La Fórmula 1 concretará este fin de semana el sueño húmedo de todo el motorsport. No habrá que mirar la tabla ni hacer cálculos ante una definición más clara que las aguas del Golfo de Omán que bañan las costas cercanas al circuito de Yas Marina, en Abu Dhabi, donde este viernes se iniciarán las prácticas de cara a la 22º y última fecha de una temporada digna de la mente de un guionista de Hollywood: Lewis Hamilton y Max Verstappen llegan a los Emiratos Árabes empatados en la cima con 369,5 puntos, una situación que no ocurría desde 1974 con Clay Regazzoni y Emerson Fittipaldi, y quien termine adelante se llevará la corona. Pero ni el más avezado especialista en relatos cinematográficos hubiera llegado tan lejos, porque el que culminará el domingo poco después del mediodía de la Argentina es uno de los torneos más apasionantes, barrosos, emotivos, intensos, chicaneros y vibrantes de la historia de la Máxima. Un año con dos contendientes fuera de serie, casi extraterrestres, y disputas fuera y dentro de la pista, de declaraciones cruzadas y maniobras riesgosas que aumentaron su temperatura a medida que se confirmaba la paridad absoluta entre el Red Bull del holandés y el Mercedes del actual monarca.

Hay que retrotraerse hasta los ’90, con Schumacher batallando al filo del reglamento (a veces de este lado, otras del otro) contra los Williams de Damon Hill en 1994 y Jacques Villeneuve en 1997, para encontrar una definición tan fogosa como la que se pronostica. Y hasta las temporadas 1989 y 1990, con los legendarios toques entre Ayrton Senna y Alain Prost, para rememorar un duelo dialéctico, político y deportivo como el que vienen sosteniendo Hamilton y Verstappen –respaldados por la predisposición de sus escuderías a guerrear en los escritorios y con los micrófonos– desde la primera carrera del año en Bahrein. Ya allí hubo polémica cuando el holandés llegó a la punta por fuera de los límites de pista pocas vueltas antes del final, por lo que recibió la orden de los comisarios deportivos de devolver la posición a su rival para evitar sanciones. Habría más, muchas más situaciones ajustadas, casi todas generadas por un Verstappen que acelera con los dos pies y cuyo estilo agresivo y desmesurado, por momentos temerario, permite recordar al del brasileño.

La evocación a Senna y Prost no caprichosa. Como entonces, el 2021 entraña un enfrentamiento generacional y de estilos: el holandés va para adelante como un caballo con anteojeras, maneja como si estuviera en un karting, genera huecos para sobrepasos donde no hay y tiene la irreverencia de alguien que debutó en la Fórmula 1 con 17 años y medio (el más joven en hacerlo) y a sus 24 años ya tiene 19 victorias (es el máximo ganador sin títulos de la Fórmula 1) y un futuro con olor a gloria. Del otro lado está la veteranía de un zorro viejo como Hamilton, que en 14 temporadas consiguió siete títulos mundiales (de conseguir el octavo, superará el récord que hoy comparte con Michael Schumacher), ganó 103 carreras y pisó el podio en 181 ocasiones, un promedio de casi dos veces cada tres carreras. El cuatro veces campeón consecutivo es, además, de los pocos pilotos contemporáneos que trascendió su condición para convertirse en miembro del jet set mundial, alguien con más seguidores en redes sociales que la propia Fórmula 1 y que menos de 24 horas después de bajarse del auto puede estar luciendo sus atuendos estrafalarios en el Met Gala de Nueva York o sacándose fotos con su amigo Justin Bieber.

Hamilton corrió gran parte del campeonato bajo los parámetros de Verstappen, confiado en el predominio que Mercedes había tenido sobre el resto de la parrilla desde el inicio de la era de los motores híbridos, en 2014, cuando la escudería consiguió el primero de sus hasta ahora siete títulos de pilotos consecutivos. Ante la certeza de que la superioridad de los autos negros ya no era tan amplia, dos veces no aflojó el inglés. Y las dos terminaron mal: en Inglaterra, con Verstappen estrolado contra las barreras de contención luego de un toque a 300 kilómetros por hora; en Italia, con ambos enterrados en la leca tras un toque en la primera chicana.

Todo esto viene sucediendo a kilómetros del resto, incluidos sus compañeros de equipo Sergio “Checo” Pérez y Valtteri Bottas. En doce de las veintiuna carreras ocuparon el primer y el segundo lugar del podio, entre ellas las último cinco, casi siempre con largos segundos de diferencia contra el tercero. Y seis veces se pasaron la posta del primer lugar del campeonato. Las nueve victorias de Verstappen contra las ocho de Hamilton marcan una ventaja deportiva para el primero, en tanto el criterio de desempate es la cantidad de triunfos: en caso de que ambos abandonen o no lleguen en la zona puntuable, la corona irá para Holanda.

No son pocos los que vaticinan un desenlace similar al de Senna y Prost, teniendo en cuenta la agresividad del piloto de Red Bull en el Gran Premio de Arabia Saudita del domingo pasado. Desnorteado ante un Hamilton que renació con el nuevo motor instalado en Brasil, y consciente de que el abandono de ambos lo favorecía, Verstappen hizo lo que había prometido no hacer y corrió sin preocuparse por los límites deportivos, una actitud que le valió un par de sanciones (una por dejarlo sin pista, la otra por frenar en exceso en una curva) por un total de quince segundos. ¿Se repetirá la película? ¿Chocarán en Abu Dhabi? ¿O batallarán rueda a rueda hasta la última curva de la última vuelta? Las respuestas llegarán este domingo, cuando los televisores de todo el mundo devuelvan imágenes que –ocurra lo que ocurra– formarán parte de la historia grande de la Fórmula 1.