Mi nombre siendo Caupoliqueo Pinzén, pero el huinca llamándome Ramón. Yo siendo mucho tiempo curandero oficial de la toldería del hijo de Catriel (cariñosamente, Junior, para nosotros). Cuarenta años de antigüedad en el ejercicio ilegal de la medicina costándome la persecución de toda la milicada e innumerables días y noches de cepo y calabozo. Pero yo no aflojando porque mis hermanos necesitarme. En todos esos años yo curando muchas enfermedades. El empacho, la pata de cabra, la culebrilla o el susto (el mismo al que ahora los cristianos llamándole ataque de pánico) no teniendo secretos para mí.

Yo teniendo mucha bien ganada fama como uno de los fundadores de la farmacopea aborigen, experto tirador de cuerito, y conocedor de las mil y una formas de preparar el té de ruda con ginebra para conjurar el mal de ojo. En unas jornadas de actualización del curanderismo alternativo realizadas en el Chaco salteño aprendí de mis hermanos Chiriguanos el arte del gualicho plus y el uso de otros yuyos autóctonos para cultivar el odio y la venganza contra el conquistador, pero esto no funcionando porque indios estar muy jodidos y pareciendo que ya no poder recuperarse.

Como poder ver, yo teniendo gran currículum vitae, gran sabiduría holística, gran experiencia clínica. Pero tanto conocimiento no alcanzar. Habiendo otras enfermedades que trayendo los blancos y que yo nunca pudiendo curar. La viruela, la tuberculosis, la lepra y otras porquerías como la sífilis, el mosquete, el arcabuz, la propiedad privada, el cristianismo y el sable de fierro, siempre siendo inasequibles a mi magia. Por eso muchos muriendo y yo sintiéndome tan culpable. 

Para colmo, yo mismo padeciendo una peste que no poder curar. Tampoco la medicina del huinca poder. Llamarse, según ellos, depresión. Pero yo planteando una duda, preguntando si no será nostalgia nomás. Entonces trate de ser escritor, pruebe con eso, escriba sus memorias, diciéndome un gran psiquiatra blanco. Pero no pudiendo seguir su consejo porque yo escribir con muchos gerundios y verbos en infinitivo y a lectores blancos (sobre todo a críticos de literatura y coordinadores de talleres literarios) no gustarle eso. Ser un fracaso seguro y yo, gran curandero acostumbrado al éxito ecuménico, no pudiendo permitirme semejante experiencia. Siendo deprimente.

Empezando mi mal hace algunos años, cuando Junior se suicidó arrojándose desde la azotea de su toldo. Esa desgracia siendo el fin de la tribu. Todo el mundo haciéndose perdiz. Algunos yendo a la zafra, otros a la cosecha de algodón o al Gran Buenos Aires a trabajar en las fábricas. Pobres de ellos, sólo cambiando toldo por rancho de paja o casilla de chapa. La miseria siendo la misma. Pero al final yo también –otra no quedarme- yendo a la ciudad, durmiendo en los umbrales, pidiendo limosna en la puerta de las iglesias y lavando parabrisas en las esquinas. Hasta que conocer a la Deolinda. Ella enseñándome a hablar un poco mejor la lengua del español y a bailar el chamamé. Yo enseñándole mi magia y a fabricar botas de potro y lazos de cuero trenzado. Después empezando a vender en la calle, pero la Deolinda ser cosa seria. Ella pronto innovar y nosotros reemplazar el cuero de vaca por cuero ecológico que, además de no afectar el medio ambiente, siendo más barato y más fácil de conseguir. Ese cambio permitiendo también fabricar camperas truchas igualitas a las de cuero de carpincho que el cristiano vender en los shoppings. Así que después nosotros dividir la tarea. Yo vendiendo en la peatonal las artesanías mientras ella quedándose en la casa ejerciendo el noble oficio de curandera con los conocimientos que yo transmitirle. Todo yendo bastante bien. Con el tiempo alquilando un puestito en La Salada donde seguir vendiendo artículos de cuero y caramelos de yuyos sanadores. Yo estando mejor en ese entonces, pero mi tristeza nunca yéndose del todo.

Después la fama de `Ña Deolinda trascendiendo las fronteras. Entonces viniendo mucha gente desde pagos lejanos. Hasta vino uno del Brasil que haciéndose gran amigo nuestro. Fue él, el Milton, el que darme la idea de ponerle un nombre al puestito. Estar yo una noche de lluvia enseñándole a tomar mate y contándole mis cuitas: que los días de consulta en el dispensario de la toldería, que las fiestas del camaruco y el loncomeo, que las cacerías del guanaco y el ñandú, que las ceremonias de iniciación de las malen, o gurisas, como les dice la Deolinda. Y ahí fue que él diciéndome:

-¡Ah! Você ter saudade.

-¿Eh?

-Sí, Caupoliqueo, saudade, tristeza, añoranza.

-¡Ah! Entonces yo teniendo razón, ser nostalgia no depresión.

-Sí, Caupoliqueo, mira, saudade a veces dulce como cosquillitas en el corazón, a veces amarga como hiel de gallina para sacrificio umbanda.

-¿Umbanda? Yo no entendiendo. 

Y ahí él empezándome a hablar de los pueblos originarios y la influencia de los esclavos africanos en su mapu. Y de ahí al carnaval y al samba y a la capoeira. Después él hablando de la necesidad de hermandad e intercambio cultural entre nuestra gente, que esto es bueno para curar la saudade, Caupoliqueo, ya você vai ver. Hay que promover el aprendizaje de las lenguas antiguas y la difusión de la conciencia libertaria entre las naciones indígenas y los descendientes de esclavos africanos, dijo. Esto reventarme la cabeza. Cómo no darme cuenta solo. Siendo un deber con la memoria de nuestros mayores. Yo ya teniendo alguna experiencia con la Deolinda, porque ella ser guaraní, sobrina del curandero chiriguano que me enseñó la fórmula del gualicho plus y algo de su idioma habiéndome pasado. Yuyos para el odio y la venganza no sirviendo, dijo Milton, primero hay que afianzar la identidad. A mí gustándome lo que dijo.

Entre nosotros tres fundando la Asociación Para la Recuperación de la Pachamama y la Identidad Nativa y Africana Mancillada (la APALAREDELPYLAINAYAMA, para los amigos). Habiendo reuniones con gran toma de conciencia desde entonces. Por ejemplo, yo no llamarle más Junior al hijo de Catriel. Como decir Milton, basta de Disneylandia, ahora llamándole Hijo ‘e Tigre. Su orgullosa foto, de pie, cubierto con un cuero de guanaco y mirando al horizonte con la frente en alto, estar ahora en la pared del directorio de la Asociación presidiendo las reuniones. Lo que ser las paradojas del destino, pensar que a esa foto sacándosela Jimmy, el explorador norteamericano que hacerse amigo de la tribu y que siendo el que apodándolo Junior. Jimmy haciéndose muy popular entre nosotros gracias a los chicles que traer de regalo. Toda la toldería masticando el día entero. Ellos contentos porque usar los dientes, pero hambre siguiendo, sólo mandíbulas creciendo. Los que viniendo de afuera siempre jodiéndonos, decir, acertadamente, Milton. Siendo todo puro globo, añá membuy, agrega la Deolinda, que siempre respetando mucho la palabra de Milton. Ahora nosotros tomando conciencia, yo no usando nunca más el nombre Ramón, ir al Registro Civil a solicitar cambio la semana que viene.

Últimamente integrando a la Asociación a hermanos tobas y a algún descendiente de comechingón que quedar por ahí. Ser pocos, pero estar unidos y creciendo. Pronto organizando un malón para ir a Plaza de Mayo a reclamar. Algunos queriendo que sea pacífico pero otros estar enojándose cada día más porque el huinca con su milicada estar matándonos de nuevo y eso ya no poder tolerarse, decir Milton.

Yo, tranquilo, sólo atendiendo negocio, la Deolinda estar preñada y teniendo que pensar en Catrielito. Ya Milton asociarse con nosotros y traer nuevas ideas. Ahora vender objetos de culto umbanda y también instrumentos musicales autóctonos como sikus, charangos, trutrucas y berimbaus, todo muy pacífico, por el momento. Puestito también teniendo nombre: a propuesta mía, y por unanimidad, desde el lunes pasado llamándose saudade.