidos los crímenes, muchos de los responsables sigan impunes, necesitamos que los juicios avancen con más celeridad", consignaron en el documento en el que, como todos los años, la comisión organizadora sienta postura. Repudiaron el "Punto Final biológico" que se produce en los hechos por las demoras y cajoneos judiciales en segundas instancias.
"A pesar de los bastones y las sillas de rueda, las locas seguimos de pie", arengó Taty Almeida. "Las Madres estamos tranquilas porque estamos pasando la posta, a los más o menos jóvenes y a los más chicos, que se van incorporando. Con mis 92 años, perdón pero casi todos me parecen pendejos", cerró en su estilo. "Teníamos necesidad de estar juntos, ¡al fin!", celebró Lita Boitano, imaginando ya lo que se espera sean las grandes "juntadas populares" del próximo 10 de diciembre y del 24 de marzo en 2022. Y confió que, siendo ella muy creyente, "usa de intermediario a Francisco" para pedir por todo lo que necesita, desde algún nieto enfermo hasta la negociación con el FMI, explicó entre risas.
Por Milagro libre
Hubo un momento especial para la entrega de distinciones: a Susana Reyes, directora del Centro Educativo Isauro Arancibia, que trabaja con jóvenes en situación de calle; a Franco Mársico, biólogo que tabajó en metodologías para la identificación de personas desaparecidas, y que también desarrolló sistemas de geolocalización usados en la pandemia. También a Milagro Sala, que agradeció desde Jujuy por el teléfono de Pietragalla (como no hubo forma de que anduviera el Zoom desde la pantalla, el secretario de Derechos Humanos marcó y prestó su celular en altavoz). "Milagro presa es un tema que la democracia tiene que resolver de forma urgente", reclamó Coco Garfagnini, dirigente de la Tupac que subió a recibir la distinción.
También al Presidente la concurrencia le reclamó por Milagro mientras estaba hablando. "Sepan que hablo con Milagro y que pienso siempre en Milagro", respondió entonces Alberto Fernández. "Sepan que voy a seguir trabajando siempre al lado de los que están injustamente presos. No está en mis manos el mecanismo institucional, pero sé que eso no me quita responsabilidad", dijo.
Lo atroz de la historia
También recibió una distinción Esteban Mango, actual vicedirector del Hospital Heller de Neuquén y pofesor de la Universidad del Comahue. Pero en su caso el reconocimiento no fue por su tarea actual, sino por lo que hizo después de lo que vivió a los 14 años, una escena que marcó su vida y que lo sigue acompañando, a él y a su familia, desde entonces.
Mango había ido a misa con sus padres, pero había salido un poco antes que ellos, y entonces fue testigo de los secuestros de la Santa Cruz. Uno de los varios testigos ocasionales de la escena atroz, pero el único que se animó a hablar por fuera del círculo directo. Sus testimonios ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el Juicio a las Juntas, y los juicios a los prepresores y pilotos de los Vuelos de la Muerte de la Esma, fueron claves para que finalmente se hiciera justicia. Recibieron la distinción por él Perla y Adolfo Mango, integrantes de la comisión de homenaje. "Nosotros no éramos militantes, pero desde entonces nos involucramos y terminamos siéndolo. Fue duro, nos seguían, entraron tres veces a nuestra casa. Es un compromiso que sentimos inquebrantable", dijo Perla a Página/12.
Hubo otros dos testigos claves: los hijos de Angela Auad, que estaban con su madre ese día en la renión en el calvario de la iglesia, y fueron arrancados de sus manos por Astiz. Tenían entonces 7 y 9 años. "Angela había sido mi compañera de cárcel en el 74, pero ella salió y yo seguí presa. Para nosotros fue una tragedia familiar. Angela vivía con mi hermana, era más que una amiga, era familia, así que sus hijos eran como mis sobrinos. Al año que ocurrió esto mi hermana desarrolló una enfermedad y murió, no lo pudo soportar", relata Cristina Pinal, otra de las integrantes de la comisión que trabaja todos los años en esta conmemoración.
El cuerpo de Auad fue uno de los que el mar devolvió, después de que, como quedó probado en los juicios, fueran arrojados vivos en el vuelo de la muerte del 14 de diciembre de 1977. Tras ser enterrado como NN en el cementerio de General Lavalle, Partido de la Costa, fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en 2005. Sus restos y los de la monja francesa Léonie Duquet, Esther Ballestrino y María Ponce (las cenizas de Azucena Villaflor fueron esparcidas en la Plaza de Mayo) están hoy en esta Iglesia de la Santa Cruz.
Iluminando entre estas atrocidades de la historia, la perseverancia y el ejemplo de las Madres, las Abuelas, los Familiares, los organismos de derechos humanos, guiaron la conmemoración, 44 años después. Y junto a ellos, un Presidente de la Nación que se suma a la colocación de rosas en el memorial, ratificando el compromiso del Estado argentino con la Memoria, Verdad y Justicia,