El objetivo era conducir el descontento social contra la última dictadura militar. Con ese fin, Montoneros decidió lanzar un plan cuya polémica persiste hasta nuestros tiempos: la Contraofensiva. Durante 1979 y 1980, militantes exiliados organizados en comandos clandestinos volvieron a ingresar al país para desestabilizar el poder dictatorial y favorecer las contradicciones generadas por su antipopular programa económico. El principal interés de la misión consistió en lograr una insurrección generalizada que efectivamente nunca se llevó a cabo.
El reciente libro del doctor en Historia e investigador del CONICET Hernán Confino trabaja y complejiza los pormenores de esta estrategia política, propagandística y militar que en el último tiempo fue pensada alrededor de las memorias retrospectivas de los militantes, los trabajos periodísticos o las interpretaciones extemporáneas.
Uno de los principales problemas con los que se encuentra cualquier historiador a la hora de realizar su trabajo es el de la búsqueda e interpretación de las fuentes. Sin embargo, cuando lo que se analiza es la historia reciente y los protagonistas están aún disponibles para conversar respecto de lo sucedido, el inconveniente con el que se encuentra el investigador es aún mayor: no solo hay que interpretar la información, también hay que repensarla al calor de los acontecimientos que los propios sujetos históricos viven y con el que reelaboran sus experiencias. En este sentido, los años setenta en general y la historia militante de ex Montoneros en particular están en constante estado de reelaboración.
Por eso, es importante el trabajo metodológico sobre la utilización de los testimonios con los cuales sostiene buena parte de su investigación el autor.
“Siempre pienso en algo que escribieron Marina Franco y Daniel Leibovich sobre la necesaria vigilancia epistemológica que hay que guardar a la hora de hacer investigación. Es tratar de encontrar un lugar que se sitúe entre la empatía y el distanciamiento; que nos prevenga de la condena moral, que no permite conocer nada y, por otro lado, es la búsqueda por contextualizar las memorias”, afirma el docente de grado y posgrado de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
Partiendo de esa base, el historiador reconstruye el clima de época a partir de dos subcampos de la historia reciente que no suelen dialogar demasiado entre sí: el de los exiliados políticos y el de las organizaciones armadas. A partir de este cruce, el autor busca desmontar algunas ideas de fuerte pervivencia a partir de los años ochenta con respecto al estricto carácter militar que tenía la organización en sus años de exilio. “La historia de Montoneros se había contado, fundamentalmente, desde su conducción. Cuando miramos la prensa partidaria de Montoneros vemos la editorial de los jefes. Ahora, si corremos la mirada del centro político de la organización y nos vamos un poco a los márgenes, nos vamos a dar cuenta que el intercambio entre el incipiente movimiento de derechos humanos y los militantes de Montoneros o ERP empezaron a propiciar una instancia en conjunto con distintas organizaciones como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o la Comisión de Solidaridad con Familiares de Desaparecidos en Argentina”, destaca Confino.
Esta idea presentada por el autor busca desterrar una confusión interpretativa que le endilga a Montoneros el haber privilegiado la faceta militar por sobre la política, al considerar que el exilio habría propiciado un desvío de las intenciones originales de la organización. Ante esa situación resalta: “Con respecto a la cuestión militar, yo no estoy a favor de pensar la teoría del desvío: creo que el repertorio de Montoneros es político-militar. Con un repertorio bélico que viene desde principio de los setenta, desde que se constituyen en brazo armado o formaciones especiales del movimiento peronista. Entonces, la idea de pensar que hasta 1974 Montoneros patrocinó políticas públicas que iban a tono con el apoyo social que tuvo la organización y que a partir de 1974 se encerró en una lógica miliar no termina siendo creíble por dos cuestiones: por un lado, por la presencia de una gramática bélica y operativa en la primera parte de los setenta. Y segundo, por toda esa política pública que Montoneros realiza en el exilio”.
En resumen, la oposición entre política y violencia es indisociable de las prácticas que Montoneros había desarrollado a mediados de los setenta y su disociación responde más a una interpretación de los ochenta que a una situación empíricamente verificable. Es por eso que Confino señala que “el repertorio de Montoneros fue más fijo que los contextos que le tocó atravesar a la organización y todas estas preguntas y estas cuestiones que piensan en clave de militarización, de desvío o de quiebre entre la conducción y los militantes, en realidad son balances políticos”.
Uno de los elementos que el libro recientemente editado por Fondo de Cultura Económica busca desterrar es el facilismo de emparentar la heterogeneidad de conductas dentro de Montoneros con los intereses de la conducción. Esto se verifica en el esfuerzo del autor por complejizar la situación de los militantes que acuden a la convocatoria de la organización en el contexto de la Contraofensiva y sirve para desacreditar lecturas totalizadoras con respecto a los intereses de Montoneros en el exilio.
Confino asegura que “la idea de mostrar las distintas maneras en que los militantes aceptaron sumarse a la Contraofensiva, entre quienes no tuvieron que leer un documento y aquellos que pensaron que verdaderamente se podía producir una insurrección, tiene que ver con la idea de dejar de pensar las practicas militantes como el fruto de una locura súbita, del mesianismo o como víctimas” y añade que “ahí forzosamente aparece cierta capacidad de agencia de los sujetos y es preciso escuchar los motivos que motorizaron esa vuelta”.
“Se piensa que la Contraofensiva es una locura de los comandantes de Montoneros, cuando en realidad lo que busco retratar en el libro es que existe una línea directa con lo que la organización venía realizando desde el 74. Tal vez habría que pensar que siguen con la misma receta de siempre. No hay una transformación radical de sus prácticas, siguen pensando en lo político y en lo militar”.